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Wilfredo Blanco, baseball, Grandes Ligas

El cazatalentos y entrenador Wilfredo Blanco. Foto: LAPRENSA/O. Navarrete

Wilfredo Blanco, el entrenador que crea a big leaguers en Nicaragua

Cada tres años Wilfredo Blanco apadrina a un adolescente de 14 años para convertirlo en un jugador de Grandes Ligas. Por sus manos han pasado muchachos que no tenían dinero y ahora son millonarios

En la jaula de bateo Jesús López golpea pelotas. El espacio, en el interior del viejo estadio nacional de beisbol, se llena de sonidos que estallan como balazos. López tiene la camiseta empapada de sudor. Son las 10:00 de la mañana y en la última hora ha pegado 140 batazos. Todos tienen ese mismo eco, que Wilfredo Blanco, el señor que le está lanzando, escuchó hace siete años: fuerte, sólido, potente.

—¡Terminamos, Jesús! —grita Blanco.

Jesús López, de 21 años de edad, es un prospecto nicaragüense que espera llegar pronto a Grandes Ligas. En 2013 firmó para jugar con los Atléticos de Oakland por la cantidad de 950 mil dólares. Desde entonces juega todos los años durante seis meses en Estados Unidos. Pero cuando regresa a Nicaragua siempre busca a Wilfredo Blanco para que lo entrene.

“Todo el tiempo estoy pendiente de Jesús, aunque esté en Estados Unidos”, dice Blanco, un señor de 63 años de edad, pelo cano y tez morena. Es conocido por ser quien descubrió y desarrolló el talento del jugador de Grandes Ligas, Cheslor Cuthbert, pelotero de los Reales de Kansas City.

Wilfredo Blanco, junto a su pupilo, Jesús López, quien firmó por 950 mil dólares

Blanco también fue quien negoció el contrato de Cuthbert por 1.5 millones de dólares, la cifra más elevada que le han otorgado a un jugador nicaragüense. De estatura media, viste una camiseta azul, un pantalón corto y unos deportivos. Quien lo mira por encima no se imagina que ha formado a más de 10 prospectos que han firmado con equipos de Grandes Ligas.

Desde 2006, cuando renunció a ser cazatalentos de los Marlins de la Florida, escoge a un muchacho de 14 años de edad cada tres años para entrenarlo. Se lo lleva a vivir a su casa. Le da alimentación, estudios, ropa, transporte y gimnasio. Invierte entre 15 mil y 20 mil dólares en los dos o tres años que están a su cargo, hasta que los jugadores firman un contrato de miles de dólares y Blanco recibe un porcentaje a cambio.

De siete peloteros que ha tenido desde hace 12 años, cuatro de ellos han sido firmados: Cheslor Cuthbert, Jesús López, Benjamín Alegría y Mike Loáisiga. Rechazó un contrato para otro de sus jugadores porque le ofrecieron 50 mil dólares. “Esa cantidad no es nada”, dice Blanco. “Yo tuve que ser sincero con sus padres y les dije que mejor el niño se dedicara a estudiar antes de que se arruinara la vida intentando llegar a Grandes Ligas”.

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Cheslor Cuthbert, jugador de los Reales de Kansas City. LA PRENSA/ AFP

El próximo pelotero que va a firmar es Milkar Pérez, la última adquisición de Blanco. Esta semana Pérez fue invitado por un equipo de Grandes Ligas a unas pruebas en República Dominicana. “Milkar es un pelotero que ya está formado y que ahora estamos en proceso de negociación con los equipos”, dice Blanco.

A todos los peloteros les busca las mismas características: el movimiento de manos y pies para capturar pelotas, la soltura del brazo y el sonido fuerte que emite el impacto del bate, como el que se escucha cada vez que Jesús López golpea la bola en la jaula de bateo.

Aunque al principio los muchachos no sepan batear ni guantear, Blanco, como buen escultor, los va tallando hasta develar sus habilidades. “Miro si los muchachos tienen carácter, si tienen necesidad. En esto del beisbol la pobreza impulsa bastante”, dice Blanco.

Vida en el beisbol

Los campos de beisbol siempre han estado cerca de la vida de Wilfredo Blanco. Cuando tenía 8 años de edad y vivía en el barrio Costa Rica de Managua, llegaba todos los sábados a ver jugar pelota al estadio que estaba a la cuadra de su casa. Muchos años después, cuando vivía en Estados Unidos y decidió salir a correr para bajar de peso, se topó de frente, de nuevo, con un diamante.

Benjamín Alegría, segundo de derecha a izquierda, el día que firmó con los Rojos de Cincinnati. LA PRENSA/Archivo

Hijo de una maestra y un zapatero, Wilfredo Blanco fue el único hijo de 13 hermanos que nació en Managua. Toda su familia es originaria de La Libertad, Chontales, y amigos de los padres de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, según dice el entrenador.

En Managua estudió en el colegio Ramírez Goyena, mientras jugaba beisbol. Estuvo en Primera División hasta los 23 años, después de haber jugado con Granada, la UCA y los Búfalos Bóer. “Supe que nunca iba a ser una estrella, me retiré y mejor me dediqué a estudiar”, dice Blanco.

Se graduó de administrador de Empresas en la Universidad Nacional Autónoma de Managua, y trabajó en varias instituciones, entre ellas la Alcaldía de Managua, hasta que un día se fue a pasear por 10 días a Estados Unidos y regresaría a Nicaragua más de 10 años después.

Una mañana, mientras corría por un campo de beisbol en Estados Unidos, un niño le pidió que se bolearan. Más tarde fue invitado por el padre del pequeño pelotero a comer. Pertenecía a una familia cubana que le solicitó que se hiciera cargo de un equipo de adolescentes.

Quizá esa fue la decisión que cambió su vida, porque unos años después ganó el tercer lugar en un torneo mundial, y nueve de sus 15 peloteros fueron firmados por equipos de Grandes Ligas.

Sin darse cuenta, cuando Wilfredo Blanco iba a entrenar con los muchachos, tenía en las gradas del pequeño estadio a muchos scouts pendientes de sus peloteros. “Yo me preguntaba por qué”, dice. “Después supe que yo tuve en mis manos a los dos mejores prospectos de la Florida”.

Uno de los muchachos firmó por un millón de dólares, mientras que el otro recibió 800 mil dólares. Uno de ellos llegó a Grandes Ligas. Un tiempo después Wilfredo Blanco aceptó ser scout de los Mets de Nueva York, con quien trabajó durante 15 años. Se cambió dos años a los Piratas de Pittsburgh y otros dos años con los Marlins de la Florida. Hasta que en 2006 conoció a Cheslor Cuthbert y le propuso apadrinarlo para pulirlo y convertirlo en jugador de Grandes Ligas. Y lo logró.

Mike Loáisiga, pelotero firmado por los Dodgers de Los Ángeles. LA PRENSA/Archivo

Fábrica de toleteros

En Nicaragua Wilfredo Blanco es el único que tiene la habilidad para detectar y desarrollar talento al mismo tiempo, según el periodista deportivo Edgard Rodríguez. “Tiene un excelente ojo para detectar jugadores y tiene la habilidad de desarrollarlo. Es muy talentoso y trabajador”, dice Rodríguez.

Por lo general, explica Rodríguez, existen buenos cazatalentos pero no pueden entrenar peloteros y buscan quién los entrene. “Wilfredo (Blanco) cumple muy bien las dos cosas”, dice Rodríguez.

En países como República Dominicana, donde el beisbol como rubro ocupa el tercer lugar de aporte económico, hay varios exscouts que se dedican a desarrollar jugadores como Wilfredo Blanco, en Nicaragua. “En (República Dominicana) hay miles de jugadores que no llegaron a Grandes Ligas pero saben de beisbol, entonces se dedican a desarrollar jugadores”, dice Rodríguez, quien también es scout de los Yankees de Nueva York.

El cronista deportivo Agustín Cedeño refiere que el trabajo de Blanco es difícil porque hace una inversión fuerte, con una gran incertidumbre de que retorne. “Se ha convertido en una figura importante para desarrollar jugadores que posteriormente son vistos por el mercado de scouts”, agrega Cedeño.

“Todos han llorado”

El 25 de diciembre de 2017, Cheslor Cuthbert llamó a Wilfredo Blanco para desearle feliz Navidad. “¿Qué feliz Navidad?”, le respondió. “He pasado en el hospital con mi mamá enferma durante tres días”, dijo.

A pesar de que Cuthbert fue firmado hace 12 años y llegó a Grandes Ligas hace tres temporadas, siempre se comunica con Wilfredo Blanco. Al igual que con el jugador de los Reales, Blanco siempre está pendiente de los otros prospectos que ahora están en diferentes países.

“Ayer hablé con Mike Loáisiga hasta como las 10:00 de la noche”, dice Blanco. “Yo le dije, ‘Mike, colgá que ya son la 1:00 de la mañana donde estás’, pero él me dijo que le habían dado el día libre”.

Blanco abrió varias cuentas en redes sociales para monitorear a sus peloteros. No permite que estén conectados después de las 10:00 de la noche, pues al día siguiente siempre tienen que estar despiertos antes de las 6:00 de la mañana. “Esto es duro, porque ellos dejan a su novia, sus amigos, su familia, lo dejan todo”.

En ocasiones, en su casa, escucha lloriqueos en la madrugada. “Yo los he visto llorar a todos. Y me tengo que levantar para hablar con ellos y decirles que esto es un sacrificio”, dice Blanco. “Jesús (López) fue uno de los que se me fue porque extrañaba a su familia. A los tres meses regresó y lo firmaron por 950 mil dólares. Si se hubiera quedado en su casa, hubiera perdido ese dinero”, manifiesta.

López ahora llega al viejo estadio en una camioneta SUV blanca. Anda unos rines de lujo y las ventanas polarizadas. Entrena todas las mañanas con Blanco, pero ya no se queda en su casa: ahora alquila una habitación en un hotel lujoso. “Creo que no se puede trabajar mejor en otro sitio que no sea con don Wilfredo. Es exigente en el trabajo y por eso uno se mantiene con él porque se prepara mejor”, dice López.

Jesús López, jugador de la organización de los Atléticos de Oakland.  LA PRENSA/O.Navarrete

Después del entrenamiento de hoy, Wilfredo Blanco se mira exhausto. Ya se cansa más rápido, tira más lento y pierde reflejos poco a poco. Cuando alguno de sus prospectos saca la bola del parque, solo puede ver la mitad del recorrido sin saber dónde cayó.

Todos los días se levanta a las 5:00 de la mañana. Desayuna, junto a su pelotero, y entrena con él hasta las 11:00 de la mañana. Al mediodía lo deja en la escuela, y es donde aprovecha para hacer pagos y visitar a su mamá, de 103 años de edad, en el hospital. A las 5:00 de la tarde pasa trayendo a su pupilo para llevarlo al gimnasio. Regresan como a las 7:00 de la noche a la casa. Se duermen antes de las 10:00. Al día siguiente la misma rutina.

Con el simple sonido del bate, Wilfredo Blanco se puede dar una idea de cuánto cuesta un pelotero. Varias veces se ha tomado tres meses para decidirse en apadrinar a un jugador. A veces ha tenido que rechazar muchachos porque no tienen talento o porque la familia es muy disfuncional.

No le gusta hablar de su vida privada. Lo que se conoce de Blanco es alrededor del beisbol. De las mañanas pegando batazos o lanzando pelotas en las jaulas. En el parqueo del viejo estadio de beisbol se despide de Jesús López, quien lo acompaña hasta su vehículo. La imagen es la del entrenador y su pupilo, pero también podría ser la de un padre y un hijo, la de una despedida o la de un reencuentro.

Fábrica de peloteros

Cheslor Cuthbert: firmado en 2009 por los Reales de Kansas City por 1.5 millones de dólares. Llegó a Grandes Ligas el 7 de julio de 2015. Ganó el anillo de Serie Mundial con el equipo ese mismo año. Va a cumplir 26 años de edad y ha conectado 15 jonrones en las Mayores.

Jesús López: Fue contratado por los Atléticos de Oakland el 3 de julio de 2013, por 950 mil dólares. Tenía 16 años de edad, y a último momento se enteró que los Astros de Houston habían ofrecido 150 mil dólares más, pero él había aceptado el trato con los Atléticos. Juega el campo corto y proviene de una familia de escasos recursos económicos. Su madre, Marlene Maradiaga, trabaja en un hospital, mientras que su papá, Mario López, es guarda de seguridad del mismo centro hospitalario.

Benjamín Alegría: Firmó por 50 mil dólares con los Rojos de Cincinnati, el 27 de febrero del año 2015. Su mamá vende carne en el mercado Oriental, mientras que su padre es taxista. Tiene 19 años de edad y es hermano del también jugador Kenny Alegría.

Mike Loáisiga: El 26 de enero de 2016, Mike Loáisiga estampó su firma con los Dodgers de los Ángeles. Milita en la Liga de Verano de República Dominicana y fue firmado como parador en corto, pero juega como receptor por su buen brazo y buena defensa. Hijo del jugador Stanley Loáisiga y hermano del lanzador Jonathan Loáisiga. Padre e hijos han sido firmados por equipos de Grandes Ligas.

Acuerdos

Wilfredo Blanco invierte entre 15 mil y 20 mil dólares en los tres años que tiene a sus peloteros. Cobra un porcentaje una vez el muchacho firme un contrato con un equipo de Ligas Mayores. Según Blanco, este porcentaje va en dependencia de cuánto invierta o la cantidad del bono. A los peloteros que firman por una cantidad mínima, por ejemplo, 50 mil dólares, no les cobra nada. Tampoco cobra a los peloteros que no han podido firmar.

Según el cronista deportivo Agustín Cedeño, en estos acuerdos lo normal es que el representante cobre el 30 por ciento del bono. En Nicaragua hay algunas academias de beisbol que piden entre 45 y 50 por ciento de la cantidad que recibe el pelotero.

El cazatalentos y entrenador Wilfredo Blanco. LA PRENSA/Óscar Navarrete

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