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Felipe García, sacerdote, desaparecidos

El padre Gregorio Barreales, justo en el lugar donde se perdió su amigo, el padre Felipe García Llamera. LA PRENSA/ O. Navarrete

La historia del padre español que desapareció misteriosamente en Nicaragua

El padre Felipe García Llamera se esfumó sin dejar rastros en las costas de playa Marsella. Hay quienes creen que desapareció de forma mística

En aquellos acantilados de Marsella la vida puede perderse. El golpe de una ola bota el cuerpo sobre las rocas. Cae en la cornisa, por donde entra la corriente Humboldt que llega hasta América del Sur. Los tiburones merodean. Sienten la sangre del hombre que se esparce. Las dentelladas desaparecen cualquier rastro. Restos de un padre que nunca se encontraron.

La desaparición del padre Felipe García Llamera, de 63 años de edad, pudo ocurrir de esa manera. Al menos es la versión más creíble de lo que pasó a las 11:00 de la mañana del 26 de diciembre de 1994, cuando fue visto por última vez en la costa de playa Marsella, en el departamento de Rivas.

Descalzo en la arena, meditando como acostumbraba, lo vieron subirse a unas piedras, con las manos sobre la cintura, quizá mirando a los peces de colores zigzaguear entre las aguas.

Minutos antes estuvo bañándose un poco más al norte, acompañado de cuatro amigos, igual que los sacerdotes, con quienes se había reunido esa mañana en la ciudad de Rivas. “Más o menos por allá estuvimos dentro del agua”, dice el padre Gregorio Barreales, quien fue uno de los religiosos que había llegado ese día a la playa con García Llamera.

Barreales, también español, conoció a García Llamera en León, España, donde había nacido en medio de una familia religiosa. “Nos dimos cuenta de que no regresaba (García Llamera). Lo empezamos a buscar, y yo le dije a los demás (padres) que se fueran por la costa, mientras yo iba en carro por el otro camino por donde podía venir”, dice Barreales. “Lo seguimos buscando por toda la costa. Hasta hoy. Nunca apareció”.

Padre Felipe García Llamera. LA PRENSA/Archivo

Búsqueda infructuosa del padre

Los cuatro padres informaron de la desaparición de su compañero a la Policía, quien inició de inmediato las acciones de búsqueda. “Los pescadores y la población en general, junto a los bomberos, militares y la Cruz Roja, se han dado a la búsqueda infructuosa del religioso, por montañas aledañas a las costas de Marsella, por agua, panga, y por aire”, cita una nota de LA PRENSA, del 29 de diciembre de 1994.

La búsqueda intensiva duró aproximadamente dos meses. El Ejército utilizó varias veces helicópteros y lanchas. “Pero fue como que si el mar se lo tragara”, dice Barreales. “Nunca encontraron ni siquiera alguna camisa o la gorra que tenía puesta”.

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Sobre su desaparición hay varias versiones. Hubo quienes pensaron que lo habían secuestrado. Había quienes afirmaban que lo vieron con una túnica sobre una montaña ubicada alrededor de la playa. Algunos de sus fieles religiosos creen que desapareció en cuerpo y alma de forma mística.

“Unos hablan que su grado de santidad hizo que Dios se lo llevara. Yo, como hombre de fe, no la descarto. Sin embargo, hay otras versiones que son científicamente comprobables, como que se haya caído, o se haya ahogado”, dice Frank Briceño, quien era su amigo.

El padre Gregorio Barreales no cree en las versiones fantasiosas que sugieren una desaparición divina. “Para mí que su tumba fue algún tiburón. Es lo más lógico porque nunca se encontró nada”, agrega.

Los bomberos, la Policía, la Cruz Roja y pobladores, buscaron al padre durante días. LA PRENSA/ Archivo

Encuentros matrimoniales

El fray García Llamera aterrizó en Nicaragua en 1980, después de ser durante seis años el superior regional de la orden de los dominicos en Centroamérica. Estuvo cuatro años en León, Nicaragua, como párroco de la iglesia La Merced. Se trasladó a Rivas por seis años y regresó a León durante otros cuatros años más hasta el día que desapareció.

En Nicaragua fundó los Encuentros Matrimoniales, un movimiento de la Iglesia católica que por medio de charlas intenta evitar los divorcios. “Estos grupos sirven porque se aprende a ceder. Por lo general, uno, como hombre, está acostumbrado a gritarle a su pareja y mandar. Pero los hijos oyen los pleitos y de ahí vienen los resentimientos”, dice Frank Briceño.

Briceño tiene 63 años de edad y 41 años de estar casado. Asegura no haberse separado luego de asistir a estas conferencias. En Rivas y León todavía hay parejas que dicen no se separaron gracias a los consejos del padre para acercar a las parejas. “El matrimonio es la base de la familia. La célula principal de la sociedad. La familia cimentada en valores es sólida”, dice Briceño.

María Luisa Bello, quien trabajó con el padre en el programa la Nueva Evangelización, lo recuerda como un hombre jovial, de buen vocabulario, y muy metódico con las charlas a los matrimonios. “Supo entender su ministerio, y el apostolado como sacerdote”, dice Bello.

García Llamera creció en la pequeña comunidad Pardesivil, España. Sin embargo, su peregrinaje religioso lo inició en Nicaragua. El hombre que tenía mucha certeza de sus raíces nunca imaginó que su cuerpo se esfumaría frente a la inmensidad del océano.

Antes de irse por última vez, el padre les aventó agua a sus amigos. Quizá dijo un “Ya regreso”, mientras caminaba hacia al sur de la playa. Las huellas en la arena se borraron con el tiempo. Al contrario de su vida, las marcas de su romería siguen intactas en el recuerdo de quienes lo conocieron.

Casi un cuarto de siglo ha pasado y el paisaje de Marsella sigue intacto. El cielo límpido, los peñascos resbalosos azotados por las olas. Fuerza y sutileza con la claridad de mediodía. Siempre queda el mar, al que el padre seguro vio con asombro, mientras meditaba sobre su existencia, minutos antes de su incierto final.

El padre Gregorio Barreales, en la playa Marsella. LA PRENSA/O.Navarrete

El padre de León y Rivas

El fray Felipe García Llamera fue doctor en Teología por la Universidad de Santo Tomás de Roma y licenciado en Pedagogía. Fue formador de numerosas generaciones de dominicos en el estudiantado Internacional del Agelicum en Roma. Allí vivió la primera experiencia eclesial del Concilio Vaticano II.

Nació en un pueblito llamado Pardesivil, de León, España, el 17 de julio de 1931. Hizo sus votos temporales el 2 de octubre de 1949. En 1952 hizo sus votos solemnes y se ordenó como sacerdote el 25 de marzo de 1956. Tenía más de 15 años de estar en Nicaragua hasta el día que desapareció.

LA PRENSA / Óscar Navarrete.
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