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/ Nora Habed Lobos

El Corredor Seco y la prioridad en salud

La noticia que el Gobierno, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) diseñe un plan de intervención en materia de salud en setenta comunidades rurales de los municipios del Corredor Seco de Nicaragua, con un costo total de 138 millones de dólares destinados a construir y rehabilitar algunos hospitales, así como equipar los Centros de Salud, es una iniciativa loable aún si deja muchas interrogativas, ya que no basta intervenir en el sistema de salud si no se interviene en realidades más amplias.

Para reducir las condiciones de alta vulnerabilidad de las familias campesinas expuestas a los fenómenos de la sequía con las consecuencias que esta provoca, habría que aplicar de forma más consecuente lo que son los Determinantes Sociales de la Salud, propuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) donde conceptualiza que las inequidades en salud son debidas a sus Determinantes Estructurales tales como el contexto socioeconómico y político, gobernabilidad, políticas macroeconómicas, sociales, mercado de trabajo y vivienda; políticas públicas como educación, salud y protección social, además de la cultura y valores sociales existentes.

Según la OMS, estos Determinantes Estructurales condicionan a su vez el sistema de salud que es parte de los Determinantes Intermedios mediados por las condiciones materiales, los factores conductuales y biológicos y los factores psicosociales. Estos entrelaces entre los Determinantes Estructurales y Determinantes Intermedios son interactivos y si no hay una cohesión social, difícilmente se logra realizar un impacto en el bienestar humano.

Intervenir en el sistema de salud, sin tomar en consideración los Determinantes Estructurales y la ubicación geográfica del Corredor Seco, su ecosistema, se corre el riesgo de realizar políticas que no resuelven los problemas de fondo que son más complejos, más aún porque la sequía es recurrente por ser un fenómeno oceánico-atmosférico que afecta toda la zona del Pacífico y los países aledaños a ella.

Además, no se puede hablar de salud, sin tomar en consideración la salud mental como componente fundamental para una visión integral del bienestar humano. La sequía del 2013-2016 provocó, además de los daños socioeconómicos en las comunidades rurales, secuelas en el desgaste emocional del campesinado, migración y desintegración familiar. La sequía es reconocida por la OMS como un desastre y como tal, repercute en los estados afectivos de los afectados: ansiedad, depresión, aumento del alcoholismo, ideas suicidas, etc., solo que estos efectos son menos visibilizados y reconocidos.

Reducir las condiciones de alta vulnerabilidad en las que vive un tercio del país perteneciente al Corredor Seco de Nicaragua no es una tarea fácil ya que son muchos los factores que están en causa y solo con una intervención multidisciplinaria que tome en consideración las inequidades estructurales existentes, el ecosistema en el cual nos encontramos, la visión holística del bienestar humano, se pueden aminorar y prevenir estos daños que podrían ser mayores si no se toman medidas más complejas y coherentes con estas realidades.

La autora es doctora en Psicología Clínica.

Opinión corredor seco salud archivo
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