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Saturno, Edad de Oro, mitología
/ Luis Sánchez Sancho

El mito de Parnaso

Concluye hoy el XIV Festival Internacional de Poesía de Granada. Durante toda una semana, unos 130 bardos extranjeros procedentes de 60 países, y decenas de poetas de Nicaragua han declamado sus poemas en una fiesta de la belleza verbal que convierte a Granada —y de hecho a todo Nicaragua— en un simbólico Parnaso, el lugar mítico donde las Musas se reunían alrededor del dios Apolo para escuchar su lira, declamar hermosos versos y cantar bellas canciones.

El Parnaso es una montaña del centro de Grecia de unos 2,500 metros de altura, al pie de la cual estaba la antigua y legendaria ciudad de Delfos, cuyas ruinas existen hasta ahora. En los folletos turísticos se lee que el Parnaso es un hermoso parque natural donde vuelan majestuosamente hermosos buitres y águilas doradas.

Pero Parnaso es también el personaje mitológico que dio su nombre a la montaña.

Parnaso era hijo de Poseidón, dios de los océanos, y de la ninfa Cleodora, una de las Trías.

Las Trías eran tres ninfas aladas que vivían en una hermosa montaña, donde ensayaban y practicaban el divino arte de la adivinación.

Estas ninfas se alimentaban con la miel de ciertas abejas y después de comerla podían conocer y revelar la verdad, y adivinar el futuro. Cuando se privaban del delicioso manjar, las Trías decían mentiras y revoloteaban ansiosas dejando caer de sus cabezas un polvillo blanco, como caspa.

Apolo visitó una vez la hermosa montaña y quedó encantado. Entonces pidió a Hermes, el dios mensajero, que cuidara a las Trías y velara que comieran la miel. Hermes iba a menudo a ver a las Trías para entretenerse con ellas preguntándoles secretos de los dioses y los mortales.

Según la leyenda Poseidón se enamoró de Cleodora, una las Trías. De esa relación nació Parnaso, quien dio su nombre a la montaña y construyó al pie un santuario que era vigilado por una enorme serpiente llamada Pitho. Parnaso consagró el santuario a Apolo, el que estableció allí su oráculo e hizo construir el principal de sus templos. Al templo y ocráculo de Delfos acudía la gente común y grandes personajes de todas partes de Grecia, y todavía de más allá, para conocer su destino antes de tomar importantes decisiones, o para averiguar aspectos oscuros de su pasado y saber la suerte que los dioses les tenían reservada.

En el Parnaso solía pasar el tiempo y descansar Apolo cuando bajaba del Olimpo. Allí se solazaba escuchando a las Musas que cantaban sus bellas canciones y declamaban sus hermosos poemas.

Era el Parnaso un pequeño universo de felicidad, donde se practicaba la adivinación y se cultivaba la belleza de la palabra y el arte de la armonía musical.

En el Parnaso se posó el Arca de los esposos Deucalión y Pyrra (equivalente griego del Arca de Noé), después del diluvio que Zeus hizo caer sobre la tierra para castigar a los mortales por sus delitos e impenitencias.

Deucalión era hijo de Prometeo y Pirra, de Pandora. Cuando cesó el diluvio bajaron de la montaña y entraron al templo de Apolo, que milagrosamente no había recibido ningún daño. Ellos querían saber qué debían hacer para repoblar la tierra y el oráculo les dijo que cada uno de ellos debía lanzar por encima de sus hombros los huesos de la madre. Entendieron que se refería a la Madre Tierra y que sus hijos eran las piedras. De manera que Deucalión y Pirra emprendieron el camino y las piedras que él arrojaba se convertían en hombres y en mujeres las que tiraba Pirra.

Doros, nieto de Deucalión, fundó el pueblo de los dorios y estableció en el Parnaso la primera colonia dórica.

En las cumbres del Parnaso se reunían las Thiades (sacerdotisas de Thya, hija de Deucalión y Pirra), para celebrar las fiestas llamadas orgías, en honor de Dionisio.

Thya tuvo un hijo de Apolo que fue llamado Delfos, quien fundó la ciudad de ese nombre junto al templo de su padre.

En Delfos, al lado del templo de Apolo había una fuente sagrada llamada Castalia, en memoria de una doncella así llamada que se ahogó en sus aguas, tratando de escapar del acoso sexual de Apolo.

En la Fuente Castalia se lavaban y purificaban los peregrinos antes de entrar al santuario de Apolo para consultar el Oráculo. Y bebían sus aguas aquellos que querían recibir la inspiración divina para crear y cantar la poesía y la música.

Opinión mito Parnaso archivo
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