Marvel salda una cuenta pendiente con Pantera Negra. En su nueva era como estudio multimedia, lleva más de una década dominando la taquilla con películas centradas en héroes de un perfil definido: hombres de raza blanca blancos. Las mujeres y todos los demás grupos étnicos quedan relegados a interés romántico y papeles de apoyo. Pantera Negra es una ambiciosa película que no solo revierte el balance racial de los repartos.
También brinda papeles proactivos a sus actrices, y se formula como una intrigante exploración de la cultura africana en clave “pop”. Las semillas de “Capitán América: Guerra Civil” (Anthony & Joe Russo, 2016). Ahí conocimos a T’Chaka (John Kani), rey de Wakanda, una misteriosa nación africana. Su hijo, el príncipe T’Challa (Chadwick Boseman) trata infructuosamente de salvarlo cuando terroristas atacan las Naciones Unidas. Esa subtrama nos conduce a Pantera Negra. Pero antes de llevarnos al funeral, la película arranca con un flashback a Oakland en 1992, cuando una misión de Wakanda le hace una visita mortal a un agente infiltrado. ¿O es un traidor? De vuelta en el presente, un grupo de mercenarios roba una reliquia de un museo británico, fabricada con vibranium, el misterioso mineral que abona el progreso del país imaginario. En su palacio, T’Challa se prepara para los ritos de su coronación.
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Suena como demasiado, y en algún nivel, lo es. La película tiene que invertir tiempo en crear no solo un mundo, sino una cultura entera, filtrando elementos de África y su complicada historia con EE.UU. A eso debe sumarle la intriga palaciega alrededor de la sucesión del trono; y la conexión de la historia con el resto del Universo Marvel.
Gracias a las propiedades mágicas de vibranium, Wakanda es una nación rica y desarrollada, donde tradiciones milenarias coexisten con tecnología futurista. Pero el reino ha apostado por sobrevivir a costa de una política aislacionista. No comercian con ningún otro país ni aceptan migrantes. Incluso, utilizan un avanzado sistema de radares para hacer que sus ciudades y fronteras sean invisibles.
Pantera Negra puede ser la más interesante de las películas de Marvel, no solo por revertir el balance racial de su reparto, sino por trascender a sus narrativas de redención y empoderamiento personal.
T’Challa tiene que convertirse en el líder que su pueblo necesita, pero el conflicto de fondo tiene que ver con responsabilidad del sujeto, y el país, frente al mundo. Cuando W’Kabi (Daniel Kaluuya), líder de la tribu fronteriza, suena como Donald Trump cuando dice que Wakanda no debe involucrarse con el resto del mundo. En contraste, Nakia (Lupita Nyong’o), la novia de T’Challa, le da la espalda a la realeza para ayudar en naciones vecinas. La película la introduce tratando de liberar a un grupo de muchachas secuestradas por una milicia al estilo de Boko Haram. Los principales villanos se alimentan del rencor, y quieren usar el poderío de Wakanda para vengar violentamente a su raza.
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El director Ryan Coogler logra lo imposible, manteniendo su impronta personal bajo las demandas de un estudio notorio por su afán de control. El director de “Creed” (2015) le da un papel crucial a su actor fetiche, Michael B. Jordan. Además, ejecuta secuencias de acción claras y envolventes. La mejor puede ser una pelea colectiva escenificada en un casino ilegal de Seúl. La puesta en escena, definida por tomas largas, recuerda la masacre de la Casa de Hojas Azules en “Kill Bill Vol. 1” (Quentin Tarantino, 2003). Ojalá pueda seguir minando el mundo que ha construido en busca de más historias. Es la mejor película de superhéroes que Marvel ha hecho en años.