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/ Álvaro Taboada T.

El dilema ante Venezuela

El hambre y la represión campean sobre Venezuela. Su tragedia posa difíciles disyuntivas a la conciencia iberoamericana. En 1992 nadie pensó que aquel golpista (que mintió a más de 400 jóvenes soldados para movilizarlos y después capituló) sería presidente siete años después. Hugo Chávez heredó un país con problemas, pero en desarrollo. Aunque la élite política tradicional, progresivamente corrupta, produjo una crisis político-moral que exigía urgente cambio, el reemplazo (tras grandes expectivas iniciales) hundió al país económica, institucional y moralmente.

Chávez recibió una democracia saneable dentro de los parámetros constitucionales entonces vigentes; dentro de ellos accedió al poder presidencial. Venezuela tenía casi todo para desarrollarse; PDVSA producía 3.3 millones de barriles diarios de petróleo (bpd). El principal comprador y pagador de PDVSA fue y es —hasta hoy— “el imperio”. SIDOR (otra industria insignia) fabricaba 25 por ciento del acero líquido de Iberoamérica.

Un auge de precios hidrocarburíferos jamás visto (produjeron alrededor de $700,000 millones entre 2002 y 2014) debió haber financiado la necesaria diversificación económica venezolana. El chavismo prometió hacerlo, pero Venezuela depende del crudo más que nunca.

Durante el banquete multibillonario, Chávez pronosticó inversiones por 250,000 millones (Plan de Inversión de PDVSA 2010-2015); prometió una producción de 4.2 millones (bbd) para 2015, y mucho más hacia 2020. Fanático castrista, ciego ante ese desastre, anunció: “Venezuela navega hacia el mar de felicidad del pueblo cubano”. (¡Y lo logró!).

La corrupción excedió todo límite conocido. PDVSA financió programas sociales clientelistas que, tras mucha ilusión inicial, fracasaron. El socialismo enriqueció al comandante en más de US$2,000 millones. (Pero sus camaradas ya lo superan). Chávez pasó el Aqueronte en 2013, pero dejó sembrado el desastre que completó Maduro, el millonario “presidente obrero”. PDVSA decayó hasta 1.85 millones bbd en 2017 y sigue hundiéndose. SIDOR, para efectos prácticos, murió. La inflación, la mayor del mundo, puede alcanzar 2,000 por ciento este año. El salario mínimo real no llega ni a 4 dólares mensuales: alcanza para comprar un pollo, un cartón de huevos y una cajita de leche. Más del 70 por ciento de la población vive en angustiosa pobreza.

Faltan los medicamentos y los enfermos mueren; los niños crecen desnutridos, o perecen; la gente sufre hambre, mientras el gobierno se niega a abrir un corredor humanitario porque “violaría la soberanía”. Esto es genocidio. Bajo el chavismo, los basureros son los supermercados del pobre. Más de millón y medio de venezolanos huyó hacia Colombia, Brasil, etc. y el éxodo sigue. Los balseros se ahogan, reeditando “la felicidad cubana”. El régimen desembocó en narcodictadura injerencista. (Según la ONU, 52 por ciento mundial de las drogas pasa por Venezuela).

Téngase por seguro: el narcochavismo sacrificaría al pueblo entero para continuar enriqueciéndose, mientras exporta drogas y su modelo. Esto coloca al continente frente a un dilema ético-humanitario y político. El chavismo, y seguidores, invocan “la soberanía nacional” ante cualquier presión externa. Pero hoy no existe aquella soberanía absoluta de tipo westphaliano, y menos cuando un gobierno martiriza al pueblo, el soberano. En el mundo actual pesan muchísimo la interdependencia, y el Derecho Penal Internacional. La tragedia venezolana sobrepasó el momento del diálogo chavismo-“opositores” y “mediadores” que parlan en Santo Domingo. El holocausto venezolano no se alivia con farsas electorales. ¿Qué hará el hemisferio ante el peligro regional que posa un narco-gobierno, qua además comete crímenes de lesa humanidad? ¿Proponer diálogos estériles? ¿Imponer sanciones económicas selectivas, poco eficaces? ¿Intervenir multilateral y directamente? Lo cierto es que salvar a un pueblo merece cuanta acción colectiva sea necesaria.

El autor es Doctor (Ph.D). en Estudios Internacionales.

Opinión Nicolás Maduro PDVSA Venezuela archivo
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