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presos políticos, Nicaragua, crisis, protestas
/ Editorial

La clave del 25 de febrero

El domingo pasado se cumplieron 28 años de las elecciones del 25 de febrero de 1990, cuando el FSLN y Daniel Ortega fueron derrotados por la Unión Nacional Opositora (UNO) y doña Violeta Barrios de Chamorro.
Doña Violeta fue la primera mujer elegida presidenta por el voto popular, en Nicaragua y las Américas. Antes de ella solo dos mujeres habían sido presidentas, Isabel Martínez de Perón, en Argentina, en 1974 y Lidia Gueiler en Bolivia, en 1979. Pero Martínez fue presidenta por sucesión, tras la muerte de su marido y Gueiler por designación del Congreso boliviano.

Las elecciones del 25 de febrero de 1990 fueron también las primeras en las que un partido revolucionario marxista en el poder se arriesgó a competir electoralmente con la oposición, perdió y salió del gobierno de manera institucional.

En las nuevas circunstancias históricas, cuando Ortega y el FSLN están otra vez en el poder y han vuelto a instaurar la dictadura, ¿será posible repetir el fenómeno de las elecciones del 25 de febrero de 1990?
Creemos que sí, aunque no exactamente igual porque las condiciones del país e internacionales son ahora diferentes. Sobre todo que no hay guerra, aunque de vez en cuando de manera aislada algunos campesinos desesperados se alzan en armas contra el régimen dictatorial y son exterminados con facilidad.

Tampoco ahora las superpotencias antagónicas están interviniendo en el país como lo hacían en aquella época, cuando los sandinistas por su afán de exportar la revolución e intervenir en la guerra civil de El Salvador, convirtieron a Nicaragua en uno de los escenarios de la Guerra Fría internacional.

La guerra, el servicio militar obligatorio, la bancarrota de la economía, la desesperación de la gente por la escasez y los racionamientos, y la unidad de los 14 partidos opositores que formaron la UNO, fueron determinantes para que la mayoría de los nicaragüenses votara contra Ortega y el FSLN. Pero el factor clave fue el de las mismas elecciones, que sin haber sido completamente democráticas fueron competitivas y la comunidad internacional vigiló las votaciones y que se respetaran sus resultados.

Eso es lo que se puede conseguir y repetir ahora. Las elecciones pluralistas, justas y competitivas son el eje de la democracia y si en la actualidad las hubiera en Nicaragua, producirían tranquilidad interna y las presiones exteriores desaparecerían.

El objetivo natural de los partidos y las alianzas políticas es tomar el poder para ejecutar sus programas de gobierno. Para ellos lo primordial es derrotar a Ortega y el FSLN y sustituirlos en el poder. Sin embargo, para la nación y la comunidad internacional lo fundamental es que haya en Nicaragua una verdadera democracia, que las elecciones sean competitivas y limpias y que el voto popular sea respetado, independientemente de quién gana los comicios.

Lo cual se puede lograr con las debidas presiones internas y externas, sin necesidad de que el país vuelva a las situaciones de violencia armada del pasado.

Editorial Daniel Ortega FSLN Nicaragua archivo
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