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Lady Bird, película, crítica de cine

Crítica de cine | Lady Bird

“Con o sin premio Óscar, Lady Bird es un hermoso ejercicio cinematográfico, y Greta Gerwig un talento mayor”, dice nuestro crítico Juan Carlos Ampié

Este 4 de marzo tiene lugar la 90 entrega de premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Este año el evento es más especial para los cinéfilos nicaragüenses. Por primera vez en años la mayoría de las nominadas se han proyectado en el país. En lugar de hacer predicciones, prefiero llamar su atención sobre una de las nominadas a Mejor Película que corre el mayor riesgo de pasar desapercibida. Se trata de “Lady Bird”.

El debut de la actriz Greta Gerwig conquistó cinco nominaciones, en las categorías de Mejor Película, Dirección, Guion, Actriz Protagonista (Saoirse Ronan) y Actriz de Reparto (Laurie Metcalf). La protagonista se llama Christine, pero en un infructuoso intento por apropiarse de su individualidad, escoge como nombre “Lady Bird”. Es una muchacha normal, de 17 años de edad, con un relación contenciosa con su madre, Marion, enfermera de hospital psiquiátrico. El padre, Larry (Tracy Letts), está al borde del desempleo. Su hermano (Jordan Rodríguez) y su esposa (Marielle Scott) regresan de la universidad a trabajos meniales que los obligan a mudarse con ellos. Suena duro, pero se presenta como la simple realidad en clave de comedia.

Las presiones económicas de la vida hogareña contrastan con las dificultades sociales en la escuela. Lady Bird oscila entre dos posibles novios (Lucas Hedges y Timothée Chalamet); disfruta de la complicidad de su mejor amiga Julie (Beanie Feldstein), a la vez que gravita hacia un grupo “cool” de niños ricos. Las modestas condiciones de sus padres no la detienen. Después de todo, aspira a ingresar en una cara universidad de humanidades en la costa este, lejos de su proletario hogar en Sacramento, California.
El cine está colmado de historias de maduración comúnmente centradas en personajes masculinos. “Lady Bird” se distingue, en primera instancia, por centrarse en la experiencia femenina. Mediante una estructura episódica, Gerwig observa con humanismo y compasión los ritos de crecimiento que Christine experimenta. Discusiones explotan, romances acaban, algunas travesuras ameritan castigo, pero todo esto se presenta como parte del tejido de la vida cotidiana. Lo más cerca que tenemos a un arco narrativo principal es la evolución de la relación entre Christine y su madre. Ronan y Metclaf hacen un trabajo extraordinario, invocando en sus interacciones la porosa frontera entre amor y hastío.

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La dinámica de historias como esta suele envilecer a los personajes adultos para convertirlos en antagonistas, un obstáculo más que el héroe debe vencer. Los adultos se presentan inefectivos, remotos, emocionalmente innacesibles o incluso criminales. Pero no es esa la agenda de Gerwig. Ella muestra cuan vulnerables pueden ser y lo ciegos que pueden ser los jóvenes a las tribulaciones de sus mayores. Desde el sacerdote con una crisis depresiva, hasta la madre que no puede permitir la compra de una revista, para no desbalancear el presupuesto familiar. Cada quien vive su propia odisea.

Christine y su madre son más parecidas de lo que creen. La idea es visualizada de manera brillante. Después de la escuela, Christine y Julie regresan a casa caminando por los barrios ricos de la ciudad, imaginando qué mansión habitarán cuando sean adultas. Después de un turno doble en el trabajo, la madre regresa a casa por el camino más eficiente, disfrutando del atardecer sobre los banales paisajes urbanos. Los jóvenes tienen tiempo para soñar, los adultos encuentran la felicidad donde pueden.

“Lady Bird” es una película tan modesta y delicada que, al proyectar adjetivos celebratorios sobre ella, uno se preocupa de que pueda romperse bajo el peso de las expectativas. Con o sin Óscar es un hermoso ejercicio cinematográfico, y Gerwig un talento mayor.

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