El escritor español Fernando Aramburu considera que las personas sin palabras están perdidas y destaca la importancia de este hecho frente a los especialistas “en la fabricación de fanáticos”, que —dice— “lo tienen muy fácil con el hombre inculto”.
“El dominio de las palabras es liberador”, asegura Aramburu (San Sebastián, 1959) en una entrevista con motivo de la presentación de su nuevo libro, en la que recuerda que llegó a la literatura porque “las palabras eran baratas”.
“Yo vivía en el arrabal, mi padre era obrero de una fábrica, y comíamos de su esfuerzo. Mi madre era ama de casa, no había libros. Intenté primero, por medio del deporte, no repetir el destino laboral y social de mis padres, pero descubrí los libros, y esa fue la carta que jugué”, señala el autor.
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Tras vender más de setecientos mil ejemplares de su novela Patria, Aramburu presentó en el Instituto Cervantes de Madrid Autorretrato sin mí (Tusquets), un conjunto de textos, “monólogos” en los que el autor “echa una mirada” hacia lo que le constituye como ser humano, una confesión en definitiva.
Patria, daba comienzo el día en que (la banda terrorista) ETA anunció, en octubre de 2011, el cese de su actividad armada y ahora, respecto a su supuesto final definitivo, el autor sostiene que, si la banda se disolviera realmente, “se podría hablar del final de un lamentable, triste y sangriento período histórico” en España. Además, contribuiría “a favorecer la reposición de los lazos sociales”.
“Este hecho tendría una repercusión pedagógica muy positiva en la sociedad vasca. Por fin nos habríamos librado de esta fiera”, recalca el escritor donostiarra, que insiste en que “la mera existencia de ETA es terrorismo aunque no actúe”.
Poética y humor
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La “verdad personal” que enseña Aramburu no es su biografía, la historia “de un señor que se dedica a escribir y leer y al que no le pasan grandes cosas”, sino que son asuntos que afectan a todo ser humano expresados en un lenguaje cincelado con intención poética y humor.
Tanta verdad que baraja la posibilidad de “haber metido la pata” al publicar este libro: “Veo en la tele cómo las personas cuentan intimidades y siento vergüenza ajena”, sostiene el escritor, que dice que confiaba en que la literatura poética le sirviera de escudo.
De todos modos, escribe a diario, ya que sus padres le inocularon de pequeño el sentido de la responsabilidad: “Necesito todos los días escribir algo, aunque sea una frase, algo que me salve el día y me libere de la mala conciencia de haber estado un día sin rendir, sin trabajar”.
Escritos lejos del escritorio
En su nuevo libro Autorretrato sin mí, recuerda su infancia y a sus padres, habla del amor, de los hijos y las alegrías y las angustias que componen la vida de todos.
“Autorretrato sin mí no es el resultado de un proyecto deliberado: la mayor parte de las piezas las escribí lejos del escritorio, fuera de casa, durante viajes, en sitios insólitos para la escritura”, en momentos en los que se aislaba, tomaba un vino y recuperaba “aquella disposición que tenía de joven cuando escribía poemas”, recuerda Aramburu.