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Crisis en el liberalismo

Ni escombros quedaron del PLI. Ni la piedra en el milagro de revivirlo. Ni recuerdos de sus setenta y cuatro años durante los cuales fue un paladín opositor. En lo que concierne al PLC solo se escucha el vuelo inútil de los zancudos con pretensiones de ser en el escenario de la falsedad, la primera fuerza de oposición contra el actual gobierno.

La crisis a que aludo en el título de este artículo no está relacionada con el liberalismo universal siempre vigente desde el momento en que la raíz de su humanismo proclamó a la libertad como conquista integral del ser.

Me ubico en el patio criollo. Aquí en Nicaragua influido por los efectos de la revolución francesa, el rojo reflejado por la plasmación republicana tuvo espacio en los linderos de la ideología conectada con la emancipación multitudinaria y no de la cúspide monárquica a través del influjo que tuvo en José Santos Zelaya. Pero este como ocupante equívoco del poder desvió la ruta. De ese comportamiento emergieron discípulos como Somoza y de otros infractores de la doctrina. A partir de ahí el PLI fue la fuerza más beligerante, la verdadera oposición de esa deformación. Pero esta vez —en el presente— la destrucción de los principios ha sido tan sistémica que ni la esperanza cabe en el horizonte. Solo existe la versión histórica, el concepto de que siendo esta la “maestra de la vida” según antigua calificación de Herodoto, el PLI auténtico solo tiene área en la tribuna para ser el modelo de resurrección de una clase nueva donde no quepan las migajas silentes que lo desnaturalizaron.

“Nicaragua no ha disfrutado de una ideología liberal bien soportada” reconoce el doctor Alfonso Dávila Barboza uno de los pioneros ancestrales del movimiento liberal constitucionalista. Sin embargo en la veteranía de esa afiliación reconoció con coraje objetivo y no sectario que el PLI, en su momento, pudo haber rescatado esa ideología, esa vigencia”. Lamentablemente todo lo que proclamó Zelaya fue huésped del abismo.

Ninguno de los actos posteriores produjo frutos estables partiendo del que protagonizaron dos cabecillas aparentemente antagónicos, Anastasio Somoza Debayle y Fernando Agüero Rocha. Ambos pusieron al semáforo en verde para darle paso a una constituyente y reformar a la Constitución solo para poner una prenda legal en el pecho del continuismo. Un pacto que parió gemelos a través del arreglo entre Ortega y Alemán. El pacto fue el pretexto nomotético para justificar la equivalencia de las reformas constitucionales aprobadas en 2014 por la Asamblea Nacional para alcanzar a la medida en el traje del Ejecutivo. Nunca imaginó Ramiro Sacasa Guerrero hacedor del tronco liberal constitucionalista que el gobierno de Alemán haría una burda transcripción de los errores anteriormente cometidos por la célebre alianza de “un solo corazón”. Pueden verse las banderas postradas en la vitrina gris del liberalismo.

Queda expuesta la rigurosa realidad. Ninguna de las dos siglas es, ni independiente ni constitucionalista. Llevan el apellido en la forma de un atuendo nominativo. El ideal, la causa que los engendró ha desaparecido, razón por la cual en la propuesta real y reivindicativa solo cabe que surja una nueva clase renovada en sus principios, liberada de la gestión carbonizada de las cúpulas privadas de toda posibilidad de ser factores de la reivindicación. Los mejores hombres han quedado como símbolos inspiradores de la nueva generación.
El autor es periodista.

Opinión crisis Liberalismo PLC PLI archivo
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