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No más de lo mismo

No. Quiero hacer énfasis en el no. Mi no de hoy que sigue el adagio de Winston Churchill: “Una nación que olvida su pasado no tiene futuro”.

Cavilamos el pasado para aprender del mismo, para reflexionarlo. Reviso la década de mis veinte como un valle de sombras que transité porque Dios quería darme una lección de vida. En los veinte todo es un desorden, un huracán, un mirar nublado. Decimos los escritores que no hay juventud sin rebeldía. ¿Qué se aprende, qué nos deja una primera juventud “de rock and roll”? ¿Qué nos deja tanta vana teoría? Nada.

Hoy me pregunto por qué en esa época me llamaba la atención Cuba. Hoy lo entiendo. Porque me atraía la idea de la isla, lo que representa geográficamente una isla. Y no el comunismo, el socialismo y similares pues son caminos de oscurantismo: compartir es una idea de todos y no de algunos. De todas maneras Cuba ha muerto y a esa edad, se tiene tan poca sabiduría.

Dicha idea me recuerda una escena de la película Vivre sa vie de Jean Luc Godard en la que la actriz Anna Karina y el filósofo Brice Parain sostienen una conversación sobre qué es vivir. El parlamento de Parain parte de una pregunta clave y cito: “¿Conoce a alguien que sepa inmediatamente lo que ama? No. Cuando se tienen veinte años no se sabe lo que se quiere, se sabe tan poco, se agarra uno a su experiencia (…) Es precisa la búsqueda. Esa es la verdad de la vida”, concluye Parain; una idea que retomo de este diálogo es que aunque hayan jóvenes que nunca hayan tenido una búsqueda real, la búsqueda es vital para el crecimiento interior.

No se puede llamar propiamente “experiencia” al vacío, a la nada, a la inexistencia. De todo lo vivido el significado de mi búsqueda radica y se detuvo en la absoluta certeza de la presencia de Dios en mi vida. Ya no busco, porque he encontrado al Señor. El haberlo encontrado cambió por completo mi ser.
Me contemplo en el pasado y rescato lo perenne. El hálito divino, la llama interior que llevamos adentro.

Contemplo el bosque lúgubre de la desinformación, el mar de palabras traicioneras, que a falta de la profundidad de la gracia, en aquel entonces no comprendía: Leo el viejo artículo de opinión Más de lo mismo que escribiera hace aproximadamente diez años, sobre políticos de distintos sectores de la oposición y sea el presente una disculpa, una enmienda y una rectificación por comprender hasta ahora qué significa una persecución política en una Nicaragua en la que a veces nos sentimos forzados a la desinformación.

Recuerdo con nitidez la década del ochenta y no olvido: un vacío, una angustia, un dolor que no se va. Recuerdo la década de los noventa: la celebración y nuestra sonrisa luego del triunfo de doña Violeta Barrios de Chamorro, prueba que pese a nuestras diferencias nada me haría más feliz que ver a la familia conservadora y a la familia liberal nicaragüense unida. El arduo trabajo que implica conciliar a una oposición disímil, dispar y en pugna.
Me pregunto: ¿No todo debió ser tan malo en los noventa? ¿O sí?

La autora es escritora y profesora nicaragüense.

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