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Poemas de Ana Ilce Gómez con miradas de mujer y feminismo

Sin recurrir a los términos “feminismo o machismo”, la poeta con alto rigor poético y “feminista a su manera”, denuncia, reclama y se revela, sin caer en lo panfletario, contra la violencia y machismo

Desde su propia intimidad, creatividad, precisión verbal y sensibilidad femenina, Ana Ilce Gómez (1945-2017) autora del libro Poemas de lo humano cotidiano (2004) señala —en esta selección de poemas— el maltrato y la agresión de los lapidarios y la marginación histórica sufrida por las mujeres.

Sin recurrir en sus versos a los términos “feminismo o machismo”, la poeta con alto rigor poético y “feminista a su manera”, denuncia, reclama y se revela, sin caer en lo panfletario, contra la violencia y machismo.

Otros de sus poemas hablan de la mujer y el esplendor de la poesía. Gómez también es autora del poemario, Las ceremonias del silencio (1975). Aquí siete de sus poemas:


 

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mujeres con guitarra

Hay muchas mujeres lapidadas a lo largo
de la historia.
Su vida fue de jaurías y de toros rabiosos
de sangre alzada
de mordeduras largas.

Mujeres que le devolvieron al mundo
la embestida,
que se inmolaron o tuvieron que matar
para seguir viviendo,
ésas que en la hora más oscura
roturaron el campo con sus uñas
para que vos y yo pasemos.

Hondas mujeres
que quizás una lenta madrugada
marcharon al fuego o a la horca
por cosas tales como desordenar
el orden público
por inventar una nueva manera de descifrar
la vida
por tener voz
o por infieles
o ateas.

Ellas ya no están. Sus cabezas reposan
sobre un siglo o dos. Sus ojos
ya no existen.

Pero de ellas perdura una hebra sutil
un hilo ciego que sin saberlo
nos hace crecer y despertarnos en la noche
con unas ganas inmensas de vivir
de derribar todos los muros
de desafiar todas las hogueras
así como de amar y de pulsar
todas
toditas las guitarras de la tierra.

 

ningún fuego, ningún puñal

Ningún huracán
Ningún cuchillo
Ningún rayo partiendo la sombra en dos
Ningún áspid devorando la vid
Ningún veneno en las oscuranas y fulgores
del Hamlet
Ningún infierno de Dante
Ningún círculo
Ningún fuego sobre el estupor de Babilonia
Ninguna piedra en la pétrea mano
de Andrés (lanzada a tantos kms. por hora).
Ningún toro en la tarde de Manuel Rodríguez
Nada. Nada ni nadie
asombrará o derribará
a esta mujer
que sabe que proviene del vientre
suave y palpable de otra mujer
y no de una insólita
costilla.

 

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la muerte no es una mujer

La muerte no es una mujer
con el cráneo pelado y una corva guadaña
entre las manos.
La muerte es un hombre que galopa
entre las noches que columpia el insomnio.
Es un varón disfrazado de oscura damisela.
Tiene unas rosas en las manos
y un cordel para colmar el cuello.
Alguien un día dibujó a la muerte
con rostro de doncella. Pero ella es él,
pálido, abyecto,
que en la noche se llega hasta mi sueño
y como un perro fiel
me hace aspirar su aliento de témpano
y misterio
y con fría insistencia se me acerca
                  y me lame los pies.

 

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ignorancia reclama

¿Por qué a través de los años
persisten los nombres de Ovidio
o de Virgilio?
¿Qué hicieron ellos
qué dijeron ellos
o qué corona tenían
para que el tiempo
con tal generosidad
los perdonara,
mientras yo, que apenas acabo
de nacer
estoy ya pereciendo?

  

aria

No soy ángel
que preside la vida
ni sabia
ni agorera.
Unicamente
soy una mujer
cálida
intensa
que en su más apartada
intimidad
cree tener voz
                  y canta.

 

ecuación perfecta

La latitud del corazón
la plenitud de una manzana
las flores insolentes del jarrón,
perfectas ecuaciones que desgrana
el azar
tropel de imágenes que llenan
la estancia de una mujer
que hilvana realidad o eternidad
con los retazos que la vida
le ofrece.

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permanencia

Me he desangrado en el trabajo
de dar permanencia a la palabra,
piedra pulida que yo he lanzado
a lo profundo de las aguas
para que algún día el pescador
solitario lance su red
y entre los peces muertos
                             la descubra
y la lleve a su orilla
y la haga suya para siempre.

Cultura Ana Ilce Gómez poemas archivo

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