14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El Dios del amor

Las falsas imágenes de Dios en vez de acercarme a Él me alejan y es que Dios sigue siendo para muchos de nosotros: ese Señor “Todopoderoso”, que dirige nuestra historia con su varita mágica y, de vez en cuando, le vienen sus arrebatones de ira contra su pueblo (2 Cron. 36,16), o nos aplasta sin compasión enviándonos desgracias personales o sociales.

Ese Dios juez implacable que siempre tiene en su mano la vara para castigarnos cualquier error o pecado que cometamos y más tarde o temprano se cobra de ello. La primera “imagen falsa” que muchos cristianos tienen en su cabeza, es que Dios es una “amenaza” de la que hay que protegerse.

Ese Señor al que hay que procurar por todos los medios tener sosegado y tranquilo, porque, cuando se pone enfadado, no se anda con contemplaciones. Su bravura es terrorífica. Es decir, perdona pero no olvida. Este es el Dios que nos enseñaban, cuando éramos niños con aquellos versos que decían: “Mira que te mira Dios; mira que te está mirando; mira que te has de morir; mira que no sabes cuándo”.

Jesús, sin embargo, nos presenta un Dios muy distinto al que muchas veces nos dieron o seguimos dando los mismos sacerdotes, catequistas, papás o educadores.

Dios “es amor” (1 Jn. 4,8.16). Dios nos ama tanto que nos ha dado el mayor de sus tesoros: “Tanto amó Dios al mundo que le ha entregado a su Hijo unigénito” (Jn. 3,16).

Por eso, porque Dios es amor incondicional y amor sin límites: Dios quiere compartir con nosotros la riqueza más preciada que él tiene: su propio Hijo (Jn. 3,16).

Dios nunca puede ser motivo de temor porque donde reina el amor, allí se hace imposible el miedo y el terror, como nos dice también San Juan en su primera carta: “En el amor no hay temor” (1 Jn. 4,18).

Dios no pone condiciones para amarnos; nos ama gratuitamente y tal cual somos, este Dios, siempre es gratuito y nos invita también a nosotros a movernos en el mundo de la gratuidad.

Dios nos creó para salvarnos no para condenarnos. Este es el motivo de la venida de Jesús: darnos la vida, no la muerte, salvarnos, no condenarnos: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él, no perezca sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn. 3,17).

Este Dios que siempre salva y nos invita también, a quienes creemos en Él, a dar siempre nuestra mano para salvar y nunca para condenar a nadie. Por eso Dios, al ser amor, es siempre luz. (Jn. 3,21).

En el amor no hay mentiras ni oscuridades ni dobleces ni engaños ni pantallas. El amor va de la mano con la luz. Este Dios siempre luz, nos invita también a vivir siempre de cara a la verdad (Jn. 3,21), sin hipocresías ni mentiras, a plena luz.

Va siendo hora de dejar los ídolos que nos atormentan y nos esclavizan. Solo el Dios de Jesús, el Dios todo amor que solo entiende de salvación, de dar la mano y cariño a todos, es capaz de refrescar nuestra fe y de rescatar la fe perdida de muchos jóvenes y adultos.

Por eso, sería bueno hacer también nuestra aquella oración: “Señor, líbrame de todos los conceptos falsos que me han infundido de Ti”. Solo hay un Dios que puede refrescar nuestra fe, hacerla bellamente juvenil y atractiva: “El Dios de Jesús” que, al ser amor, nos compromete a más amor y a ser siempre signo y fuente de amor para todos.

El autor es sacerdote.

Opinión Dios archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí