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El escritor Sergio Ramírez presentó en Bogotá su novela Ya nadie llora por mí. LA PRENSA/Yader Flores/archivo

Sergio Ramírez: “Muchas veces la realidad derrota la ficción”

El novelista espera con devoción la entrega del premio en Alcalá de Henares el próximo 23 de abril, cuando sobre la escena complutense se le corone como uno de los grandes escritores en la lengua de Cervantes

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, como muchos otros de su continente, observa con frecuencia como con su pluma a duras penas puede superar la realidad que le proporciona América Latina, a tal punto que en ocasiones lo que más pasma a los lectores es su reflejo de ésta.

“Muchas veces la realidad derrota la ficción porque es demasiado cambiante, demasiado rica, demasiado sorpresiva. Hay historias que yo traspaso de la realidad a la imaginación y mucha gente piensa que son invenciones mías, son invenciones de la realidad, precisamente porque nuestra realidad no es neutra, no es pacífica”, afirma Ramírez.

La realidad de América Latina es, para él, “agitada, anormal, cambiante, sorpresiva, increíble a veces”.

Por ello, concluye, “esta incredulidad que pasma al lector al leer una novela, no es más que el reflejo de una realidad que la novela no está sino documentando”.

Ramírez, uno de los grandes nombres de la novela negra, dio un gran salto el año pasado, cuando se convirtió en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes.

El premio ha trastocado en buena medida su rutina vital y creativa, aunque confiesa que sigue buscando “cómo aliviar las cargas en la vida y procurar no salir de lo normal aunque la rutina se rompa”.

Presentó su novela en Bogotá

“Los focos se encienden sobre la cabeza de uno y eso es inevitable, pero lo que debemos procurar es que la vida no cambie (…) creo que lo más importante de un premio literario de esta categoría es recibir empuje o viento en popa para seguir escribiendo y no para dejar de escribir”, subraya el autor de Ya nadie llora por mí, novela que presentó en Bogotá.

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Bajo ese prisma continúa trabajando con la premisa de que “toda obra es imperfecta” y la mejor “está por venir”.

Esa es la convicción que mantiene cada día bajo unos focos que no parecen incomodarlo aunque espera a que “las aguas bajen de nivel”.

Espera entrega del premio Cervantes

Tal vez por eso espera con devoción la entrega del premio en Alcalá de Henares el próximo 23 de abril, cuando sobre la escena complutense se le corone como uno de los grandes escritores en la lengua de Cervantes.

“Sí, lo estoy deseando, porque yo dejé de escribir al recibir el premio y ha sido una vida muy intensa. Además se combinó con que me había salido mi última novela -Ya nadie llora por mí- antes del premio y he tenido que seguir con mi programa de presentaciones. Esta doble circunstancia hace que el tiempo se vuelva más escaso”, explica.

Ramírez volverá entonces a su rutina creativa, para lo cual se encierra durante horas sin ningún estímulo porque cree que “uno no puede dictar procedimientos, es decir estos son los procedimientos de la escritura”.

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“No, yo digo estos son mis procedimientos, y yo tengo que estar en un espacio en solitario, sin distracciones, sin teléfonos: sumergirme en este mundo de la creación literaria, evitar las tentaciones de salirme de allí las cinco o seis horas que yo me encierro a escribir. La calle es muy llamativa, los pretextos para levantarse de la silla son muchos”, agrega.

Muchas similitudes con su personaje el inspector Morales

Precisamente con Ya nadie llora por mí, segunda parte de El cielo llora por mí, en la que recupera al inspector Dolores Morales, un exguerrillero sandinista metido a periodista, con el que Ramírez, antiguo combatiente y exvicepresidente de su país, tiene muchas similitudes.

Morales se enfrenta a reglas de funcionamiento de la ley “que se vuelven papel mojado” porque “las instituciones no funcionan como deberían”.

“No se sabe si los narcotraficantes han influido en los jueces y fiscales o el crimen organizado y por lo tanto la situación del investigador mismo se vuelve tan precaria, que él mismo está sujeto al riesgo de la contaminación”, explica.

Sobre ese panorama aparece Morales, “que viene de un mundo ideal, ético por el que el peleó y perdió una pierna”.

Con ese paisaje “tiene que llevar una prótesis por la vida y este detective, que añora este mundo ético del cual él viene que nunca se pudo realizar, tiene que vivir en este otro mundo que no es el suyo”.

“Tiene esa carga adicional además del riesgo de la contaminación, tiene que escoger entre el bien y el mal y esa frontera muchas veces es difusa”, apostilla Ramírez un hombre al que su militancia en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) le llevó hasta la vicepresidencia para luego decepcionarse del rumbo que tomó el presidente Daniel Ortega.

Entonces el combatiente decepcionado acude a la máxima darwinista que explica que “las especies que no se adaptan al nuevo medio no sobreviven”, por lo que hay que buscar como romper esa regla y buscar como sobrevivir.

“Es lo que yo trato de lograr con este personaje del inspector Morales”, comenta Ramírez, y esboza una leve sonrisa.

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