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Maduro y el espanto del socialismo

No voy a hacer cifras exactas de cuántos venezolanos abandonan su país cada día para buscar nuevos horizontes, pero cuanto más los oprimen y son abandonados a su suerte por la crisis económica, tanto más se multiplicarán y seguirán extendiéndose.

Venezuela es considerada el país con mayor inseguridad en América del Sur. Se estima que en los últimos dos años más de 50,000 venezolanos han sido asesinados. La inflación supera el 700 por ciento y las fábricas privadas y públicas paralizan su producción por falta de insumos.

La diáspora venezolana es impresionante, las imágenes de las cadenas de televisión lo dicen todo. Las autoridades de Brasil, en el estado de Roraima —la principal puerta de entrada de los venezolanos a ese país— reportaron la llegada de alrededor de 40 mil inmigrantes venezolanos.

¿Será que el presidente Nicolás Maduro pone oídos sordos a los consejos de sus amigos del Alba? ¿O acaso no lo aconsejan por ser el mecenas del petróleo y se abstiene a no hacerlo por temor? En Nicaragua tiene un aliado que le puede dar buenos consejos de cómo entenderse con el capital y la empresa privada. El presidente Daniel Ortega, después de sus errores en el pasado tiene más de 10 años de gobernar y duerme tranquilo. Pero seguramente Maduro vive el espanto del socialismo del siglo 21, de dar palo duro contra la empresa privada.

Solo su amigo, el expresidente del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva —reo de la justicia de su país por corrupción— recomendó a Maduro no aislar a Venezuela, pensar en la economía porque su país necesita abastecimiento y generar mucho empleo. Amigo como ese, creo, no hay dos.

Maduro tiene sometido a su país a una inflación récord que no para de subir, los supermercados existen pero productos no hay, lo que se observa nada más son artículos que no son de primera necesidad. Aun así dice garantizarse 10 millones de votos. Qué ironía, esos diez millones que dice obtendrá en las elecciones del 20 de mayo, ¿acaso comen como reyes?

En Colombia —otro país vecino de Venezuela— muchos llegan para quedarse y buscar oportunidades y otros para comprar productos de primera necesidad, alimenticios y de higiene.

A Maduro se le está poniendo fea la cosa. Por un lado le pide a los Estados Unidos (EE. UU.) iniciar un diálogo entre ambos países y que el presidente Donald Trump determine si el encuentro se hace en Washington o Caracas. Pero por otro lado ataca al gobernante estadounidense y lo acusa de ser injerencista y jefe de la oposición venezolana.

En cambio el gobierno de Cuba y la Unión Europea (UE) alcanzan acuerdos políticos y comerciales. Paradójicamente, la Comunidad Europea ha sancionado a siete altos cargos del gobierno de Nicolás Maduro, mientras el gobierno del presidente Daniel Ortega es respaldado por el FMI y crecen las expectativas de inversiones y crecimiento económico.

El gobierno de Venezuela ya no cuenta con el apoyo de Ecuador, porque el presidente Lenin Moreno se alejó del proyecto del socialismo del siglo XXI que fue impulsado por su mentor, Rafael Correa. Todo parece indicar que es cierto que el presidente Maduro no tiene quien le escriba. En su acostumbrado discurso antimperialista y peyorativo contra sus oponentes, tan absurdo como trivial, Maduro se está quedando solo.

El autor es periodista, miembro de la APN.

Opinión asesinatos crisis inseguridad Venezuela archivo
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