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El fenómeno del clima

La desusada presencia de la nieve en regiones asignadas al trópico por la perpetuidad geográfica y de la lluvia intrusa en el verano, son causa de un malestar justificado por los daños ocasionados en la tierra cuando está lista para producir en tiempo y forma. El organismo humano incluso se siente flagelado por la visita reincidente e inoportuna de las aguas cuyas travesuras no tienen nada de ingenuas. Sus diabluras han provocado tragedias —muertes en dosis escalofriantes— con la imagen del fantasma devorador auspiciado por la inestabilidad, provocado por el comportamiento errátil del mismo hombre. La reincidencia nos convida a sospechar en los efectos ominosos que pueden estar incubándose en el Planeta en las intensidades menos esperadas, aunque presentidas por “el instinto de conservación” de la criatura humana tan endeble y breve en este tránsito por el mundo.

No pocos temores son abrigados por los signos de una interrogación ruinosa. ¿Serán estas señales de que ya está cercano el fin del mundo? Hasta ahí llegan los extremos del fatalismo que tanto alojamiento tiene en el universo mental.

Desde hace un considerable tiempo los científicos de la climatología sostienen abundancia de pruebas para afirmar que en el futuro (ya lo sufrimos) está previsto un régimen climatológico tutor negativo de las fluctuaciones. Inundaciones donde solo había sequías como uno de los puntos escritos en la agenda de las funestas profecías basadas no solo en la presunción, sino en la investigación previa que ha tenido su nido en la sed codiciosa de conocer la realidad en las superficies susceptibles de detectarse. Conocí en el pasado a través de mi vocación por la lectura, los conceptos de Tom Alexander. Nunca supuse que su libro sobre los fenómenos del clima produjera hálitos verdaderos —tan vigentes a nivel de piel— que en algunos casos el hielo ha herido mortalmente a la carne, haciendo las veces de “un cuchillo” bien afilado que suprime al corazón.

Cuantas veces ese “cuchillo” ha provocado el estallido de un infarto en el volcán de nuestras pasiones.
De una época para acá observamos trastornos en la disciplina de la climatología. La cuna de Rubén Darío ha sufrido décadas de sequía, mientras en lugares cercanos, la tierra ha sido víctima de las más desastrosas inundaciones en la plenitud del verano. Hace calor en invierno. Lluvia y sol en pasiva sincronización o solo la lluvia rompiendo la claridad del verano. Empero suspiramos por el gozo de un clima con amor.

Se notan las fluctuaciones desde 1945. Los meteorólogos, dentro de los cuales está Hubert Lamb, tienen la seguridad de que la temperatura ha ido descendiendo con una brusquedad inaudita. Los efectos se sienten en la carne propia de los habitantes. Es posible que Miami no sea durante mucho tiempo el oasis tropical de los Estados Unidos. El frío excesivo ha impedido la coronación material del hombre. Imperios que no fueron exterminados por los invasores, sino por los cambios climatológicos. Hay suficientes elementos de juicio para asegurar la peligrosidad representada por estos trastornos. Se suma a los factores de la debilidad la piromanía.

El hombre es el verdugo de los encantos de la tierra. Manantiales como el Coco se han transformado en cadáveres. De aquel monumento habitado por aguas nerviosas solo han quedado los ojos dispersos. La peor noticia es la inestabilidad en el horario de la naturaleza.

El autor es periodista.

Opinión fenómeno climático archivo
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