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El silencio de Penélope

Como sabemos, Penélope es —en la mitología griega— la esposa de Odiseo (Ulises) y madre de Telémaco.
Durante veinte años la hermosa y paciente Penélope espera el regreso de su esposo, rey de Ítaca, quien se fue a la Guerra de Troya que duró diez largos años, y después, por castigo de Poseidón a su arrogancia, Odiseo pasó diez años más en su azaroso viaje de regreso a Ítaca, narrado con lujo de detalles por Homero, en La Odisea.

En la prolongada ausencia de su esposo, Penélope es asediada por numerosos pretendientes que llegan a instalarse en su palacio, pero ella los rechaza porque ama a su marido y “algo” le dice que algún día volverá.

Para apaciguar a los pretendientes Penélope les promete que cuando termine de tejer un sudario o mortaja para Laertes, padre de Odiseo, escogerá a su nuevo esposo. Y así, Penélope teje durante el día y en la noche desteje lo que ha tejido, para ganar tiempo y no terminar nunca el sudario que supuestamente está tejiendo. Lo cual muestra el ingenio de aquella mujer de hogar que es tan inteligente y astuta como dice Homero que era su marido.

Marius Carol, director de La Vanguardia, de Barcelona, escribió a propósito de la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer, un artículo titulado Con Penélope comenzó todo. Se refiere el periodista catalán a que la académica británica Mary Beard, catedrática de estudios clásicos en la Universidad de Cambridge y editora del suplemento literario del periódico The Times, escribió que “el primer ejemplo documentado de un hombre diciéndole a una mujer ‘que se calle’, que su voz no merecía ser escuchada, se encuentra en La Odisea, de Homero, escrita hace casi 3,000 años”.

El pasaje está en el Canto I de La Odisea. El aedo o poeta Femio canta versos tristes en el palacio de Ítaca, donde están reunidos en gran número los pretendientes de Penélope, quienes pasan el tiempo en francachelas y juegos diversos.

Penélope escucha al cantor desde su alcoba, en el segundo piso. Baja al salón y, pensando en su añorado esposo, el intrépido Odiseo, pide a Femio que deje de cantar versos tristes y que mejor cante las “hazañas de hombres y de dioses que recrean a los mortales y son celebradas por los aedos”.

Telémaco interviene bruscamente y ordena callar a su madre con las siguientes palabras: “Vuelve ya a tu habitación, ocúpate en las labores que te son propias, el telar y la rueca, y ordena a las esclavas que se apliquen en el trabajo; de hablar nos cuidaremos los hombres, y principalmente yo, porque mío es el mando de esta casa”.

Al escuchar las altaneras palabras de su hijo, sigue diciendo Homero, “volvióse Penélope, muy asombrada, a su habitación, revolviendo en el ánimo las discretas palabras de su hijo. Y así que hubo subido con las esclavas a lo alto de la casa, lloró a Odiseo, su caro consorte, hasta que (la diosa) Atenea, la de los ojos de lechuza, le infundió en los párpados el dulce sueño”.

“Discretas palabras”, dijo Homero, o sea juiciosas, sensatas y prudentes, lo cual indica que en esa época lo correcto y habitual era que las mujeres guardaran silencio, que solo los hombres tenían derecho de hablar en público, que ellas debían mantenerse en sus habitaciones y lugares de oficios domésticos, que era lo que tenían la obligación de hacer.

Marius Carol escribe que Mary Beard “advierte que hay algo ridículo en aquel joven (Telémaco) recién salido del cascarón que silencia a una Penélope sagaz y madura; sin embargo, es una prueba palpable de que en las primeras evidencias escritas de la cultura occidental las voces de las mujeres son acalladas de la esfera pública. Homero plantea en este primer canto del poema, que forma parte del desarrollo del hombre controlar el discurso público y silenciar a las hembras de la especie”.

Otra eminente intelectual europea, la española Marian Martínez-Bascuñán, doctora en Ciencias Políticas y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, ha escrito en un artículo de opinión publicado en El País

bajo el título La cuarta ola, que “ese clásico instante homérico en el que el impertinente Telémaco manda callar a su madre, nos explica Mary Beard, constituye el lugar fundacional desde el cual la experiencia humana se identifica con la experiencia del hombre. Y así, Penélope será la encarnación viva de una cultura en la que el silencio de la voz diferente de la mujer ofrece la clave crucial para entender el orden del mundo”.

Opinión mitología griega Penélope Poseidón archivo
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