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Otro ángulo en defensa de la mujer

En toda Europa está causando sensación un impactante libro titulado Mon corps ne vous appartient pas, publicado en francés por la afamada profesora de filosofía Marianne Durano en el que denuncia la violencia sistémica, técnica y médica que sufren las mujeres de hoy: prácticas ginecológicas abusivas desde la adolescencia, píldoras anticonceptivas, exceso de medicalización del embarazo —que es visto como una enfermedad—, mercado laboral inadaptado, generalización sin necesidad del parto con cesárea, entre otras muchas situaciones adversas.

Dice la doctora Durano: “¿Cómo podemos aceptar a una sociedad que devalúa al cuerpo de la mujer despreciando sus especificidades?”
Su respuesta es sencilla: “Dejando de ver a la mujer como un hombre imperfecto”. La autora demuestra hasta qué punto nuestra sociedad manifiesta un desprecio hacia el cuerpo femenino. Se trata de recuperar la consciencia de que el cuerpo femenino es diferente al del hombre, porque —entre muchos otros atributos— puede hospedar vida. No se trata de posicionarse en una relación jerárquica donde lo masculino sería lo primero y donde las mujeres deberían negar su feminidad para asemejarse a los hombres y lograr una igualdad utópica, sino de reconocer esta maternidad como especificidad fundamental del cuerpo femenino.

Únicamente reconociendo y valorando esta increíble capacidad de las mujeres para engendrar vida podemos ayudar a las mujeres a aceptar su feminidad.

Señala acertadamente además: “Mi cuerpo no es una propiedad, un bien, es la condición de todo bien”. ¿Cómo, entonces, permitir que nuestros cuerpos se conviertan en propiedad de laboratorios farmacéuticos y de un sistema médico intrusivo?: “Aprendiendo a conocerse, a escuchar a su cuerpo sin acallarlo con hormonas”.

Por esta razón, Marianne Durano aboga por una mejor información sobre los métodos naturales de regulación de los nacimientos, que se basan en el conocimiento por parte de la mujer de sus propios ciclos.

“Frecuentemente presentados como poco eficaces u obsoletos, estos métodos son, por el contrario, fiables si se comprenden y viven bien”. Desde su experiencia, Marianne Durano denuncia la forma en que nuestra sociedad ve el embarazo como una patología; “ayudando a los ginecólogos que respeten a las mujeres y no las consideren enfermas, sino personas que se disponen a engendrar a un nuevo ser humano. Por último, es importante rodearse bien, incluso después de dar a luz. Durano evoca la cuestión de la “cuarentena”, un período de cuarenta días después del parto, cuando la madre todavía está debilitada por el esfuerzo del hecho que acaba de vivir. Estas pocas semanas no deben descuidarse y es necesario que la mujer que ha dado a luz se rodee de familiares y amigos que cuiden de ella y del recién nacido”.

“Para ayudar a las mujeres a enorgullecerse de su feminidad, la sociedad debe respetar su naturaleza. Esto implica una nueva división del trabajo, en un mundo en el que “la trayectoria profesional ideal es absolutamente contradictoria con el ritmo del cuerpo femenino”, ya que favorece la entrada en el mercado laboral a los 25 años de edad y un pico profesional a los 40 años, cuando las mujeres tienen más probabilidades de convertirse en madres”.

“Esto implicaría una revalorización de las profesiones de asistencia y educación, a menudo ejercidas por mujeres, que con demasiada frecuencia son denigradas en favor de las profesiones generadoras de más beneficios”.

“Todo acto doméstico —la cocina, las reparaciones, la limpieza— puede estar combatiendo un sistema que solamente se guía por el crecimiento y las ganancias generadas. En este sentido, las mujeres tienen un papel primordial que desempeñar en la construcción del mundo de mañana, para devolver el respeto por la vida y la transmisión a las generaciones futuras al corazón de la sociedad”.

El autor es miembro del Consejo de Coordinadores de la Ciudad de Dios.

[email protected]

Opinión Feminismo identidad Marianne Durano archivo
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