14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Sobre los desaparecidos se conoce muy poco cuál es al cifra exacta. Solo en la última semana ocurrieron tres casos. LA PRENSA/ ARCHIVO

Sobre los desaparecidos se conoce muy poco cuál es al cifra exacta. Solo en la última semana ocurrieron tres casos. LA PRENSA/ ARCHIVO

El calvario de tres madres que buscan a sus hijos desaparecidos

Estas madres han buscado a sus hijos por cielo y tierra. Yolanda lleva 46 años buscando a su hija, Rosa gasta todo su dinero en salir tras la pista del suyo y Jesenia se fue del país porque no soportaba vivir en la ciudad donde secuestraron a su menor. Pero ninguna se resigna.

Como todas las tardes, Yolanda Jarquín vistió a su hija de 6 meses con un pijama rosado. Se sentó en el porche de su casa. Y estaba sumergida en sus pensamientos cuando una mujer llegó diciendo que era amiga de su mamá. La dejó pasar y en cuestión de minutos la desconocida tomó a la niña de sus brazos.

—¿Va a tener otro niño? —le preguntó a secas.

—No. Ella aún está tierna.

—Y ¿cuántos meses tiene? —siguió interrogándola mientras mecía a la niña y casi en susurros le decía: “Karlita, mi Karlita”.

—No se llama Karla. Se llama Marling y mañana cumple 6 meses —le dijo Jarquín confundida.

Después de eso la mujer se fue, pero regresó en compañía de una amiga. Esta vez le quitó a la niña y le dijo que se la prestara para ir a dejar a su amiga a la parada. Yolanda quiso decirle que no, pero no pudo decir nada y se la dio. Se quedó parada en el portón de su casa viendo cómo la silueta de las mujeres y de la niña desaparecía para siempre en la oscuridad de las calles de la colonia Unidad de Propósito.

El 24 de mayo próximo se cumplirán 46 años desde ese día y Yolanda Jarquín, de 75 años, aún sigue buscando a su hija Marling. A veces cuando ve mujeres de la edad que tendría su hija se imagina que así sería, confiesa.

Yolanda Jarquín a buscado a su hija Marling durante 46 años y no pierde la esperanza de volver a verla algún día. LA PRENSA / OSCAR NAVARRETE
Yolanda Jarquín ha buscado a su hija Marling durante 46 años y no pierde la esperanza de volver a verla. LA PRENSA / Óscar Navarrete

En Nicaragua no se conocen públicamente las estadísticas sobre las personas que están desaparecidas. Según un sondeo que realizó LA PRENSA, desde el 2000 hasta el 2016 se reportaron al menos 14 robos de niños y de esos solo seis fueron encontrados. En el sitio web de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) hay datos de 16 nicaragüenses desaparecidos que están siendo buscados. Entre estos hay un niño de 2 años que fue robado en abril del año pasado en Siuna, Región Autónoma del Caribe Norte de Nicaragua.

Domingo narra el calvario que han vivido algunas madres que perdieron sus hijos de un día para otro. Algunas de ellas casi han perdido la razón.

Sin rastro

A Jesenia Aburto, de 31 años, le cuesta dormir en las noches. Se pasa las horas imaginando cómo será el rostro de su hijo Aramiz Talavera. Se pregunta si estará delgado, si irá al colegio y en el silencio de la noche le “ruega a Dios que sea un niño de bien”, dice. La última vez que lo vio él tenía 22 meses y estaba vestido con un short azul con rayas blancas a los lados y una camisola blanca. Eso fue el 2 de febrero del 2007 en el municipio El Rosario, Carazo.

Ese día ella tenía poco de haber regresado a casa. Se despidió de su marido, quien iba de salida, y entró a su habitación por unos minutos. Cuando salió para preguntarle al niño si quería frutas ya no lo encontró.

“Todo fue rápido. A él lo dejé en un pasadizo que había para ir a los cuartos. En eso me acuerdo que le había llevado frutas y le digo: Aramiz, ¿quiere fruta? Y cuando veo que no está, salgo corriendo para el patio a buscarlo. Allí empezó el calvario”, relata Aburto, vía telefónica desde Costa Rica.

El día que a Jesina Aburto se le robaron a su hijo Aramiz Talavera ella tenía menos de 10 minutos de haber regresado a su casa. LA PRENSA/ CORTESÍA
El día que a Jesenia Aburto le robaron a su hijo Aramiz Talavera, ella tenía menos de 10 minutos de haber regresado a su casa. LA PRENSA/ Cortesía

Ninguno de los vecinos que estaban en la calle vio quién se llevó a Aramiz. La casa era cerrada y había dos perros, uno de estos, según explica, le ladraba a todo el que se arrimaba a la casa, por eso no se explica cómo pasó. La Policía no tardó en llegar a investigar. También llegaron la Cruz Roja y los bomberos. Al principio pensaron que se había caído en un sumidero que había en la casa y uno de los miembros de los bomberos bajó para asegurase. Sin embargo, allí no estaba.

Contrataron un perifoneo para que anunciara la desaparición por todo Carazo y algunos amigos y conocidos salieron en su búsqueda. Al día siguiente Jesenia viajó a Managua para que los medios de comunicación informaran sobre la desaparición de su hijo. Dejó los números telefónicos y algunas fotos de él, pero nadie la llamó.

Lea también: Tres mujeres y dos niños desaparecidos en Nicaragua

“Los primeros años siempre estuvimos buscando. Íbamos a la Policía y nos decían estamos trabajando, nosotros le avisamos cualquier cosa. Eso fue tan horrible… la verdad es que uno no sabe cómo describirlo. Fue una pesadilla. Yo caí en shock. Me ha costado tanto creer lo que me pasó”, dice Aburto con la voz cortada.

La psicóloga clínica María Auxiliadora Alfaro explica que los padres que tienen hijos desaparecidos desarrollan duelos patológicos. Estos suelen atormentarse preguntándose dónde está, qué le pasó, si estará vivo, por qué no lo evitaron. Esto causa graves daños mentales.

“La desaparición de un ser querido es referida por los familiares, en especial por las madres o tutores, como un dolor incesante. Se convierte en la tortura de las preguntas sin respuesta, porque al no tenerla se complica el proceso de duelo y se vuelve un duelo patológico o complicado o congelado, porque el proceso de aceptación nunca se logra restablecer para dejar ir al familiar, como puede ocurrir en un duelo con rituales de despedida o desprendimientos graduales”, explica Alfaro, quien también es coordinadora del centro de Desarrollo Psicosocial Ignacio Martín Baró, de la UCA.

Rosa López, de 60 años, ha gastado todo su dinero por ir trás el rasto de su hijo Horacio. LA PRENSA/ CORTESÍA
Rosa López, de 60 años, ha gastado todo su dinero por ir tras el rastro de su hijo Horacio. LA PRENSA/ Cortesía

Y es justo lo que está viviendo doña Rosa López, de 60 años. A ella le es imposible hablar de su hijo Horacio Báez, de 33 años, sin llorar. Inicia contando cuando lo vio por última vez y su respiración aumenta, se le quiebra la voz y después de un par de suspiros rompe en llanto al teléfono. Lleva cinco años así, aprovechando las vacaciones para salir en busca de su hijo en las montañas y poblados donde le dicen que podría estar.

La última vez que lo vio fue el 10 de septiembre del 2012, cuando salió de Juigalpa, Chontales, hacia Muelle de los Bueyes, Región Autónoma del Caribe Norte. Ese día se fue en reemplazo de Gabriel, su hermano menor, a trabajar poniendo un cercado de alambre junto con unos vecinos, pero ya no volvió.

Estando en Muelle de los Bueyes, Horacio enfermó y lo trasladaron al hospital. Entró en delirio y huyó del hospital en la madrugada del 12 de septiembre del 2012. Doña Rosa lo supo dos días después, cuando llegó a verlo y le informaron que había huido. Anduvo buscándolo por varios días en el pueblo, pero nadie supo decirle sobre el paradero de Horacio.

“Mis patrones me dieron un mes para que yo lo buscara. Y yo en ese mes aproveché y lo buscábamos, dejábamos fotos y avisos. En mis vacaciones también aprovechaba. Anduve por Wapi, El Tortuguero, en La Guinea, El Coral, Tecolostote, en la Libertad, en la montaña, en fincas yo fui a buscar a mi hijito y yo no lo encuentro. No sabe cuánto me duele”, dice doña Rosa llorando.

Sin embargo, hay casos en que el dolor es tan fuerte que quien lo padece puede sentirse al borde de la locura. “Este doloroso sentimiento suele ir acompañado por un estado de ánimo deprimido, ansiedad, cambios en el comportamiento y afectaciones psicosomáticas, como dolores de cabeza y otros dolores corporales, problemas digestivos, cambios en el apetito y en el sueño”, explica Alfaro.


Los desaparecidos de la Laguna de Apoyo

La mamá de la adolescente Gabriela Hernández Potosme espera que su hija esté viva. Diario HOY/Juan Tijerino

Uno de los casos más mediáticos y misteriosos fue la desaparición de Gabriela Hernández Potosme, quien desapareció junto con su novio Axen Orellana, el 28 de diciembre del 2009, mientras practicaban kayak en la Laguna de Apoyo. Según reportes de la fecha ellos se perdieron en la laguna a eso de las 5:00 de la tarde y sus cuerpos nunca aparecieron. Incluso en algún momento se consideró que se trataba de un rapto. Sin embargo, la Policía afirmó que ellos se habían ahogado en la laguna y que sus cuerpos no flotaron porque las aguas son heladas.

La mamá de la joven de 17 años, Irene Potosme, no acepta esa versión y aún sigue buscándola. Incluso, hace un año abrieron una página en Facebook llamada Buscando a Gabriela Potosme para tratar de encontrarla.

En circunstancias parecidas un joven afroestadounidense, llamado Adeolu Ogunniyi, desapareció en septiembre del año pasado cuando realizaba kayak en la Laguna de Apoyo. Su familia ha iniciado una campaña en redes sociales para encontrarlo y también han hecho una colecta digital en la plataforma Go Fund Me.


Huellas de dolor

Yolanda Jarquín aún guarda la ropa que usaba su hija Marling antes de ser robada. A veces la mira y se pregunta qué será de ella. Ahora tendría 47 años. Cuando se la robaron de su casa en la colonia Unidad de Propósito, ella acusó a una mujer que conoció meses antes, pues en algún momento le preguntó qué haría si se le llevaba a su hija.

—¿Qué harías si me llevo a la niña? —le preguntó.

—Pues te voy a buscar a Pantasma, de donde sos, con la Policía.

Y así lo hizo, pero cuando iban llegando hasta donde ella vivía se topó con ella y su papá a caballo y le dijeron que ellos no tenían a nadie. En la estación de Policía la tuvieron presa durante un tiempo, pero luego la liberaron.

Sin embargo, la tragedia de Yolanda apenas estaba comenzando, porque su segundo hijo, que tuvo en 1974, falleció de cáncer cuando este tenía 10 años. Él murió pidiendo ver a su hermana. Yolanda, que en ese tiempo tenía 39 años, pensó en aventársele a un carro mientras se cruzaba una calle, pero su mamá notó sus intenciones y la detuvo.

Entre las pertenecías que Yolanda Jarquín de su hija Marling tiene las camisas que ella solía usar. LA PRENSA/ CORTESÍA
Entre las pertenencias que Yolanda Jarquín tiene de su hija Marling, están las camisas que ella solía usar. LA PRENSA/ Cortesía

“Es normal que su cuerpo y su mente reaccionen con malestar frente a la vivencia de un trauma tan fuerte como la desaparición. Sin embargo, cuando esto se siente de manera intensa, afectando su día a día, es necesario y posible buscar ayuda de tipo profesional”, señala Alfaro.

A Jesenia Aburto la pérdida le afectó emocionalmente. Según cuenta su estado de depresión era tan fuerte que no soportaba estar en la casa de donde se le llevaron al niño. Incluso ahora que vive en Costa Rica no soporta pasar por la zona donde vivía en Carazo.

“Yo caí en depresión. Dije: aquí fue el lugar donde más daño me hicieron y lo peor es que no sé ni quién me hizo el daño. Lo que yo quiero es que aparezca mi hijo y que los culpables paguen el daño que me han hecho a mí y a mi familia”, explica.

Asimismo, le ha afectado la forma en que cría a su segundo hijo. Confiesa que no permite que la gente se le acerque y esto ha provocado que él tenga problemas para relacionarse con otros niños. “Yo siento que me van a robar a mi otro hijo”, dice.

Doña Rosa López también dejó de ser la misma desde que se perdió su hijo. Ahora no pasa un día sin que no esté en sus pensamientos. Y por donde quiera que va siempre pregunta si lo han visto. De sus tres hijos ahora solo tiene uno, por eso espera con ansías verlo, aunque sea por última vez.

Horacio Baéz desapareció en la madrugada del 12 de septiembre del 2012. Según le dijeron los médicos a su mamá, Rosa López, le dio una crisis nerviosa y huyó. LA PRENSA/ CORTESÍA
Horacio Baéz es uno de los desaparecidos. La última vez que se le vio fue la madrugada del 12 de septiembre del 2012. Según le dijeron los médicos a su mamá, Rosa López, le dio una crisis nerviosa y huyó. LA PRENSA/ Cortesía

Campaña en redes sociales

El sufrimiento de Yolanda Jarquín motivó para que su sobrina Daysi Baquedano creara una página en Facebook para encontrar a su prima. Ella piensa que la influencia que tiene esta red social pueda dar con el paradero de Marling. Sin embargo, también ha recibido falsas esperanzas. Hace un año encontró a Karla Morales, una mujer que vive en Estados Unidos (EE.UU.), que busca a sus padres biológicos.

“A ella la estaban emocionando con que Karla podía ser su hija porque tiene el nombre con el que llamó a la niña la mujer el día que se la robó. Pero le hicimos una prueba de compatibilidad con unos primos de EE.UU. y salió que no”, explica Baquedano.

La mamá de Aramiz Talavera también creó una página en esa red social. Ella asegura que tienen la esperanza que su página llegue a más seguidores para que él en algún momento pueda reconocerse en las fotos de cuando era bebé. Sin embargo, hasta ahora no ha recibido respuesta. A pesar de la búsqueda incansable que ha hecho doña Rosa, ella no ha abierto ninguna página en Facebook para buscar a su hijo, pero no lo ha hecho no porque no quiera, sino porque no entiende de tecnología. Aunque quizás esa sea la última ficha que mueva para encontrar a su hijo Horacio Báez.

Lea también: ¿Dónde está mi bebé?


Graves daños en la salud

María Auxiliadora Alfaro, coordinadora del centro de Desarrollo Psicosocial Ignacio Martín Baró, de la UCA. LA PRENSA/ Jader Flores

La doctora María Auxiliadora Alfaro explica que este tipo de duelo suele acompañarse con traumas complejos y estrés traumático crónico. Suele ir acompañado por un estado de ánimo deprimido, ansiedad, cambios en el comportamiento y afectaciones psicosomáticas, como dolores de cabeza y otros dolores corporales, problemas digestivos, cambios en el apetito y en el sueño.

Por eso recomienda que las personas que tienen hijos o familiares desaparecidos  busquen ayuda en grupos formados con personas que estén pasando situaciones similares. O bien, acudan a un médico. Pues, explica que ante esto se debe recurrir a un proceso de recuperación emocional con estrategias. “También es importante gradualmente la integración de la madre, de los hijos y otros familiares, en otras actividades que contribuyan a desarrollar otras relaciones y mantener las que tiene con su familia y amigos cercanos, para que no la invada la soledad absoluta, que más bien complica aún más el proceso”, añade Alfaro.

Asimismo, señala que a nivel familiar las pérdidas dañan grandemente el funcionamiento familiar de forma integral. Ante esto es importante que se realicen terapias familiares.


Formas de contacto

Si sabe algo de Horacio Báez puede contactarse con Rosa López al número telefónico: 8517-1608 o al número 8556-4573.

Para contactarse con los papás de Amariz Talavera puede llamar al número 8506-4639 o bien puede escribir a la página Buscando a Amariz Talavera.

En el caso de Yolanda Jarquín puede llamar al número 8901-3058 o bien puede escribir a la página de Facebook Buscando Bebé Perdida Marling.


 

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí