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Representación de la masacre del 23 de julio de 1959. Foto: LA PRENSA/Archivo

Cuando la universidad de Nicaragua era libre y crítica

Hace 60 años unos jóvenes estudiantes lograron la autonomía en la universidad de Nicaragua. Llegó con 40 años de retraso con respecto a la región y costó sangre, amenazas y encontronazos con la dictadura somocista.

Una mañana de 1952, en el centro de la pared principal del Aula Magna de la Universidad Nacional, colgaba un medallón de cobre de la Guardia Nacional. En el mismo espacio había un retrato de Anastasio Somoza García, entonces presidente de Nicaragua, junto al rector y profesores del recinto. Esa efigie del dictador indignó de tal manera a los estudiantes que los sedujo a hacer fila para escupirla durante todo el día.

El primero en escupir fue Tomás Borge Martínez, entonces estudiante de Derecho. Las autoridades universitarias investigaron quiénes habían sido, pero no los descubrieron hasta que un grupo de universitarios entregó un manifiesto donde solicitaban que quitaran el medallón “porque (Somoza García) tenía las manos ensangrentadas”, en referencia a los estudiantes universitarios muertos en años anteriores.

Todos los estudiantes que firmaron el manifiesto fueron sancionados y esto derivó en que los jóvenes hicieran las “huelgas del medallón”, que se extendieron durante meses. Después de muchos estira y afloje entre los estudiantes y la junta directiva, Somoza García arrancó el medallón con sus propias manos.

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Marcha después de la masacre del 23 de julio. Al centro de la foto, sosteniendo la bandera blanca está Vilma Núñez. Atrás de ella se encontraba el rector Mariano Fiallos Gil. LAPRENSA/Cortesía

El rechazo unísono al medallón de Somoza García en el paraninfo fue el germen en los universitarios que anhelaban libertad. Una conquista que se lograría seis años después, cuando el dictador había caído ante los disparos de Rigoberto López Pérez y gobernaba su hijo, Luis Somoza.

El nuevo rector Mariano Fiallos Gil sería el encargado de obtener hace 60 años, el 25 de marzo de 1958, la autonomía universitaria que puso de cabeza a la vieja universidad: amplió la gama de carreras académicas profesionales, transformó la estructura del recinto y se convirtió en un bastión antisomocista que se caracterizó por expresarse sobre los problemas del país.

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Pasó de llamarse Universidad Nacional a Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

“La autonomía desempolvó y revitalizó los viejos claustros, sacó a la universidad del arrinconamiento provinciano donde el gobierno intencionalmente la había situado y le permitió colocarse, como correspondía, en medio de la vida nacional, preocupada por su acontecer”, dice el doctor Carlos Tünnermann Bernheim, uno de los precursores de la independencia universitaria.

Grupo de universitarios que viajó al congreso en 1955, pidiendo autonomía universitaria. LA PRENSA/Cortesía Carlos Tünnermann Bernheim

El origen del movimiento universitario

En 1918 los estudiantes de la ciudad de Córdoba, Argentina, fueron los primeros en alzar la voz contra el sistema educativo napoleónico que reinaba en la región.

“El sistema napoleónico era centralista. La universidad no podía estar fuera de ese organismo y entonces quedó bajo las órdenes de los ministerios de Educación y el poder ejecutivo”, dice Tünnermann.

Detrás del reclamo de los estudiantes argentinos estaba la lucha por el ascenso de las clases medias. Lo que solicitaban era independencia de los poderes ejecutivos y eclesiásticos; que las autoridades fueran electas por los profesores y estudiantes, y que dejara de ser ajena a los problemas de la sociedad.

Hubo huelgas, universitarios muertos y resistencia del Gobierno. Finalmente el movimiento de Córdoba triunfó y el “virus” se trasladó a países como Chile, Perú, Colombia, Guatemala, Costa Rica y El Salvador.

A Nicaragua la autonomía llegó 40 años después. El rector Mariano Fiallos Gil le encomendó a su joven secretario general, Carlos Tünnermann Bernheim, la elección de un estudiante para dar el discurso del acto inaugural.

Tünnermann escogió a un estudiante suyo del primer año de Derecho. Su nombre era Carlos Fonseca, quien años después fundaría el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

—Como todo en Nicaragua, con cuarenta años de retraso por los años de la dictadura somocista, aquí llega la autonomía con 40 años de retraso —dijo Fonseca, ante el auditorio.

A la par de Fiallos Gil, Tünnermann temblaba de los nervios. Pensaba que el rector le reclamaría sobre la elección de un agitador revolucionario. En eso sintió un codazo de Fiallos Gil, quien al oído le dijo:

—A ese muchacho hay que darle seguimiento. Va a ser un gran líder.


Padre de la autonomía

El doctor Mariano Fiallos Gil. Cortesía

Para el filósofo Alejandro Serrano Caldera, Mariano Fiallos Gil es el “padre” de la autonomía universitaria, ya que tiene “un valor inmenso” en la vida de la universidad. “El doctor Fiallos cambió la universidad”, dice Serrano Caldera, quien formó parte de esa generación.

Sergio Ramírez escribió la biografía del doctor Mariano Fiallos Gil, quien fue su “maestro mágico”. En ella lo nombra como forjador de intelectuales, dirigentes, músicos, actores, líderes y humanistas. “Nunca estuvimos sentados frente a él, en el aula, no examinó ni dio lecciones rígidas, pero la enseñanza está en sus actos, en sus palabras, en el relato de sus experiencias, en sus libros, en sus frases cortantes, en sus profundas ironías, en su contestaciones ante ataques en la prensa, que era cuando más se crecía, metiendo la puya entre la burla y los puntos suspensivos”, redactó Ramírez.


Dictaduras sin autonomía universitaria

Carlos Tünnermann llegó a estudiar a León en 1951, cuando la universidad dependía del Ministerio de Educación, como los colegios e institutos. El poder ejecutivo era el encargado de nombrar a todos los empleados, desde los barrenderos hasta el rector. El descaro era tal que Somoza García le enviaba telegramas al rector con la orden: “Examínese (a este estudiante) y apruébese”.

Tünnermann había leído el libro “La Universidad Latinoamericana”, de Luis Alberto Sánchez, rector de la Universidad de Lima, Perú. En el estudio comparaba las leyes de las universidades de la región y mostraba que en los países donde había dictaduras no se lograba autonomía: República Dominicana, con Trujillo; Haití, con Duvalier; Paraguay, con Stroessner; y Nicaragua, con Somoza.

Representación de la masacre del 23 de julio de 1959, en León. LA PRENSA/Archivo

Esto dio origen a que en unas vacaciones Tünnermann escribiera un anteproyecto de ley, avalado por Fiallos Gil, para otorgarle autonomía a la universidad. Días después buscó al diputado conservador Eduardo Conrado Vado para que presentara la iniciativa ante el Congreso.

Así se llega al 5 de octubre de 1955, cuando Conrado Vado presentó el proyecto. Un grupo de estudiantes con cartelones, que incluía a Tomás Borge y Silvio Mayorga, llenó las galerías de la cámara de diputados para aplaudir cuando se anunciara la propuesta.

La Ley fue rechazada tres días después. “Aplanadora liberal barre autonomía”, tituló LA PRENSA el 8 de octubre de 1955. “Burlada minoría: Conrado Vado se retira violentamente de la sesión de ayer del Congreso Nacional”, seguía el escrito.

Bautizo con sangre

Hasta 1957 en Nicaragua solo se podía estudiar cinco carreras: Derecho, Medicina, Farmacia, Odontología e Ingeniería. Luis Somoza, quien era presidente, estaba preocupado porque el país se estaba quedando rezagado en cuanto a preparar a profesionales que pudieran competir en el mercado centroamericano.

Representación de la masacre del 23 de julio de 1959. LA PRENSA/Archivo

En esos días le pidió al doctor Mariano Fiallos Gil que presidiera la rectoría de la Universidad Nacional. Fiallos Gil aceptó con la condición de que se aprobara la autonomía universitaria en menos de un año; se pudiera nombrar a sus colaboradores libremente y se aumentara el presupuesto a la universidad, que por entonces era de menos de medio millón de córdobas.

En junio de 1959, según se registra en el libro “Síntesis de la Historia Militar de Nicaragua”, del teniente coronel Francisco Barbosa Miranda, las fuerzas armadas de Honduras masacraron a un grupo de guerrilleros nicaragüenses que entrenaban en El Chaparral, entre ellos Carlos Fonseca, que solo salió herido.

Vilma Núñez era una estudiante de primer año de la universidad el 23 de julio de 1959, cuando fue elegida la “Reina” del recinto —después de que la muchacha seleccionada renunciara por ser hija de un militar— para dar un discurso contra Somoza a propósito de los sucesos ocurridos en territorio hondureño.

El evento tradicionalmente servía para recibir a los estudiantes recién ingresados, conocidos popularmente como “pelones”. Pero en vista de la masacre de El Chaparral se convirtió en una manifestación de protesta y luto por los estudiantes nicaragüenses caídos en Honduras.

Núñez caminaba en la parte trasera de la manifestación cuando escuchó que habían agarrado a unos compañeros de estudios. Corrieron frente a los guardias que de inmediato abrieron fuego. El resultado fue de cuatro estudiantes muertos: Erick Ramírez, Mauricio Martínez, José Rubí y Sergio Saldaña, y cientos de heridos.

“La universidad se convirtió en el germen de la lucha contra Somoza. Ante el cierre de las demás universidades del país, León fue el centro de efervescencia y lucha contra la dictadura”, dice Núñez.

Sergio Ramírez Mercado también fue testigo de la masacre estudiantil, que dio origen a la conmemoración del Día del Estudiante. “La autonomía daba un paso adelante: los jóvenes que habían despertado de golpe entre los muertos y la sangre, ya tenían un contenido palpable de la palabra autonomía”, dijo Ramírez, uno de los miembros de la generación que luchó por la libertad universitaria.

El doctor Carlos Tünnermann Bernheim. LA PRENSA/O. Navarrete

El encanto con la revolución

Ernesto Medina encontró destrozos en los laboratorios de Química de la UNAN cuando regresó a la universidad después del triunfo de la revolución sandinista. Había estado durante varios años estudiando en Alemania, donde cursaba un posgrado, y colaboraba desde el extranjero a la lucha contra Somoza.

“La Guardia miraba a los estudiantes y universidad como el enemigo número uno”, dice Medina, quien miró los vestigios de los bombardeos de la Guardia contra la universidad durante los años de la guerra.

Con la llegada de la revolución, la universidad fue parte del proyecto y esto supuso un retroceso en la libertad universitaria, según Medina. Los rectores eran nombrados por la Junta de Gobierno, no había elecciones internas y el presupuesto se negociaba con el Gobierno.

Medina era secretario político del Frente Sandinista en la UNAN y dice que las decisiones importantes eran tomadas por él y no por el rector de ese momento. “Este es un tema que no se discute a fondo. Pero creo que al final el balance fue negativo. La universidad quedó supeditada al Gobierno. Para los que estábamos en ese momento sentíamos que el compromiso era con la revolución, que nosotros creíamos necesaria para transformar a Nicaragua”, dice Medina.

Con el pasar de los años, Medina considera que el espíritu crítico de la universidad en esa época claudicó, pues los estudiantes se enteraban de que había problemas, políticas fallidas a favor de la base campesina, la guerra con la Contra y malas relaciones con Estados Unidos, pero la universidad no se expresaba sobre estos temas.

El FSLN se nutría con los estudiantes y ellos se convirtieron en una cantera del partido. Cuando emitían comunicados, por ejemplo, se decía que eran enviados desde algún lugar de la montaña, pero en realidad se imprimían en la universidad.

Vilma Núñez también estuvo involucrada con el Frente Sandinista y coincide que durante la revolución hubo una injerencia gubernamental en la autonomía universitaria. “Yo personalmente creía que aquí estábamos luchando por una democracia auténtica y por el respeto a los derechos humanos, todos creíamos lo mismo”, dice Núñez.

La lucha por el 6% fue recrudeció a inicios de los años 90. LA PRENSA/Archivo

Lucha por el 6%

La imagen que en estos últimos 20 años se puede asociar a la autonomía universitaria es la de los estudiantes con pasamontaña lanzando morterazos contra la Policía Nacional en la lucha del 6%, de los años posrevolución.

Medina cree que es un error asociar la autonomía a ese hecho porque detrás había intereses políticos del Frente Sandinista, que utilizaba ese único espacio que tenía para mantener presencia en las calles y mostrar su desacuerdo con el Gobierno.

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Desde 2007, cuando llegó al poder Daniel Ortega, las luchas estudiantiles se han politizado y distorsionado, según Vilma Núñez. A la celebración del Día del Estudiante, por ejemplo, dejaron de ser invitados los protagonistas principales que quedan vivos: Sergio Ramírez, Vilma Núñez y Carlos Tünnermann, y ahora se ha convertido en una celebración partidaria.

Instalaciones de la UNAN-León. Archivo/LA PRENSA

Los rectores de la universidad de León han quedado a deber con los legados de Mariano Fiallos Gil, Mariano Fiallos Oyanguren o Tünnermann. En su lugar, existen exrectores como el doctor Róger Gurdián Vigil, alcalde de León desde 2012 y jefe de campaña del partido de gobierno en las elecciones presidenciales.

“Aunque tengo una posición muy buena como rector, pero mi condición como militante me exige estar donde sea requerido por mi partido; en ese sentido, soy una persona que sabe acatar las orientaciones de mi partido”, dijo Gurdián Vigil a El Nuevo Diario en 2012.

La situación actual es comparable con la de los años 80, según Medina. “La universidad se está plegando. El tiempo lo va a decir si eso es bueno o malo, pero pareciera que para los universitarios actuales hay un proyecto político con el cual están de acuerdo y creen que eso es más importante que cualquier otra cosa”, dice Medina.

Con casi 85 años de edad, el doctor Tünnermann Bernheim ha visto cómo algunas universidades han ejercido su autonomía con la conquista del seis por ciento, el desarrollo de las ciencias y la investigación, pero lamenta que lo que prima en los recintos universitarios es el silencio. “La autonomía es para que la universidad tengan voz. Que se pronuncien sobre los problemas nacionales y tengan conciencia crítica. Ahí es donde debería estar la conciencia del país y se espera que diga lo que le corresponde”, dice Tünnermann.

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