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Managua, Nicaragua. 15/03/2018. Entrevista con la sociologa Elvira Cuadra sobre la seguridad nacional en Nicaragua. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Elvira Cuadra: “La ética de la Policía está comprometida”

La especialista en temas de seguridad analiza la situación actual de la Policía Nacional, el Ejército y los niveles de seguridad y violencia en Nicaragua.

La Policía de hoy no es la misma de hace diez años. La diferencia, para la investigadora y experta en temas de seguridad Elvira Cuadra, es que ahora el profesionalismo de la institución ha disminuido significativamente.

Aunque la población todavía mantiene cierto nivel de confianza en la Policía, Cuadra advierte que con tanta brutalidad e irregularidades en las detenciones, y hasta en las multas de tránsito, la institución está creando una imagen dentro de la sociedad que puede hacer que pronto esta le pierda el respeto.

En esta entrevista, Cuadra analiza el papel de la Policía Nacional, el Ejército, los femicidios, y la seguridad y los niveles de violencia en Nicaragua y Centroamérica.

¿Cómo califica las actuaciones de la Policía en los últimos años?

Ha venido variando. Hemos visto como la profesionalidad que tenía la Policía hace diez años ha venido disminuyendo con el paso del tiempo. De tal manera que en los últimos años vemos una serie de casos que son ya recurrentes, ya no son casos aislados como antes, en los que la profesionalidad, la calidad y la ética policial están fuertemente comprometidas.

¿Qué tipo de casos le hacen llegar a esas conclusiones?

Tal vez los más recientes: el señor (Juan) Lanzas, algunos casos de detenciones, por ejemplo donde murió esta bebé en Matagalpa, casos donde se ha detenido a las personas y no se les presenta en los juzgados en el tiempo que está establecido según la Ley. Hay una serie de actuaciones. La detención de aquel señor empresario en la Isla de Ometepe que fue claramente un acto donde se observa que no hay un estándar de profesionalidad. Y la otra cosa que hay pequeños actos cotidianos que comprometen esa profesionalidad de la institución, por ejemplo todo el tema de la actuación de los reguladores de tránsito, sobre todo cuando están aplicando multas. Hay videos que han tomado los mismos ciudadanos donde se ve que hay una actuación por lo menos injusta.

¿A qué se debe esta descomposición?

Yo creo que tiene que ver en gran medida con las influencias políticas sobre el profesionalismo de la institución y la visión instrumental que hay desde el gobierno acerca de la institución, que los ha llevado a hacer a un lado los procedimientos establecidos y los principios básicos que en determinado momento fueron la columna vertebral de la actuación policial.

¿Qué tanto confía la gente en la Policía Nacional?

Al menos lo que dicen las encuestas, en términos generales, es que hay todavía un nivel de confianza de la gente en la institución, pero la evaluación del desempeño como tal tiene muchos matices. Por ejemplo, hay algunas acciones de la Policía que se evalúan bien: en las encuestas aparecen el tema de la violencia intrafamiliar y otros parecidos. Pero hay otros donde la gente piensa que la actuación de la Policía es regular o no tan buena, en el caso del control de los expendios de drogas y los expendios de licor, que es un tema que preocupa a la gente, sobre todo en los barrios y en las comunidades.

¿Y la actuación de la Policía en cuanto a los femicidios cómo la ve?

Lo que observamos es un retroceso general de la institucionalidad y de las acciones del Estado que se habían venido desarrollando unos cuantos años atrás. Hasta que se reformó la Ley 779 y su reglamento. Ese cuerpo jurídico, la Ley, era un instrumento de protección y de prevención contra la violencia contra las mujeres. Y eso estaba acompañado con una serie de capacidades institucionales, por ejemplo la existencia de las Comisarías de la Mujer en la Policía, y todo eso se ha venido desmontando poco a poco hasta que prácticamente no ha quedado nada. Cuando uno ve cómo esa institucionalidad y esa infraestructura se ha venido desmontando, puede decir que hay un retroceso en relación con las actuaciones del Estado con el tema de los femicidios y la violencia contra las mujeres.

Y las reformas a la Ley y esto de eliminar las Comisarías de la Mujer… ¿qué consecuencias tiene para las mujeres?

Se deja desprotegidas a las mujeres y a las niñas víctimas de violencia y femicidios. Y en el caso de las víctimas de femicidio no solo a la mujer que ha sido asesinada, sino también a su familia, porque no hay un espacio donde pueda recibir justicia para lo que sucedió. Y en segundo lugar, alienta la impunidad de los agresores y alienta a que ocurra otro tipo de casos a otras víctimas, a otras mujeres. Es un punto crítico. Y yo quisiera mencionar que en el caso de Nicaragua haber establecido las Comisarías de la Mujer y haber desarrollado dentro de la institución policial todo un enfoque de género y de prevención de la violencia, había ganado un enorme reconocimiento, aun cuando no existía la Ley 779. Era muy bien valorado por la población. Y ahora es lamentable que las víctimas de violencia ya no cuenten con esos espacios de protección y defensa.

¿En qué punto se encuentra la Policía? ¿Está al borde del precipicio?

Yo creo que la institución está en un punto crítico, donde si realmente quiere reafirmar la voluntad y la decisión institucional que tomó a inicio de los 90, de decir: Esta es una institución del Estado, y tiene una misión fundamental que es la de proteger el interior y el orden público del país sobre la base de principios democráticos y de los derechos humanos, si quiere salvaguardar esa decisión que tomó, tiene que hacer una revisión seria de su actuación. Porque no se trata nada más de lo que pueda opinar una u otra persona, sino de la imagen y la percepción de autoridad que está construyendo dentro de la sociedad nicaragüense como institución. Si esto continúa así, puede llegar a un punto crítico en que la población le va a perder autoridad y respeto; le pueden tener temor, pero no le van a tener respeto.

Muchísimas veces he oído comentarios despectivos de la Policía. Por multas injustas, algunos no quieren llamarla en casos de robo porque dicen que de todas formas no hacen nada… ¿Son percepciones muy particulares?

No lo sabemos exactamente, pero la verdad es que se está generando un sentimiento en el cual ya la Policía no goza del mismo respeto y de la misma confianza que tenía entre los ciudadanos hace unos años. Y ese sí es un punto crítico que deberían revisar, tanto la jefatura de la Policía como la presidencia. Yo me acuerdo que cuando la aprobación de la nueva Ley de Policía en el 2014, el argumento que dio tanto la comisionada como la ministra de Gobernación es que la relación directa del presidente con la jefatura iba a mejorar la calidad y el profesionalismo de la institución, y lo que hemos visto es un proceso a la inversa.

El año pasado apareció en el organigrama una Dirección de Protección Presidencial, aparte de la Dirección de Protección a Personalidades…

En todos los países, los cargos públicos de primera línea siempre requieren un dispositivo de protección. Eso no es extraño. Lo controversial en el caso de Nicaragua es que esa Dirección de Protección a Personalidades tenga un presupuesto mucho más alto que el que tiene la regulación de tránsito. Hay como un desbalance entre una cosa y la otra.

¿Y no le parece desproporcionada la cantidad de policías que se dedican a proteger a personalidades públicas?

En otras ocasiones, los dispositivos no eran tan grandes ni tan cerrados como ahora. A mí me parece que es innecesario porque en términos de riesgos o amenazas políticas, creo que en este país, por mucha oposición y descontento que haya, creo que nadie tiene la intención de causarle ningún tipo de daño ni al presidente, ni a su familia, ni a ningún alto funcionario público. Así que me parece que son dispositivos que están más allá de los riesgos que en realidad existen.

La investigadora y experta en temas de seguridad Elvira Cuadra, analiza la situación actual de la Policía Nacional, el Ejército y los niveles de seguridad y violencia en Nicaragua. 

¿Y Nicaragua cómo ha estado en los últimos años en asuntos de violencia y seguridad?

Lo que yo puedo concluir es que el escenario de la seguridad y de la violencia en Centroamérica está cambiando de unos años para acá. Los retos a la seguridad tienen que ver con tres aspectos. La delincuencia y la criminalidad común, que tienen que ver con robos, homicidios, violencia intrafamiliar, violencia contra las mujeres. Lo que llamamos delincuencia común. Esa casi en todo el mundo tiene una tenencia creciente. El segundo aspecto, que es un riesgo alto y una amenaza, son las actividades de crimen organizado. Y cuando hablo de crimen organizado me refiero no solo al narcotráfico, sino a la trata de personas y al tráfico ilícito de armas de fuego. Estas agrupaciones de crimen organizado no están constituidas solo por extranjeros que vienen a nuestros países y se instalan aquí. Ellos de alguna manera crean grupos en el país con personas que tienen “condiciones”. Eso requiere un tipo de acción estatal, diferente de la criminalidad común. Y el otro aspecto tiene que ver con la violencia política. Mucho de esto ya lo hemos visto en Nicaragua. Hay un resurgir de los conflictos sociales, de la movilización social y de los conflictos políticos. Y el tratamiento que la Policía le da a ese tipo de situaciones, puede o no contribuir a incrementar los niveles de violencia e inseguridad. El argumento es que, efectivamente, las estadísticas en Nicaragua son diferentes que en otros países de la región. Sí, son diferentes, pero eso no quiere decir que los ciudadanos no tienen una percepción más alta de inseguridad y que hay actividades delictivas que antes no teníamos y que ahora sí las estamos viendo aparecer. Por ejemplo, los casos que tipificaron como secuestros extorsivos. Ha habido varios.

En estos días hubo varios casos de secuestros…

Ha habido varios casos en los últimos meses y en los últimos años. El comerciante del mercado que secuestraron y que después asesinaron, y hay otros más. Son formas de delincuencia que involucran un nivel de organización, de planificación y ciertos recursos que no los veíamos en años anteriores.

¿Qué tan seguros podemos estar con esto de que Nicaragua es el país más seguro de Centroamérica? Porque está siendo comparada con países con niveles altísimos de violencia como El Salvador, Honduras, Guatemala…

La frase de que Nicaragua era el país más seguro de Centroamérica fue una frase que se acuñó a inicios del 2000. Desde ese entonces hacia acá han transcurrido 18 años. La seguridad no es un estado estático, la seguridad es un estado dinámico que se mueve y precisamente el escenario de la seguridad en Centroamérica y Nicaragua ha venido cambiando de manera muy acelerada en los últimos años. Por mucho que la Policía y el Gobierno realicen esfuerzos para contener las influencias que nos pueden llegar del resto de Centroamérica, eso requiere medidas de carácter más social y de políticas un poco más amplias.

¿Y este próximo control de las redes sociales cómo puede analizarse desde el punto de vista de la seguridad?

Es un problema de seguridad, en el sentido que implica una acción del Estado para vigilar y controlar un tipo de actuación ciudadana. Eso entra en la dimensión estatal de la coerción. Lo que está aprobado es que ese tipo de medidas o ese tipo de decisiones estatales no incrementan la seguridad de nadie, lo único que incrementan es la vigilancia y el control sobre los ciudadanos.

Rusia aquí tiene un programa y un centro de colaboración con la Policía contra el narcotráfico, ¿eso ha sido efectivo? ¿Ha ayudado en algo?

Al menos no son visibles. Ninguna de las políticas de seguridad contra el narcotráfico, ya sean las que se han desarrollado desde la influencia de Estados Unidos o lo que se está haciendo con Rusia, ninguna de ellas tiene resultados efectivos. Y los grupos de crimen organizado han demostrado una gran capacidad de evolución y adaptabilidad, de tal manera que las instituciones estatales, hablo de toda Centroamérica, México y Colombia, no tienen la misma capacidad. A mí me parece bien la colaboración, pero tengo muchas dudas del nivel de efectividad.

¿Y qué interés puede tener Rusia en el problema del narcotráfico en Nicaragua?

No es del todo claro para los que le seguimos la pista a este tipo de temas. Desde mi punto de vista, es más un interés geopolítico y no propiamente un tema de seguridad o de crimen organizado. Esa es la impresión que me da.

¿Al Ejército cómo lo evalúa? También hay muchas denuncias.

A mí me parece que en ese sentido últimamente vemos un proceso en el cual el Ejército se involucra más en acciones de orden interior, y la justificación que ellos podrían tener de eso está en la Ley de Seguridad Soberana. Desde mi punto de vista eso no es bueno.

¿Por qué?

Porque el Ejército es una institución que es formada y que tiene como función otro tipo de tareas, que es la defensa de la soberanía y el territorio nacional. Pero las funciones de orden interior son tareas y competencia, aún por Ley, de la Policía. Que el Ejército vaya a cumplir funciones de Policía es incoherente. Además, el Ejército no está preparado, capacitado, para este tipo de situaciones. Y entonces cuando se produce este involucramiento, vemos casos en los que se violan los derechos humanos de las personas y se actúa fuera de los procedimientos establecidos en la Ley, sencillamente porque es una institución que sabe hacer la defensa de la soberanía, pero no sabe de orden interior. Y segundo, porque el país, si volvemos a la referencia de que Nicaragua es el país más seguro de Centroamérica, no debería requerir el involucramiento del Ejército en las tareas del orden interior, porque las amenazas no son altas. Al final quien más sufre es la misma institución, porque pierde autoridad y legitimidad frente a la ciudadanía.

Elvira Cuadra. LA PRENSA / Óscar Navarrete

Plano personal 

Elvira Cuadra tiene 52 años y nació en Managua.

Estudió la licenciatura en Sociología en la Universidad Centroamericana y una maestría en Sociología en la Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales).

Trabaja en temas de Seguridad como investigadora desde más o menos 1994. Desde 1990 hasta 1993 estuvo en el despacho del comisionado Cristian Munguía, en la Jefatura de la Policía Nacional.

Le gusta mucho leer, especialmente novelas y cuentos.

También ama cocinar. Tiene una variedad de buenos platillos, asegura, pero lo que más le gusta preparar son las recetas de repostería y dice que le quedan bien.

En cuestiones de música le gusta todo, menos el reguetón. Le agrada la música latina para bailar, el flamenco, las combinaciones entre ritmos latinos y flamenco, le gusta el jazz, cierto tipo de ópera y las canciones rancheras que no tengan mensajes misóginos.

Sus mejores recuerdos de pequeña son de la vieja Managua, “cuando aún se podía caminar con tranquilidad por las calles”.

Practica natación y le gusta ir a la playa.


 

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