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presos políticos, Nicaragua, crisis, protestas
/ Editorial

Foro Económico contra corrupción

Del martes 13 al jueves 15 de marzo corriente se reunió en Sao Paulo, Brasil, el Foro Económico Mundial para América Latina.

Uno de los principales puntos de agenda de esta reunión del Foro fue la corrupción, que afecta gravemente el comportamiento de la  economía y frena las perspectivas de desarrollo humano. Con bastante optimismo, la directora para Latinoamérica del Foro, Marisol Argueta de Barillas, expresó en la apertura del evento que “la sociedad civil no tolera más la corrupción”.

La señora Argueta se refería sin duda a que en varios países latinoamericanos, entre ellos Brasil, se está librando una fuerte lucha institucional y particularmente judicial contra la corrupción, con el respaldo de la sociedad civil y los sectores políticos democráticos.

En el debate del Foro Económico Mundial para América Latina  sobre la corrupción, se conocieron  los datos de organismos no gubernamentales como Transparencia Internacional, e intergubernamentales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), acerca de la relación entre los elevados índices de corrupción y el bajo o mediocre crecimiento económico, el insuficiente nivel de desarrollo humano y la debilidad e inclusive la inexistencia del Estado de derecho. Podría decirse que se estaba hablando de Nicaragua.

En realidad, Nicaragua,  bajo el régimen autoritario de Daniel Ortega ocupa un lugar destacado pero  vergonzoso entre los países más corruptos del mundo. No en balde un funcionario del más alto nivel del régimen orteguista, Roberto Rivas, presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), es uno de los pocos latinoamericanos que figura en la lista de sancionados por los Estados Unidos (EE.UU.) en aplicación de la Ley Magnitsky, que castiga a los peores corruptos y violadores de derechos humanos.

En el Índice de Percepción de la Corrupción 2017, de Transparencia Internacional, hay 13 países latinoamericanos entre los 100 peor calificados. Entre ellos está Nicaragua, que ocupa el lugar 151 en el mundo y el 30 de los más corruptos de América Latina. Más corruptos que Nicaragua, según dicho Índice, solo Haití y Venezuela.

Sin embargo, mientras en otros países latinoamericanos se está luchando institucional y socialmente contra la corrupción, aquí más bien es protegida por el poder político. Al respecto hay que mencionar de nuevo el caso de Roberto Rivas, que después de ser sancionado por la Ley Magnitsky el gobierno de Nicaragua debió abrir una investigación, pero más bien lo ha protegido, liberándolo de funciones pero manteniéndole el privilegio de la inmunidad, que en este país  significa impunidad.

En Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Guatemala, El Salvador y Honduras, entre otros países latinoamericanos, se están haciendo grandes esfuerzos en la lucha contra la corrupción, incluyendo investigaciones y procedimientos judiciales. Menos en Nicaragua.

La corrupción, como ya se ha dicho pero es necesario repetirlo, desmoraliza a la sociedad, causa daños económicos y sociales irreparables y perpetúa el atraso.

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