A los 31 años, Everth Cabrera debería estar convertido en una destacada figura en el beisbol, con su futuro económico resuelto y toda la estabilidad necesaria a su alrededor para vivir tranquilo junto a su familia.
En lugar de eso, intenta aferrarse compulsivamente a una oportunidad que se le abre en México con Yucatán y que él mismo califica como posiblemente la última que se le presente en un circuito profesional.
Cabrera emergió como un ejemplo de superación en nuestro país. Con un físico poco llamativo, se hizo notar a base de agallas y cuando tuvo que mostrar su talento, enseñó herramientas que lo llevaron a las Grandes Ligas.
Corría como si le debían dinero, con su guante atrapaba lo que se movía y se apoyó en un cañón por brazo para sacar outs imposibles, mientras ponía la pelota en juego y a veces hasta la enviaba al otro lado de la cerca.
Y justo cuando su esfuerzo comenzó a ser notorio en las Ligas Mayores y le llegó el reconocimiento, Everth Cabrera le puso dinamita a su futuro. Introdujo su porvenir dentro de una botella y le abrió las puertas al infierno que le confiscó la esperanza y que por poco le arrebata la vida.
Hasta antes de sus problemas con los esteroides y luego con las drogas, el nica había logrado un llamado al Juego de Estrellas, un liderato en robos y comenzaba a darle forma a su nombre como un jugador de nivel.
Pero mostrando su naturaleza humana, Cabrera tropezó y ha batallado para ponerse de pie. Le ha costado. Ojalá ahora que recibe esta oportunidad con Yucatán concentre todo su esfuerzo en renunciar a su pasado y se abra al futuro.
Las Ligas Mayores parecen un horizonte muy distante ahora, incluso para este Everth luchador, pero la batalla más importante que librará es la de superarse a sí mismo y sus contradicciones y eso le deseamos éxitos.
Si trabaja duro y consigue ponerse en buenas condiciones, Cabrera puede establecerse en el beisbol mexicano y ahí podría recuperar la estabilidad que su carrera y su vida necesitan. Todo depende de él.