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Otra vuelta de tuerca

Para justificar, no el espionaje policial cibernético que ya existe, sino las acciones represivas de apariencia legal que estrangularán la expresión crítica en las redes sociales, los voceros del régimen alertan sobre la amenaza que crece en la plataforma digital por la intervención antisocial de sujetos que solo ven en esta comunidad de comunicación una oportunidad de causar un daño irreparable. Esta acción marginal, de baja estofa, obviamente se agrava cuando la sociedad degenera por los antivalores del absolutismo, que promueven la agresividad, el miedo, la chapucería, el servilismo abyecto, el voluntarismo caprichoso, la calumnia, la venta de conciencia, la impunidad.

Luego, como el régimen deja al descubierto su mala intención represiva contra la libertad de expresión, da un giro inocente a la iniciativa, como en la fábula del lobo que se echa encima una piel de oveja, y su preocupación aparenta versar de pronto en torno a la familia.

Gertrudis, el personaje más complejo de la obra Hamlet, que antes que la sal de sus falsas lágrimas cesara de enrojecer sus ojos inflamados esposó a su cuñado Claudio, quien asesinó al rey, bajo el sentido de culpabilidad interior, exclama: “Tan preñado está siempre de recelos el culpable, que el temor de ser descubierto hace quizás que él mismo se descubra. El más frívolo suceso —susurra a sí misma la perturbada Gertrudis— aparece a mi dañada conciencia presagio de algún grave desastre”.

No hay en el sentido de culpabilidad de Gertrudis un remordimiento moral, sino, un cálculo inconcluso, que se ve superado por los eventos incontrolables que se derivan de los actos repudiables.

Los voceros del régimen, al sentirse por sí mismos descubiertos en sus arteras intenciones, hablan ahora de abrir un amplio debate con el objetivo de promover la vida. Dicen que adelantarán un plan de trabajo sobre los temas más sensibles contenidos en diferentes conjuntos de leyes y códigos que tienen que ver con nuestras familias. Un debate —dicen con cursilería— sobre leyes que fomenten el cariño entre nosotros.

Es un lenguaje fraudulento, un tanto infantil, meloso. La represión se recubre, de mala manera, con frases cursis. Esta maniobra táctica de distracción, sin sutileza ideológica, hace que caiga en la trampa solo quien quiere caer.

En efecto, irreflexivamente se autoconvocan los parloteros de profesión a discutir sobre las injurias que abundan en las redes sociales, mientras el mago improvisado aprovecha esa distracción para sacar maliciosamente del sombrero, en un cónclave sumiso al que llama consulta, las medidas de sanción policíaca contra las redes sociales. Porque el poder absolutista considera que toda denuncia de sus abusos resulta injuriosa para la sociedad.

El truco es simple, el mago de feria sabe que debe distraer la conciencia. Sin embargo, nuestro timador vacila, se enreda, convoca a un debate… y cierra las puertas a quienes podrían opinar libremente. Anuncia como tema la amenaza de las redes sociales… y luego lo cambia por el tema de la familia. Improvisa torpemente, y cuando se dispone a sacar un conejo de la chistera, saca en cambio un ratón muerto. Pero, no es un acto de magia ocurrente, sorpresivo, sino, que el timador mal diestro insiste en imponer ese ratón podrido, fallecido de años, como si fuese un blanco conejo vivo.

A medida que la crisis económica se hace más evidente, y que el poder absolutista intenta no sólo descargar medidas de austeridad en la población, sino, que se aboca a captar mayores ingresos a costillas de los trabajadores, con incrementos de costos en los servicios básicos, mayores impuestos, multas abusivas, el control asfixiante sobre los espacios informativos independientes y sobre los medios de expresión de la opinión ciudadana se vuelve una necesidad urgente. Para lo cual, la dictadura da otra vuelta de tuerca al entramado legal del Estado policíaco que oprime a la nación.

Al anunciar un debate ciudadano sobre múltiples leyes, en temas tan generales y vagos como promover la vida, el amor, la familia, el cariño, brota espontáneamente un mundo inútil de improvisación total, para adelantar, en la confusión, la demagógica ficción de la autocensura consensuada.

Un régimen oscuro, que actúa a escondidas, caprichosamente, al margen de la ley, finge golpear un espacio incontrolado de libertad de expresión, donde se expresa negativamente también la vulgaridad ofensiva, para controlar de hecho la libertad de expresión más elemental, que cumple una función de denuncia política contra los múltiples desmanes del absolutismo.

La verdadera consulta nacional sobre los temas sensibles debe surgir de un debate independiente. El diálogo independiente versaría por fuerza sobre el rumbo de la sociedad, no para fortalecer vínculos afectivos, sino, para fortalecer vínculos ciudadanos respecto a la estrategia del país.

La familia produce seres afectivamente sanos cuando estos se insertan en una sociedad que invierte en formación humana, en cultura, en conocimiento técnico y científico. Y cuando la sociedad consigue crear empleos dignos, de mayor calificación, con productividad creciente.

Los vínculos ciudadanos solo pueden fortalecerse en torno a la transparencia, al control sobre el poder, al castigo de la corrupción y a la supresión de la impunidad. En la actualidad, la ciudadanía se vigoriza en nuestro país si se propone recuperar los derechos que el absolutismo ha conculcado.

A la dictadura en crisis le resultará imposible controlar la conciencia. Aunque cierre todos los espacios posibles de expresión, el descontento ciudadano brotará de nuevo por algún resquicio entre sus manos, como en el caso de un viejo neumático al que le sale una nueva picadura entre los múltiples parches, antes de explotar abiertamente.

El autor es ingeniero eléctrico.

Opinión tuerca vuelta archivo
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