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José Francisco Terán, Managua, Catedral de Managua

Recientemente el arquitecto José Francisco Terán recibió la distinción Honoris Causa por la Universidad Americana.

José Francisco Terán, el arquitecto de la vida intensa

José Francisco Terán fue quien diseñó el Teatro Nacional. Fue amigo de los Somoza y de la noche a la mañana lo perdió todo durante la Insurrección. Vivió en el exilio y se convirtió en una referencia nacional de la arquitectura moderna

De José Francisco Terán se podría decir muchas cosas. Algunos dirán que nació para ser arquitecto, pero que si pudiera también sería músico. Que trabajó en el equipo de arquitectos de Minoru Yamasaki, quien diseñó algunos de los edificios más importantes de su tiempo —como las Torres Gemelas y la torre Picasso de Madrid— y que él mismo dibujó y dirigió la construcción del Teatro Nacional Rubén Darío.

También se podría decir que es un hombre decidido y apasionado, pues abandonó su carrera en Estados Unidos por un amor y supo levantarse después que de un día para el otro perdió todo lo que tenía y se fue exiliado a Guatemala. Y al decir esto no estaríamos exagerando, pues el hombre que ahora tiene el pelo blanco, es de sonrisa fácil y caminar pausado ha vivido con mucha intensidad los 85 años que lleva a tuto. Al punto de ser una referencia nacional de la arquitectura moderna. Sus obras en Nicaragua y en el extranjero son los testigos mudos de ello.

Incluso ahora que ya está jubilado publicó recientemente un libro titulado como La última catedral del siglo XX sobre la construcción de la Catedral Metropolitana Inmaculada Concepción de María, misma que él dirigió. Ahora su vida es más relajada que antes, le gusta viajar, oír música clásica y algunas veces a la semana sale a caminar o a nadar. Esta es la vida del arquitecto leonés José Francisco Terán Callejas.

Así se hizo el teatro

Vista de la fachada del Teatro Nacional Rubén Darío que el arquitecto José Francisco Terán diseñó y dirigió. LA PRENSA / Orlando Valenzuela
Vista de la fachada del Teatro Nacional Rubén Darío que el arquitecto José Francisco Terán diseñó y dirigió. LA PRENSA / Orlando Valenzuela

A eso de las 5:00 de la tarde del sábado 6 de diciembre de 1969, José Francisco Terán llegó a su casa decepcionado. Se fue directo a su habitación. Miró a su esposa y le dijo: “Me voy acostar. Si ves que en el teatro se encienden las luces me despertás, si no se encienden no me despertés”. En ese tiempo, ellos vivían en Carretera Sur y desde lo alto de su casa se veía la Managua de los años sesenta.

Terán estaba cansado porque desde el día anterior, él y su equipo, trataron de reparar un cable de energía eléctrica que se había dañado. Su preocupación era porque en la noche de ese sábado sería la inauguración del Teatro Nacional Rubén Darío. Para él esta no era cualquier construcción, no solo porque él era el encargado del diseño y construcción, sino porque fue él y un grupo de amigos, entre ellos el pintor Rodrigo Peñalba, Carlos Mántica y Pablo Antonio Cuadra quienes idearon construir un Teatro Nacional allá por 1963-1964. Lo único que no tenían para realizar ese su sueño era financiamiento. Por eso, cuando Terán conoció a Hope Portocarrero, esposa del dictador Anastasio Somoza Debayle, no dudó en invitarla a unirse al grupo.

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“Nos conocimos por coincidencia. Ella y doña Salvadorita Debayle llegaron a darle un  pésame a mi tío Salvador Guerrero Montalván y fue allí donde conocí a doña Hope. Ese día conversamos de arte, de cultura, de arquitectura, de música y le conté que tenía un grupo de cinco personas que queríamos hacer un teatro en Nicaragua”, cuenta vía telefónica desde Houston, Texas, Estados Unidos.

Cuatro días después de esa plática Hope Portocarrero se integró al grupo que luego se llamaría Instituto Pro Arte Rubén Darío. Fue ella quien consiguió que el presidente, René Schick, destinara dos millones de dólares de la época para la construcción del Teatro Nacional y fue ella misma quien encabezó las recolectas para terminar la construcción en 1967 cuando el gobierno redujo el presupuesto por una crisis económica.

Por eso, Terán se sentía decepcionado el día que llegó a su casa, pues si no restablecían la energía se cancelaría la inauguración del teatro. Quien se quedó a la espera de que encendieran las luces fue su esposa María Lourdes Balladares, y para su suerte poco antes de la hora indicada encendieron.

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“Llegamos al teatro angustiados pensando en si las luces se irían antes del intermedio. Entonces empezó la inauguración, se abrió el telón, empezó la presentación el ballet de Amalia Hernández, vino el intermedio y nos volvíamos a ver entre nosotros como diciendo ya pasó la primera parte, ahora falta la segunda. Fue una angustia en medio del placer de que todo había funcionado”, recuerda Balladares quien acompañó a su esposo.

De gran estirpe

José Francisco Terán nació en una familia numerosa. Su papá, que se llamaba igual que él, fue coronel del ejército conservador en tiempo del general Emiliano Chamorro. Se casó con Leonor Callejas Obregón, quien había jurado jamás casarse con un conservador porque su familia era liberal. Cuando ellos se conocieron ya su papá tenía 33 años y su mamá tenía 29 años, estaba a cargo de cinco sobrinos que su hermana menor le había dejado luego que enviudó. Ellos tuvieron seis hijos más y la familia creció a 13 personas. No eran adinerados, pero tampoco pasaban hambre. Terán era el menor.

Desde niño siempre fue estudioso. Le gustaba ser el primero de la clase y pasó gran parte de su secundaria leyendo en la biblioteca del Colegio Centro América del cual era interno y fue allí donde se enamoró de la arquitectura, un año antes de graduarse en 1950.

Al año siguiente planeaba irse a estudiar a Estados Unidos, pero se tuvo que quedar en Nicaragua porque en ese tiempo se rumoraba que la guerra de Corea, que era apoyada por EE.UU., podría convertirse en otra guerra mundial. Entonces Terán decide estudiar Medicina en Nicaragua y es hasta el año siguiente, 1952, que viaja a la Universidad de Michigan para estudiar Arquitectura becado por Salvador Guerrero Montalván, quien era propietario de la Cervecería y del Banco Nicaragüense.

“Después del primer semestre en la Universidad de Michigan no volví a pagar porque me dieron una beca por mis calificaciones. Generalmente fui el mejor alumno de la clase todos los años”, explica.

Esta fotografía fue tomada en 1971, cuando el arquitecto José Francisco Terán tenía 39 años de edad. LA PRENSA/ CORTESÍA/ FAMILIA TERÁN
Esta fotografía fue tomada en 1971, cuando el arquitecto José Francisco Terán tenía 39 años de edad. La Prensa/ Cortesía/ Familia Terán

Del grupo de Yamasaki

Al terminar en la misma universidad le dieron otra beca para estudiar una maestría en Arquitectura. Y al finalizar esos estudios conoció al arquitecto Minoru Yamasaki, quien era uno de los mejores arquitectos de Estados Unidos. Él fue parte del jurado de evaluación de su tesis de grado.

“Él me invitó a formar parte de su equipo. Allí nos hicimos muy amigos. Viajamos juntos por California y por Minnesota, y frecuentemente nos juntábamos por las tardes para tomarnos un cóctel o un trago. Yo frecuentaba su casa. Su casa era una finca que él había remodelado en una ciudad que se llama Detroit, Michigan”, dice.

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En el equipo de Yamasaki había una persona encargada de dirigir y dos que se dedicaban a diseñar. Terán era quien dirigía, explica. Allí trabajó durante tres años y participó en el diseño de edificios famosos de aquel tiempo como la terminal del aeropuerto Dhahran, Arabia Saudita, el plan maestro de la universidad de Wayne, el Conservatorio de Música de Oberling en Ohio y la botánica de Carleton College en Minnesota. Este último es un rascacielos de 54 pisos.

Para ese tiempo el arquitecto Terán ya tenía 26 años y aunque estaba en el mejor equipo de arquitectos que podría imaginar el trabajo era cansado. Había semanas que dormía solo un par de horas descansando a ratos en los sofás de la oficina y como tenía dos años desde su última visita a Nicaragua pidió tres meses de vacaciones. Ya no regresó.

Chepe Chico y Malula

María Lourdes Balladares y José Francisco Terán cumplirán en el 2018, 56 años de casados. Él afirma que dejó todo por amor hacia ella. LA PRENSA/ CORTESÍA/ FAMILIA TERÁN
María Lourdes Balladares y José Francisco Terán cumplirán en el 2018, 56 años de casados. Él afirma que dejó todo por amor hacia ella. La Prensa/ Cortesía/ Familia Terán

Los amigos más cercanos del arquitecto Terán lo conocen por el mote de Chepe Chico y fue así que su esposa María Lourdes Balladares, a quien le decían Malula, también lo conoció. Resulta que durante sus vacaciones en Managua, Roberto Mayorga, un primo de Balladares, se la presentó. Según recuerda quien hoy es su esposa, ella y una prima tenían planeado ir a bailar a las terrazas de Granada, cuando Mayorga la llamó y le dijo que si podía ir un tal Chepe Chico Terán. Ella le dijo que sí y después de colgar el teléfono luego preguntó a su mamá si lo conocía. Su papá oyó la conversación y pensando que se trataba del hermano mayor del arquitecto que también le decían así y que estaba casado se molestó tanto y le dijo: “Si aquí no vienen José Ernesto (Chepe Chico) con su esposa no vas a ningún lado”.

Cuando apareció Chepe Chico Terán con Mayorga, su papá fue el primero en interrogarlo porque nunca lo había visto ni había oído más de él. Esa fue la primera vez que se vieron, según María Lourdes Balladares. Sin embargo, Terán cuenta otra historia. Él dice que la primera vez que la vio estaban en una fiesta y aunque no se hablaron desde ese instante se enamoró perdidamente de ella. Por eso mismo, decidió escribirle al arquitecto Minoru Yamasaki para informarle que ya no regresaría a su equipo.

“Le escribí una carta al arquitecto Yamasaki y le dije que ya no me iría. A él le cayó muy en gracia que yo por enamoramiento me haya quedado en Nicaragua. Y da la casualidad que cuando estábamos de luna de miel pasamos por la oficina de él en Estados Unidos y nos hizo una cena en su casa. Después nos llevó al lugar donde él estaba diseñando las Torres Gemelas”, cuenta Terán.

—¿De haberse quedado quizás hubiera participado en ese proyecto?

—Estoy seguro que si hubiera estado en la oficina hubiera sido uno de los autores principales —dice convencido.

—¿Se arrepiente?

—No —sentencia.

Exilio

José Francisco Terán (con lentes) en la ceremonia de préstamo para la construcción de Ciudad Jardín junto a Roberto Argüello Tefel, Eduardo Montealegre y el presidente René Shick. LA PRENSA/ CORTESÍA / FAMILIA TERÁN
José Francisco Terán (con lentes) en la ceremonia de préstamo para la construcción de Ciudad Jardín junto a Roberto Argüello Tefel, Eduardo Montealegre y el presidente René Shick. La Prensa/ Cortesía / Familia Terán

A finales de los años setenta el arquitecto José Francisco Terán ya había dejado su huella por toda Managua. Había construido el Teatro Nacional Rubén Darío, los residenciales Bello Horizonte, Villa Fontana, Jardines de Veracruz, Valle Dorado y Ciudad Jardín. Tenía una empresa constructora llamada AISA y tenía los mejores equipos de Centroamérica, dice. También había diseñado la casa de Luis Somoza y se llevaba bien con esa familia. No era ni somocista ni sandinista, explica. Pero después del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro la suerte para él y su familia cambió.

“Mi esposa fue parte del grupo de damas que hicieron la primera protesta por la muerte de Pedro Joaquín Chamorro y a mí me tocó dirigir la huelga el sector. Entonces cuando estallaron las huelgas en todo el país, yo fui perseguido por Somoza y estuve preso dos veces”, dice.

Y estuvo a punto de ir a la cárcel por tercera vez por esa misma causa, por eso él y su esposa decidieron migrar donde unos amigos de Guatemala. “Mis hijas salieron primero, las mandamos con gran dolor de nuestra alma porque no sabíamos si las íbamos a volver a ver. A mi esposa le habían manchado el pasaporte por haber ido a la protesta por el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro. Y fue un milagro que cuatro días después que las niñas se habían ido, nos fuimos nosotros”, dice. Sin embargo, la desgracia para ellos no había iniciado.

A finales de junio de 1979 el arquitecto José Francisco Terán recibió una llamada de emergencia. Cogió el teléfono y mientras lo sostenía a la altura de su oído, su esposa vio cómo su rostro poco a poco fue perdiendo el color. Corrió para sostenerlo y lo llevó a la cama para que se recostara. Allí le dijo que lo habían perdido todo.

En esa fecha hubo un enfrentamiento entre la Guardia Nacional y los sandinistas en las instalaciones de su empresa de construcción. La Guardia bombardeó la propiedad de unas 26 manzanas y los sandinistas entraron y destruyeron todo. Después los vecinos saquearon lo poco que había quedado.

“Nosotros que éramos la mejor y mayor empresa de construcciones en Centroamérica, a mi criterio, pero los señores sandinistas decidieron aniquilarla, aunque nosotros éramos políticamente independientes”, se lamenta.

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En Guatemala se quedaron por la ayuda de sus amistades. Él y su esposa comenzaron a trabajar en una empresa de bienes raíces y allí conocieron a un empresario italiano que pronto le pidió a Terán hacerse cargo de sus negocios en Guatemala. Ese italiano había pasado algo parecido en su país después de la Segunda Guerra Mundial y había recuperado parte de su capital. Entonces quiso hacerlo con ellos y los invitó a ir a Italia y a París con todos los gastos pagados.

La suerte para ellos siguió cambiando porque cuando regresaban de París a Guatemala hicieron una escala en Houston, Texas y allí otro de los amigos empresarios con quien había tratado antes le hizo una oferta para irse a trabajar con él a Estados Unidos.

Para el año de 1984 logró fundar otra empresa llamada Natex Corporation Architect con la cual ha trabajado hasta que en 2012 se jubiló.

A Nicaragua regresó hasta en mayo de 1990 y fue donde se enteró que Tom Monaghan, dueño de la cadena Domino’s Pizza y del equipo de Granes Ligas, los Tigres de Detroit, estaba donando el dinero para la construcción de una nueva Catedral para Managua. Según cuenta Monaghan era un conocido suyo y después de reunirse con él, le ofreció encargarse de la obra.

“Él quería una persona con la suficiente capacidad de dirigir todo el proyecto. Fue un proyecto muy difícil porque el donante estaba en Harbor, Michigan; el arquitecto estaba en México, el proyecto en Managua y yo en Houston, Texas. Durante el proyecto hice 62 viajes a Managua”, concluye.

Premios

A sus 85 años el arquitecto José Francisco Terán publicó su libro La última Gran Catedral del siglo XX. En él cuenta la historia de la Catedral Metropolitana. En la foto lo acompaña el arquitecto joven Gilberto Martínez.  LA PRENSA/ Óscar Navarrete 
  • Recientemente el arquitecto José Francisco Terán recibió la distinción Honoris Causa por la Universidad Americana. También fue galardonado como Héroe de la Sociedad Civil por la Fundación Ortiz Gurdián.
  • Del 2003 al 2009 fue director del Instituto Nacional de Ciencias de la Construcción de Estados Unidos. Esta distinción se la hizo el presidente George Bush.
  • En 1969 recibió la Orden Rubén Darío por el diseño del Teatro Nacional Rubén Darío. También recibió el Premio Nacional de Diseño por su colaboración como arquitecto asociado de Ricardo Legorreta en la construcción de la Catedral Metropolitana.

 

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