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María Magdalena, cine, cartelera de cine

Crítica de cine | María Magdalena

Esta no es la típica película sobre María Magdalena que muestra el cine tradicional. Tiene que verla para entender porqué lo dice nuestro crítico

En 2016, el australiano Garth Davis conquistó seis nominaciones al Óscar con “Lion”, incluyendo Mejor película. Ya consagrado ante los ojos de Hollywood, regresa con esta ambiciosa película, protagonizada por Rooney Mara, como la mujer marcada que se unió a los apóstoles. Joaquín Phoenix interpreta a Jesús.

“María Magdalena” se nutre de reivindicación realizada por el Vaticano en 2016. Tradicionalmente, el personaje ha sido retratado como una prostituta redimida por el amor de Cristo. La película la introduce como una muchacha de familia, asumiendo un papel importante en su hogar después de la muerte de su madre.

Pero ya está en edad casadera, y un pescador de la comunidad, viudo reciente, necesita una compañera para él y una madre para sus hijos. Rooney Mara, con sus ojos grandes y presencia etérea, deja claro que sus preocupaciones no son terrenales. Huye de los ritos de cortejo para refugiarse en el templo a rezar. La familia, alarmada por su rechazo, asume que está poseída por el demonio. Pronto, reclutan a un rabino milagroso para que la cure de su mal. Su nombre es Jesús (Joaquin Phoenix). No cuenta con que se reconocerán como aliados. Pronto, María deja todo atrás y se une a sus apóstoles, Pedro (Chiwetel Eijiofor) y Judas Iscariote (Tahar Rahim).

La película está atenta a trazar los límites de la mujer en la época. En la primera parte, experimentamos la normalidad de la dinámica familiar, tóxica y violenta para nuestra sensibilidad contemporánea, pero recreada sin apasionamiento. Podemos creer que esto era lo que pasaba. Una vez que el personaje se inserta en el séquito de Jesús, vemos cómo el patriarcado también informa las relaciones del grupo, relegándola a un papel predeterminado. Los apóstoles se resisten a verla como un igual, y podemos discernir como esas mismas fuerzas terminaron invisibilizándola en la liturgia y caracterizándola como una prostituta.

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El director crea una realidad terrenal y persuasiva. Es muy diferente al cine religioso tradicional: las lujosas judeas de Cecil B. De Mille; la reciente ola de “filmes de fe” eminentemente comerciales; o el sensacionalismo amarillista de “La Pasión de Cristo”, según Mel Gibson. “María Magdalena” transmite la sensación de cuan disruptiva habría sido la gesta de Jesús en su momento histórico. Pero el tono de los eventos recreados no es exaltado, sino íntimo, casi mundano. La expulsión de los mercaderes del templo en Jerusalén, la traición en el Monte de los Olivos, el mismo camino al Gólgota… No estamos viendo los episodios gloriosos que fundamentan una religión milenaria. Estamos viendo las cosas que le pasaron a un hombre como tantos, que de repente, con la fuerza de sus palabras, confronta el orden establecido.

Este ejercicio de humanización viene acompañado de una clara preocupación por ubicar a los personajes en el mundo real. La naturaleza tiene un rol protagónico. La película arranca con una imagen confusa. María parece volar. En realidad, se hunde en las profundidades del mar. Varias escenas más tarde, descubrimos que la escena emula un juego infantil de su familia, que la conecta con su deseo de trascendencia. Eso contrasta con las vistas panorámicas de los campos alrededor de Jerusalén. Mientras más se acerca Jesús a la muerte, más terrenal es el filme.

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La hermosa música de Jóhann Jóhannsson suena a medio camino entre lo tribal y lo celestial. El compositor islandés falleció a principios del año. Este es su último trabajo para el cine. En su carrera, recibió dos nominaciones al Óscar, por “La Teoría del Todo” (James Marsh, 2014) y “Sicario” (Denis Villeneuve, 2015). Bien puede ser que consiga la tercera por su partitura final.

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