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El mayor robo de la historia

La situación en el Gólgota (sitio que se encontraba cerca del exterior de las murallas de Jerusalén, nombre en arameo: gol go a tha, que significa “monte de ejecución”) era estremecedora. Se habían erigidos tres cruces, en la que posaban, en una Jesús y en las otras dos unos malhechores.

Las últimas horas habían sido tan intensas y desoladoras que de seguro la humanidad de Jesús estaba destrozada. —Todo había empezado en la reunión con los doce en la Cena de Pascua: La Última Cena. Un “séder”, una solemne comida sacrificial llevada a cabo de acuerdo con los antiguos ritos judíos por nuestro Señor y sus apóstoles. “Última”, momento decisivo cuando los símbolos y las profecías de antaño del Antiguo Testamento son reemplazados para siempre por los hechos y el cumplimiento del Nuevo Testamento.
Había deseado tanto está ocasión, por eso les dijo: “En verdad, he deseado muchísimo comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque, les aseguro, ya no la volveré a celebrar hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios” Lucas: 22- 14-16.

Tanta alegría, tanta emoción, impactada por la tristeza de la traición de uno de los doce. “Sin embargo, sepan que la mano del hombre que me traiciona está sobre la mesa al lado mío” Lucas: 22- 21-22.
Después había seguido su soledad en el Huerto de los Getsemaní. Sudó sangre, y luchó contra la muerte, pero lo más desgarrador la traición de Judas. “Judas, con un beso traicionas al Hijo del Hombre”. Lucas; 22-48-49.

El cinismo de Pilatos y la figura de Herodes, el mismo Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, el mismo, que había denunciado Juan en su predicación, por su inmoralidad al casarse con la esposa de su hermano. Jesús le contestó con su silencio, signo del desprecio a ese “hijo de zorra” como lo había llamado el más grande de los profetas, Juan el Precursor. Irritado por el silencio que Jesús opuso a su curiosidad. “Herodes le trató con desprecio, se burló de Él y, vistiéndole una túnica blanca, le envió de nuevo a Poncio Pilatos”. Lucas: 23-11-12.
La humillación de haber sido sorteado entre su persona, (el Cordero) y la de un asesino llamado Barrabás, previa declaración de Pilatos de ser inocente. Luego el camino de la Cruz. La ayuda de Simón de Sirene y la Crucifixión. Este último acto empezaba previo a la flagelación en desnudarlo. La crucifixión era usualmente utilizada para exponer a la víctima a una muerte particularmente lenta, horrible. También se mencionan “clavos” en el evangelio de Juan. Juan: 20, 25.

Con una profunda sed, producto del cansancio y de la hemorragia, de las heridas recibidas, todavía exclamaba: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Lucas: 23-34.
En medio de todo eso, teniendo como escenario la agonía, uno de los ladrones lo empieza a insultar diciéndole: “¿Así que tú eres el Cristo? Entonces sálvate tú y sálvanos a nosotros”. El otro lo reprende: “¿No temes a Dios, tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros lo tenemos merecido, por eso pagamos por nuestros crímenes. Pero él no ha hecho nada malo”. Lucas: 23-40-42. Algunos evangelios apócrifos identifican a este ladrón con el nombre de Dimas. En el Protoevangelio de Santiago, José de Arimatea hace la siguiente declaración: “Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobías, pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías”.

Jesús sintió la mirada de Dimas, había en él una verdadera conciencia de perdón, y desde lo más profundo de su ser, lo reconocía como “El Cristo, El Cordero Pascual, El Redentor”. Por eso sus palabras penetran a profundidad en la humanidad del Cordero. “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Lucas: 23-42. Es la primera declaración de Jesús como rey, como redentor. En una frase corta, y con la habilidad de un ladrón, se roba el cielo. Un acto de audacia, un supremo acto de improvisación, el robo mayor de la historia, en un minuto se roba el cielo. En su último minuto consciente, reconoce a Jesús como Cordero, como el fruto de la alianza de los profetas con el Padre.

Por eso la respuesta de Jesús es contundente, no admite dudas, es todo un acto de soberanía como rey, como señor, como redentor. “Realmente te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. Lucas: 23-43.
La Iglesia, tanto la latina como la ortodoxa, no ha canonizado a Dimas, por una sencilla razón; su santidad viene certificada y sellada por las mismas palabras de Jesús.

Él es el primero en entrar al Paraíso, acompañado nada más y nada menos que de Jesús.
De nuevo en el Evangelio de Nicodemo se hace la siguiente narración de la llegada del Buen Ladrón al Paraíso: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes, que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas? Y él, respondiéndoles, dijo: “Con verdad habláis, porque yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”.

El autor es abogado.

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