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Competencia por la sobrevivencia

Silenciosamente la empresa privada nicaragüense está obteniendo la mejor parte del pastel que comparte con el Gobierno, entretanto este es acosado por problemas que son efecto de su crisis generalizada, a su vez consecuencia de su incompetencia administrativa y política, que el empresariado está logrando evadir.

El empresariado no padece los problemas que padece el Gobierno, sino otros, menos acuciantes; y es evidente que los efectos de esos problemas afectan más al Gobierno. La aparente pero notoria prosperidad, su impulso constante, su tenacidad, su aparente apoliticidad, y su manera de conducir y mantener su posición denotan una superioridad en la carrera de la competencia por la sobrevivencia. El Gobierno naufraga, el empresariado prospera.

Pareciera que tras el acuerdo tripartito —Gobierno, empresariado y clase obrera—, existiera un pacto de convivencia; pero no es así del todo. El empresariado tolera al actual Gobierno, pero algunos de sus voceros han expresado íntimamente que les gustaría tener “otro presidente y de los nuestros”, y no al actual. Y al Gobierno no le queda más recurso que aceptar, admitir y tolerar al empresariado, aunque su vocación política le señale su rumbo por la senda de un socialismo solidario mentiroso y obsoleto.

No obstante este maridazgo, es casi seguro que el Gobierno no tendrá más recursos que imponer al empresariado una nueva alza en sus cuotas como empleadores para rescatar al INSS, que en 2013 impuso al Gobierno. Y pronto la clase obrera también tendrá que admitir otra alza en su aporte al INSS, ante la negativa del Gobierno de extender la edad de jubilación a 65 años y más cotizaciones. No hay más recursos sustanciales que esos a mano para salvar la institución. El lío del Gobierno es hacerlo, y cuándo.

El Gobierno colaboró con el empresariado ordenando adelantos de salario, todo con el afán de que miles de personas dispusieran de algún dinero para los días de Semana Santa y que el comercio “llenara sus expectativas” de volúmenes de ventas, sin que a este le importe el desorden familiar que causan decisiones de esta índole. Decisiones populistas y arbitrarias colmadas de aquella ilusa utopía de “fíe ahora y pague después”.

El empresariado activa el comercio según las temporadas: uniformes, libros, cuadernos, mochilas, para la entrada a los colegios; piscinas plásticas, flotadores y más para Semana Santa; regalos el Día de la Madre, regalos el Día del Padre; uniformes en Fiestas Patrias; recuerdos el Día de los Santos, flores el Día de los Difuntos y el gran bisnes en Navidad en que mueve unos 600 millones de dólares.

Por toda la ciudad se ven edificios en construcción, y se cree que es progreso, pero son para módulos de servicios y consumo para que las exiguas economías de la población queden en los bolsillos del comercio. Consumismo procedente de la ingeniería industrial, industrias de transformación, del famoso “costo beneficio”.

Agotado el grifo de la abundancia procedente de Venezuela, este Gobierno transita por una incierta senda en la que es permanente el déficit —importaciones versus exportaciones—, y aunque somos el país —dicen— con mayor relativo crecimiento en Centroamérica —con excepción de Panamá—, se oculta que ese crecimiento parte de una base muy inferior, base inferior que nos coloca a 30 años de distancia del país centroamericano más paralelo en crecimiento. Tenemos décadas de ser un país mito.

El país no prosperará entretanto continúe vigente esta clase política, corrupta, y prebendaria, y sin ese elemento que produce prosperidad, como es la educación. Los factores externos ayudan, pero falta una cohesión popular honesta y consecuente.

El autor es abogado.

Opinión clase obrera Empresa privada Gobierno archivo
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