En los días que siguen a un asueto extendido, como la Semana Santa, los medios informativos se llenan de noticias sobre muertes violentas, accidentes de tránsito, acciones delictivas y otros hechos irregulares.
También se hacen comparaciones de la cantidad de tales sucesos con los que ocurrieron el año anterior; y si es el caso de que hay una disminución comparativa, los cuerpos de seguridad pública y de atención de emergencias se la atribuyen como un logro digno de ser reconocido.
La Policía, en lo que se refiere a los accidentes de tránsito reportó esta vez 788 siniestros, con saldo de 16 muertos y 54 lesionados. Por su parte la vocera presidencial informó que 23 personas murieron por ahogamiento en los distintos sitios de veraneo y aseguró que la cantidad de muertos por homicidio y delitos en general, disminuyó en esta Semana Santa en comparación con la del año anterior.
Las cifras oficiales no son confiables en Nicaragua porque las autoridades maquillan las estadísticas y manipulan la información, como estrategia gubernamental de comunicación. Sin embargo, la revisión de los principales periódicos de los demás países centroamericanos comprueba que realmente en Nicaragua son menos los hechos delictivos y muertes violentas por distintas causas.
Parece ser cierto que Nicaragua es el país menos violento o más seguro de Centroamérica. Esto no solo lo dicen las estadísticas oficiales, que como ya dijimos no son confiables, sino que lo atestiguan diplomáticos extranjeros y otras personas que viajan por estos países y permanecen en ellos durante un tiempo suficiente para valorar la realidad.
Es posible que Nicaragua sea más seguro que los países vecinos, entre otras causas por los antecedentes revolucionarios de la Policía nicaragüense que la distinguen de las otras y la hacen más eficaz. Además de que se apoya en una extensa red de espionaje social integrada por las organizaciones de base orteguistas llamadas Consejos del Poder Ciudadano (CPC) y Consejos de Familia.
Sin embargo, la causa principal radica en que la población de Nicaragua es, en términos generales, más tranquila que la de los otros países centroamericanos, como lo reconocen residentes y visitantes extranjeros, a pesar de que en algunos índices como el de la violencia contra la mujer, el país ocupa un lugar relevante.
Como sea, es evidente la eficacia de la Policía de Nicaragua en la prevención del delito y el combate contra la delincuencia. Esto hay que reconocerlo. Lo malo y lo criticable de la Policía es que está sometida a los designios políticos de Daniel Ortega y el FSLN.
Durante el período de la democracia, de 1990 a 2006, la Policía era reconocida por toda la ciudadanía nicaragüense por su neutralidad, profesionalismo y vocación de servicio a la comunidad, al margen de motivos políticos. Pero apenas Daniel Ortega recuperó el poder presidencial, en enero de 2007, la Policía fue politizada, partidarizada y ajustada al concepto marxista de que la institución policial es por definición y naturaleza una fuerza represiva del Estado.
La Policía retrocedió a partir de entonces a la época cuando era un cuerpo politizado y revolucionario, con la diferencia de que antes era sandinista y ahora es orteguista.