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Partidos políticos y sistema presidencialista

Quiero comentar acerca del tema, basándome en observaciones de otros.

Robert Michel (1876-1926) dice que “La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía”.

Continúa diciendo Michel que “en el caso extremo de la dictadura del secretario general, se llega al culto de la personalidad, que los convierte en jefes e incluso en verdaderos amos del partido”. Pero el mismo Michel da la solución: “Deben de asegurarse de que las bases se mantienen activos en la organización, y que a los líderes no se les concederá el control absoluto de una administración centralizada”. (Entran al juego democrático partidos que no lo son internamente).

Por su parte Moisei Ostrogorsky (1854-1921), sugiere pequeños partidos temporarios, elecciones a segunda vuelta, objetivos específicos; así sus miembros no pierden su libre albedrío y expresan opiniones sin abrumarse por las masas. Dijo: “¿No consiste en eliminar en la práctica la costumbre de los partidos ‘rígidos’, de los partidos permanentes, que tengan por fin el poder, y restituir y reservar para el partido su carácter esencial de agrupamiento ciudadano formado específicamente para una reivindicación política determinada?”
Esto se incrementa con el sistema presidencialista.

Max Weber (1864-1920) escribió que “el hecho de que en Norteamérica se haya desenvuelto con tanta rapidez la ‘máquina’ plebiscitaria se debe a que allí y solo allí, el jefe absoluto del poder ejecutivo y el patrón, lo cual viene a ser lo más importante, sobre todo, es un presidente elegido plebiscitariamente, que dispone de todos los cargos, actuando casi con entera independencia frente al Parlamento, dada la ‘división de poderes’ establecida. De ahí que la propia elección presidencial sea lo que brinda un valioso botín de prebendas y cargos en calidad de premio por el triunfo”. (¿Qué tal sin separación de poderes?).

Agrega Weber: “Para ser aparato utilizable por el caudillo han de obedecer ciegamente, convertirse en una máquina, en el sentido americano, no sentirse perturbados por vanidades de notables y pretensiones de tener opinión propia”. Y concluye Weber que “es este justamente el precio que hay que pagar por la dirección de un caudillo”.

En Nicaragua con tanta decadencia que nos fomentan se incrementan los decepcionados políticamente, clasificándose en apolíticos y apartidistas. Los apolíticos se caracterizan por indiferencia a la política. Los apartidistas si están interesados en ella, no creen necesario integrarse a un partido pero son cognitivos, buscan el bienestar de Nicaragua. Sería interesante integrarlos al Legislativo para contrarrestar intereses partidarios que vayan contra los electores.

Después del descabezamiento de la verdadera oposición aglutinada en el PLI, se perfila el FAD. Deben cuidarse de políticos ávidos de “poder”; no buscar “caudillo” porque estos demagogos son el problema de la democracia. Deben buscar alguien que viva “para” la política y no “de” la política. Incluir en su programa la no violencia rural, sanar problemas territoriales internos, el asunto del canal, cedulación para todos.

Se debería establecer el referéndum revocatorio y, de manera especial, un solo término presidencial. No importa que sea inusual pero en Nicaragua lo necesitamos.

Solo faltaría el momento de unas elecciones transparentes. No es nada fácil con lo corruptos y divididos que nos tienen, pero no es imposible.

El autor es ingeniero civil.

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