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La corrupción sin fronteras y Lula

La orden judicial para encarcelar al expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, condenado por delitos de corrupción cometidos cuando estaba en el poder, es un severo golpe a la izquierda brasileña y su aspiración de volver al poder en las elecciones de octubre próximo. Pero golpea también a toda la izquierda radical de América Latina , en la que Lula ejerce un fuerte liderazgo ideológico y político.

Lula ocupó la presidencia de Brasil en dos períodos consecutivos, de 2001 a 2011, y dejó el poder con un índice récord de popularidad. Durante su administración ejecutó programas sociales de gran calado que sacaron de la pobreza a millones de brasileños. Sin embargo la buena obra social no fue acompañada con transparencia gubernamental. Más bien Lula fomentó y permitió una gran corrupción, con la que él mismo resultó embarrado.

A pesar de que Lula ha sido condenado por delitos de corrupción, tiene según algunas encuestas un sorprendente 37 por ciento de intención de voto para las próximas elecciones, en las que ha pretendido ser candidato con la intención de ganar una segunda reelección y lograr un tercer mandato presidencial. El fenómeno de la popularidad de Lula se explica por su legado populista de clientelismo político, pero también y sobre todo por el déficit moral de la cultura política brasileña, igual en gran parte de América Latina, que se manifiesta en la conducta liviana de mucha gente a la que no le importa que el líder en el poder robe, siempre y cuando reparta beneficios y haga obras populares, aunque sean de fachada.

El caso de Lula demuestra, por otra parte, que la corrupción es una anormalidad social, económica, política y cultural, que no distingue ideologías ni colores políticos y envuelve tanto a políticos de derecha como de izquierda.

La izquierda en sus distintos matices siempre ha pretendido ser un referente político ético y la única alternativa viable contra la derecha, a la que acusa de ser corrupta por su propia naturaleza. Pero no es así, el caso de Lula da Silva en Brasil y los de otros líderes políticos y exgobernantes que han sido imputados y algunos inclusive condenados por corrupción en diversos países de América Latina, prueban que los corruptos están en los dos lados.

Precisamente porque la corrupción no tiene fronteras geográficas, ideológicas ni políticas, el tema de la VIII Cumbre de las Américas que se realizará los próximos 13 y 14 de abril en Lima, capital de Perú, ha sido denominado Gobernabilidad democrática frente a la corrupción, porque esta se ha convertido en una grave amenaza existencial contra la democracia, el Estado de derecho, la economía de libre empresa, el desarrollo y la justicia social.

La lucha contra la corrupción es muy difícil, porque se encuentra profundamente arraigada y líderes corruptos, como Lula, gozan de mucho apoyo social en sus países y una activa solidaridad internacional. Pero eso no debe impedir que los corruptos sean denunciados y, donde sea posible —como en Brasil, Guatemala, El Salvador y otros países—, perseguidos y castigados por la justicia.

Editorial Brasil Luiz Inácio Lula da Silva archivo
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