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Seguro Social nicaragüense. INSS, políticas de desarrollo, instituciones públicas

Para poder conocer las razones subyacentes de los procesos económicos y sociales que vive el país, se requeriría un acceso mucho más abierto a la información pública. LA PRENSA/ARCHIVO

¿Existen “curas” para la situación del INSS?

A partir de 2014, se generan déficit operativos crecientes, y se produce, al mismo tiempo, un incremento en la adquisición de activos no financieros, lo cual da lugar a déficit globales cada vez mayores.

Hasta el año 2012, el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), generó superávit operativos superiores al monto de la adquisición de activos reales o no financieros y, por consiguiente, se generan superávit globales que permitieron el incremento sistemático del fondo de inversión. En 2013 todavía se produjo un superávit operativo, pero resultó inferior al monto de la inversión en activos no financieros y, por tanto, se generó, por primera vez, un déficit global de efectivo.

A partir de 2014, se generan déficit operativos crecientes, y se produce, al mismo tiempo, un incremento en la adquisición de activos reales o no financieros, lo cual da lugar a déficit globales cada vez mayores.

El Fondo de Inversión o de Reserva del INSS se incrementó con la acumulación de superávit hasta 2012, pero se comenzó a reducir a partir de 2013, debido a la necesidad de financiar los déficit consecutivos que ocurren a partir de entonces. Pero, además, entre 2012 y 2017 cambió drásticamente la composición de los instrumentos en los cuales se encuentra invertido el fondo.

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El incremento de las inversiones en activos reales o no financieros que se llevó a cabo en el periodo 2013-2016 se expresó, dentro de la cartera del fondo de inversiones, en el incremento masivo del monto y del peso relativo del monto de las instrumentos que representan derechos sobre activos reales, bajo la forma de préstamos para edificios, participación en la propiedad de hospitales, clínicas y empresas de fabricación de medicamentos y, en menor medida, del fondo de préstamos hipotecarios canalizados a través de la banca privada.

En contrapartida, los activos de mayor liquidez, como los títulos de deuda pública, los certificados de depósitos y las cuentas de ahorro, , se redujeron aceleradamente entre 2013 y 2016, al ser sustituidos por instrumentos que representan derechos sobre activos reales, o ser utilizados para financiar los déficit globales del INSS. Solo una reducida fracción del mismo, bajo la forma de instrumentos más líquidos, por aproximadamente 113.7 millones de dólares, quedó disponible para el financiamiento del déficit de 2017.

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Estos instrumentos se redujeron todavía más después de financiar el déficit de 2017, hasta llegar a representar apenas 24.7 millones  de dólares a inicios de 2018, de manera que – aun si agregamos el valor de los papeles del tesoro que el Ministerio de Hacienda y Crédito Público (MHCP), según el Presupuesto, le debe entregar al INSS para que los transe en la bolsa – ya no serían suficientes para financiar el déficit proyectado hasta fin de año.

A los crecientes déficit globales del INSS contribuyeron, además de las fuertes inversiones en activos no-financieros, la implantación de las denominadas pensiones reducidas, cuyo costo total anual se incrementó hasta 54.3 millones de dólares en 2017, lo mismo que el incremento de la nómina salarial, que pasó de representar el 4.4 por ciento de los ingresos en 2006 al 7.3 por ciento  en 2017.

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Todo lo anterior significo un empeoramiento apreciable de la tendencia propia del INSS a la insolvencia, la cual resulta del hecho de que la base económica real sobre la cual descansan sus ingresos – dada por el tipo de empleo que genera, de manera predominante, nuestra economía y los escuálidos salarios reales que ello condiciona –resulta incapaz de crecer al ritmo de los costos del sistema, que a su vez está condicionado por la aceleración del proceso de envejecimiento y de transición epidemiológica (dadas las tasas de cotización y la generosidad relativa de las prestaciones).

Los estudios actuariales efectuados a lo largo de las últimas dos décadas mostraron que lo anterior, sumado al hecho de que el INSS ha asumido el financiamiento de funciones de Protección Social que corresponden al Presupuesto del Estado, determina que las tasas de contribución resulten insuficientes para sostener el crecimiento del costo de las prestaciones.

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Por esta razón, tales estudios proyectaban que el crecimiento más rápido del costo total de las prestaciones que los ingresos por cotización conduciría al surgimiento de déficit crecientes, los cuales, una vez agotado el fondo de inversión, terminarían por conducir al INSS a la insolvencia, en algún momento de la década del 2020.

Las decisiones que se adoptaron a partir de 2013 –incremento de la nómina salarial y de las inversiones en activos reales, y la implantación de la pensión reducida, aceleraron el arribo de la insolvencia.

Esas decisiones reflejan el hecho de que el INSS no es una institución autónoma, dedicada al cumplimiento profesional y eficaz de sus objetivos y funciones, y que ha administrado el fondo de inversión de manera injustificable, y ausente de toda transparencia.

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Para que el INSS recupere credibilidad, y sea capaz de enfrentar la crisis, punto fundamental es convertirlo en una institución autónoma, profesional y absolutamente transparente.

Asimismo, se requiere reducir los gastos administrativos, a los niveles que tenía en 2006 como porcentaje de los ingresos, y liberar al INSS de la responsabilidad de financiar funciones que corresponden al Presupuesto, incluyendo el asegurar una pensión minima, las pensiones a victimas de guerra, las pensiones especiales, y la pensión reducida.

Ello le dará al INSS determinado periodo de respiro, en términos financieros.

Pero la tendencia a la insolvencia no desaparecerá, ni mucho menos, dado que la misma se origina en los factores subyacentes fundamentales que hemos indicado,  que apuntan a la inviabilidad hacer frente a los procesos de envejecimiento y de transición epidemiológica de excepcional rapidez que comenzamos a experimentar, en las condiciones de un mercado laboral mísero, con un sistema de seguro social cuya sostenibilidad, en todo el mundo, depende de que la economía genere, predominantemente, empleos de mayor productividad e ingresos.

Llegó el momento de hacer frente a este desafío fundamental. Después será demasiado tarde.

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