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Sin vela en ese entierro

El escalamiento actual de tensiones entre los Estados Unidos (EE. UU.), Europa y Rusia, provocadas en apariencia por las acusaciones que los dos primeros le hacen al tercero, por la supuesta autoría de envenenamiento con una sustancia radiactiva (polonio 212) de Sergei Skripal, inicialmente agente de la Inteligencia rusa y devenido en doble exagente o espía de los servicios de Inteligencia ruso e inglés, radicado en Inglaterra, y de su hija, que estaba de visita, ha traído como una de sus primeras y públicas consecuencias la expulsión de decenas de diplomáticos del país acusado y la recíproca medida, acostumbrada en casos similares, de este hacia los países acusadores. La inspección en tierra, en el aeropuerto de Londres, de un avión civil de la línea aérea rusa Aeroflot y sin que estuviera presente su tripulación, por parte de las autoridades inglesas y la amenaza de no enviar la selección de futbol al campeonato mundial, a realizarse en Rusia en junio próximo, le han agregado picante a las ríspidas actuales relaciones.

No es la primera vez que se dan roces políticos de esta naturaleza y con seguridad este no será el último; no solo entre los actuales actores sino entre algunos de ellos del mismo bando o con otros relevantes del escenario geopolítico mundial. En la puja por posicionarse mejor o de forma prominente en busca de ventajas para hacerse de reservas de materias primas importantes, como el petróleo, el gas, el oro y otros metales estratégicos, claves para el desarrollo de la ciencia y las tecnologías modernas, y para conseguir nuevos mercados y ventajas comerciales, políticas y militares, las potencias, grandes o medianas, seguirán actuando en contra de sus adversarios, para disminuir sus defensas y evitar su hegemonía en ciertas áreas en disputa y en el mundo entero.

Soy de los que creen que la llamada Guerra Fría librada entre estos autores, después de la derrota de la Alemania nazi en 1945, hasta el derrumbe de la URSS en 1990, se dio principalmente por las razones apuntadas antes y no por razones ideológicas; la ideología fue como el aderezo a la ensalada o la justificación más apropiada, para alinear a un lado u otro de los grandes contendientes, a los pueblos y países del mundo. Las potencias no suelen tener amigos sino intereses; en el plano doméstico recordamos la expresión atribuida a un expresidente norteamericano, el cual, refiriéndose a Anastasio Somoza García, el fundador de la dictadura dinástica, dijo: es un hp, pero es nuestro hp. De esta forma evidenciaba que si el dictador le garantizaba a EE. UU. sus intereses bien valía la pena hacerse de la vista gorda ante sus abusos y crímenes.

En su afán de fortalecerse como gran potencia mundial y salir del acoso norteamericano y europeo, Rusia ha adoptado una estrategia exterior de amplio espectro, que la lleva a buscar nuevas e importantes posiciones frente a sus adversarios, principalmente frente a los Estados Unidos de Norteamérica y resto de países de la OTAN. Los primeros pasos los dio para poner orden en su casa, recomponer la economía y fortalecer sus fronteras; inmediatamente después fue a la recuperación de los que considera sus antiguos territorios, como Chechenia, Abjasia del Sur, Osetia y Crimea, entre otros. Posteriormente se ha dado a la tarea de desarrollar su estrategia internacional que la lleva a buscar establecer bases o cabezas de playa en distintas partes del mundo, para hacer avanzar sus líneas defensivas y disputarles hegemonía a sus adversarios; principalmente EE. UU.

En esa búsqueda se encontró con la magnífica posibilidad de establecer una de esas posiciones en Nicaragua, bajo el régimen de Daniel Ortega, quien, en aras de sus intereses dictatoriales, buscaba un padrino fuerte y un escudo protector internacional de peso. En esta búsqueda y en correspondencia a su mentalidad mesiánica y nostálgica y creyendo ver en esta nueva relación la reedición de la anterior entre la antigua Unión Soviética y la revolución sandinista, Ortega no ha dudado en exponer a Nicaragua a las reacciones negativas de EE.UU., su principal socio comercial, el principal emisor de turistas hacia nuestro país y de cientos de millones de dólares (remesas) enviadas por parte de miles de emigrantes nicaragüenses, a sus familiares pobres radicados en territorio nicaragüense.

Nicaragua está ubicada, junto a los países centroamericanos y resto del Caribe, en una región considerada como de especial sensibilidad para los intereses geopolíticos y geoestratégicos de los EE. UU. de Norteamérica; es ruta de tránsito entre los Océanos Pacífico y Atlántico, a través del Canal de Panamá y está muy cerca del territorio norteamericano. Rusia ejecutaría una jugada clave en el tablero de tales contradicciones, si lograra consolidar su presencia económica, política y militar en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Estas jugadas interpotencias hasta nos podrían resultar interesantes, por todos los elementos conspirativos que conllevan, propios de novelas de espionaje o ficción, si no fuera por el grave peligro en que ponen a una región ansiosa de paz, respeto a los derechos humanos y desarrollo económico. El pueblo de Nicaragua ha sufrido mucho a lo largo de su historia, principalmente la de los últimos ochenta años, por las consecuencias de cruentas dictaduras y guerras civiles, por lo que le resulta inadmisible que, sin tener vela en ese entierro, Daniel Ortega, su señora y su régimen, lo metan, como pigmeo sin defensa alguna, en pleitos de grandes elefantes.

El autor es vicepresidente del partido MRS.

Opinión Estados Unidos Europa Rusia Sergei Skripal archivo
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