Desde el domingo me encuentro en Atlanta, Estados Unidos en el Georgia Institute of Tecnology (Georgia Tech) completando el proceso para obtener la certificación como OSHA Global Outreach Trainer (entrenador global autorizado) de la Agencia de Seguridad y Salud Ocupacional de este país, institución que –quiérase o no– establece indiscutiblemente los estándares globales de referencia para estos temas, los cuales son de seguimiento estricto para la mayoría de las empresas multinacionales, por ser en un sentido amplio, los que cuentan con soporte verificado en sus referencias científicas.
Ha sido agradable interactuar con personas y estudiosos de este campo de la prevención de accidentes, provenientes de todo el mundo, buscando cómo subir de nivel en su desempeño profesional con un título de una de las 10 mejores escuelas de ingeniería de EE. UU.
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Igualmente, la oportunidad es también un foro de actualización sobre las ideas y corrientes de pensamiento alrededor de estos tópicos centrales para las organizaciones de alta confiabilidad operativa, que ciertamente invierten recursos diversos en prevenir la ocurrencia de fallas operacionales en sus distintos sistemas, que puedan causar incidentes que pongan en peligro la vida de su personal propio y contratistas, de las comunidades en donde operan, así como del ambiente que están insertas.
Además de la increíble extensión y detalles del material provisto, ciertamente no menos de 2500 páginas de material, lo cual hace parecer al instituto aquel -la escuela de negocios centroamericana donde obtuve mi primera maestría- como un kinder, en relación con los tópicos a cubrir, tareas y diversas asignaciones de trabajo a realizar.
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Los debates de estos dos días han sido bastante interesantes, principalmente, alrededor de algunos enfoques y posturas que, en definitiva, podrían sonar como una blasfemia para ciertas empresas que aún viven su “Edad Media” de la Seguridad Operacional (SO); aquellas que gustan de los eslóganes y frases vacías tales como “La Seguridad es lo Primero”, o “ Nuestra Seguridad es tan efectiva como el más descuidado de nosotros”, entre otros legítimos ‘platos de babas’; y no porque estos conceptos no debieran asumirse verdaderamente como valores, sino principalmente, porque son casualmente los síntomas más distintivos de aquellas organizaciones que tratan de suplantar con frases vacías a aquellas acciones que en verdad deberían de ejecutar para hacer realidad ese propósito.
La experiencia y la data estadística rápida ha demostrado que, en muchos casos, este tipo de encuadres psicológicos organizacionales se mantienen con propósitos más bien propagandísticos, y que cuando se analiza por alguien independiente el entramado de sistemas, la ejecución y desempeño de estas empresas, se puede deducir que los resultados son más bien magros, mediocres, y hasta en franco empeoramiento. Es por eso por lo que algunas organizaciones son reacias para contratar revisiones independientes, porque estas podrían evidenciar que los enfoques, resultados y compromiso, son más bien un conglomerado de complacencias, insuficiencias y ausencia de logros concretos en reducir la incidentalidad.
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El quid del asunto discutido aquí es que, si usted quiere medir la verdadera dimensión de SO de una empresa, tendrá que analizar otros factores, más allá del “ruido blanco” de los eslóganes y frases superficiales o “copiadas y pegadas” sin ningún pudor.
¿Qué factores debieran analizarse entonces?
Presupuesto efectivo destinado a SO: esto dará una medida de la congruencia de las palabras con las acciones. Muchas organizaciones que hablan de “Seguridad Primero” viven en un constante y consciente recorte de fondos o ausencia total de estos.
Participación gerencial: la mayoría del personal siempre se pregunta el porqué de la ausencia de estas posiciones en los eventos de formación.
Cumplimiento con estándares reconocidos: la mayor evidencia de superficialidad en los temas de SO es cuando se sigue un enfoque simplista de supuesta corrección de fallas, ignorando estándares globales, o inventando estándares que, en muchos casos, son meros ejercicios de imaginación.
Formación o capacitación inadecuada: por norma general estos eventos tienen escasa vinculación a estándares reconocidos o a metodologías profesionales de referencia mundial, terminando frecuentemente en ejercicios lúdicos o de juegos triviales, que, en un análisis de costo-beneficio, lo único fue que el personal tuvo una salida fuera de la empresa e ingirieron grandes cantidades de comida, así como una foto para el Facebook.
Sálgase de la superficialidad.