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La Cumbre de Lima sin Trump

La ausencia del presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, en la VIII Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Lima, Perú, el viernes y sábado de esta semana, le quita interés a este evento que prometía ser, si no eficaz por lo menos excitante. El lugar del presidente Trump en la Cumbre lo ocupará el vicepresidente, Mike Pence, pero la reunión hemisférica del más alto nivel ya no tendrá el mismo atractivo.

En primer lugar había la expectativa de que el dictador venezolano Nicolás Maduro, a quien le fue revocada la invitación a participar en la Cumbre por sus atropellos a las instituciones y principios de la democracia, cumpliera su amenaza de ir a Lima para participar en la reunión a como diera lugar y enfrentarse con Donald Trump.

La segunda gran expectativa que se ha frustrado, es la del posible encuentro de Trump con Raúl Castro; y si el presidente de EE.UU. estrecharía la mano del dictador comunista de Cuba, aunque solo fuese por cortesía diplomática. En este sentido la mayor frustración sería de Castro, quien va de salida, está a punto de dejar el cargo y apostaba a despedirse del escenario internacional como presidente de Cuba y enfrentándose cara a cara con el beligerante mandatario estadounidense.

Una tercera expectativa alrededor de la Cumbre de las Américas en Lima, era si los regímenes autoritarios aliados de la dictadura de Venezuela, entre ellos el de Daniel Ortega de Nicaragua, se abstendrían de participar en la reunión en solidaridad con Nicolás Maduro, o irían para desafiar verbalmente al presidente estadounidense.

La explicación oficial de la decisión del presidente Trump, de no participar en la VIII Cumbre de las Américas, es que en este momento toda su atención está concentrada en la crisis de Siria. Esto parece comprensible. A toda la comunidad internacional, no solo a EE.UU., le preocupa seriamente que el régimen de Siria siga usando armas químicas contra las fuerzas rebeldes y la población civil, a pesar de sus compromisos de no utilizarlas más e inclusive de entregarlas o destruirlas. Y más preocupante aún es que el tirano sirio, Bashar al Asad, actúa con el apoyo total de Rusia, que con el autócrata Vladímir Putin al frente está en abierta recuperación de sus antiguas ínfulas imperiales.

Se conoce que el nuevo secretario de Estado y el recién nombrado asesor de Seguridad Nacional de EE.UU., Mike Pompeo y John Bolton, son partidarios de soluciones drásticas a los conflictos internacionales. De manera que es muy posible que Trump esté considerando aplicar medidas militares contundentes para enfrentar la crisis de Siria. No para darle a la guerra mayores dimensiones, porque esto sería algo irracional, pero sí para demostrarle a Putin que no puede hacer todo lo que quiera. Y si este es el caso, resulta lógico que el tema de la corrupción y la gobernabilidad democrática en las Américas —que es el tema de la Cumbre de Lima— pase a un segundo plano en las prioridades del presidente Trump.

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