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/ Mauricio Díaz D.

¿El país no da para más?

Nuestro país es hoy por hoy una suma de contradicciones, donde sus éxitos en el modelo desarrollista se diluyen por las prácticas gubernamentales de irrespeto sistémico a los derechos humanos.

Visto desde afuera, muy especialmente desde el triángulo norte y desde países donde hay fuerte presencia de emigrantes nicaragüenses, aparecemos como el mejor país del planeta por sus playas, su gastronomía, su seguridad ciudadana, por la “alianza público-privada” que está haciendo más ricos a los ya viejos ricos y a los nuevos ricos, que nacieron producto del manejo de los millones de dólares de los venezolanos, que han servido para crear una nueva correlación socioeconómica, en correspondencia con la estrategia que quiso implementar el fenecido Hugo Chávez en el continente latinoamericano, frente a los Estados Unidos de América. Sus petrodólares servirían para acabar con las oligarquías locales a la vez que para “derrotar al imperialismo norteamericano”.

Enterró al ALCA para dar a luz al ALBA. Además, por las alianzas del Gobierno con sectores determinantes de las iglesias tanto católica como evangélicas que le facilitan usarlas como “opio del pueblo” en las tareas de adormecimiento de la conciencia, de instrumentalización de la religiosidad popular y de las creencias de un pueblo que aún vive en la etapa de la conciencia mágica. A la vez para administrar eficientemente esa falta de ciudadanía que nos martiriza por la indolencia y la falta de reacción ante los abusos de poder, la corrupción, el incremento a los precios de los hidrocarburos, de los servicios públicos, el peligro de la quiebra del INSS, la carestía de la vida, los crímenes atroces, etc.

Hasta allí llegan las bondades de un Gobierno que ha hecho cosas nuevas como pocos en los últimos treinta años gracias a la generosidad de la cooperación internacional y de los organismos financieros que siguen destinando millonarios recursos para obras de progreso. Gracias también a la capacidad de funcionarios serios y responsables que han dejado un récord positivo en diversas carteras ministeriales. Merecen un mejor trato por su investidura.

La pregunta obligatoria es: ¿Tenemos derecho al desarrollismo, pero no tenemos derecho a la democracia?

Desarrollismo sin Estado de Derecho. Desarrollismo para una parte de la nación porque la concepción de Estado actual es la vieja definición leninista de “un instrumento de dominación de una clase sobre la otra” no como estructuras especializadas al servicio del bien común.

Si no tomemos nota que ya en Nicaragua la nomenclatura y la burocracia han hecho “tienda aparte” lejos del proletariado y más aún del lumpen: tienen su propio banco, su propio estilo de vida jet set, sus Mercedes Benz, sus mansiones suntuarias, sus casas de playa y de montaña, su hospital privado, hasta su propia iglesia y sus propios sacerdotes y pastores. Esta es la Nicaragua de hoy.

Ricos muy ricos, pobres cada vez más pobres. Clase media incipiente sojuzgada por préstamos y escalas salariales que le convierten en prisioneros del sistema bancario y financiero. Temerosos de la política. De la libertad ciudadana. De su derecho a militar en partidos o en sindicatos independientes. El corporativismo está matando lo poco que nos queda de civilidad y ciudadanía. La impunidad y el silencio que caracterizan al régimen autista más el control de los medios de comunicación, están configurando una nación en el medio del SICA, de nicaragüenses uniformados en el pensamiento y el disfraz al mejor estilo de Corea del Norte.

La pregunta de si el país no da para más es aún una asignatura pendiente.

Académicos y cientistas sociales muy bien reputados, al introducir en sus ecuaciones las diversas variables econométricas y estadísticas concluyeron que Nicaragua está condenada a regímenes autoritarios, lo que el comandante está haciendo es recorrer el camino que la dictadura de la familia Somoza no pudo terminar, hasta retrotraernos a un sistema dinástico ahora en nombre no del liberalismo sino del socialismo del siglo XXI.

¿No damos para más?

El autor fue miembro de la Comisión Nacional de Reconciliación (CNR) creada en virtud de los Acuerdos de Paz de Esquipulas II. Preside la Comisión de Relaciones Internacionales del Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL)

Opinión derechos humanos archivo
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