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David Spencer, Nicaragua, Hosanna

En enero de 2018 Spencer anunció que le diagnosticaron un cáncer terminal y le dieron seis meses de vida. LA PRENSA/Foto: Tomada de Youtube / Canal de Ottoniel y Carolina Osorio

David Spencer, el misionero que se enamoró de Nicaragua

La iglesia de David Spencer comenzó bajo una carpa llena de parches y ahora reúne a veinte mil personas en todo el país cada domingo. Esta es su historia

David Spencer quiere que lo entierren en Nicaragua. En enero de 2018 el líder de la iglesia Hosanna dijo a través de un video que sufría cáncer terminal de páncreas, y que los médicos le daban hasta seis meses de vida. Su voluntad es que lo entierren junto a sus padres, cuyos restos también descansan en Nicaragua. “La gente más linda y preciosa que conozco en el mundo son los nicas”, ha dicho Spencer.

Hace más de cincuenta años fueron sus padres quienes lo trajeron al país por primera vez, como misioneros. Y hace más de veinte, después de que la guerra fratricida de los años 80 lo sacara a balazos y amenazas de muerte del país, regresó a Nicaragua gracias a un llamado de Dios. Volvió para fundar su iglesia, Hosanna, que comenzó en una pequeña casa ubicada en Monseñor Lezcano.
Hace unas semanas Spencer se dirigió a su iglesia por última vez después de 24 años. El cáncer está acabando con su vida y pasa sus últimos días orando, cantando y preparándose para cuando la muerte llegue.

Recientemente el Gobierno de Nicaragua le entregó la Orden Independencia Cultural Rubén Darío y la ciudadanía nicaragüense por la labor religiosa que Spencer ha ejercido en el país durante más de dos décadas.

Familia de misioneros

Desde los dos años, David Spencer tuvo que abandonar Estados Unidos por las misiones de sus padres en países centroamericanos. LAPRENSA/Cortesía

Los tatarabuelos, los bisabuelos, los abuelos y los padres de David Spencer fueron misioneros. Todos se dedicaron a ir por el mundo en nombre de la religión. Y para Spencer no fue diferente.

Cuando solo tenía dos años, el pastor Spencer y su familia debieron partir hacia Santa Rosa de Copán, Honduras, en un barco bananero que zarpó de Nueva Orleans, como parte de una misión que sus padres tenían, explica su amigo, el pastor Martín Sequeira.

David Spencer tuvo que irse de Nicaragua en los años 80 porque casi lo matan un día mientras predicaba a campesinos. Volvió en los años 90 y quiere que cuando muera lo entierren en Nicaragua. LAPRENSA/ Cortesía

Después, otro llamado surgió de Costa Rica y partieron hacia allá. A los 17 años, Spencer tuvo que regresar a Estados Unidos para estudiar teología y a esa misma edad comenzó a “pastorear” su primera iglesia. Además de teólogo, es psicólogo. “Hoy en día las misiones son un poco más modernas. Antes él tenía que ir a caballo, a pie… El misionero en aquella época era alguien que prácticamente cuando dejaba su país, era para hacer vida en otro país”, dice Sequeira.

La primera iglesia que “pastoreó” todavía existe. Se llama El Buen Pastor y hasta la fecha es una de las iglesias que sostienen económicamente al pastor. “En Comunidad Hosanna él no recibe un salario, a él lo sostienen otras iglesias de otros países”, explica el pastor.

La carpa del huracán

David Spencer se casó a los 17 años con Bonnie Marshall. LAPRENSA/ Tomado de su Newsletter oficial

El pastor David Spencer se casó también a los 17 años en Estados Unidos con su esposa, Bonnie Marshall. En ese momento, sus padres fueron llamados otra vez a cumplir una misión en Nicaragua. Y así llegó por primera vez al país, a los 21 años.

Cuando llegó al país, cuenta su amigo Martín Sequeira, el pastor Spencer recibió un llamado para ser pastor en Nicaragua y comenzó a hacerlo en una iglesia llamada Centro Evangelístico, en Monseñor Lezcano. También tenía un programa de radio llamado Preguntas y soluciones. Así se hizo un hombre reconocido en el país. Todavía, cuenta su amigo, aún hay personas en comunidades aledañas que lo recuerdan porque una vez lo escucharon en la radio. “Uno viaja a Somoto, Chinandega, Jalapa, y la gente nos dice: Nosotros conocimos al pastor Spencer porque mi abuelito lo escuchaba en la radio”, dice Sequeira.

En 1973 regresó a Estados Unidos para estudiar psicología y regresó a Nicaragua en los años 80. Pero el país estaba convulsionado en una guerra fratricida. En una ocasión, mientras el pastor Spencer predicaba en Jalapa, un grupo de hombres llegó a matarlos y tuvieron que salir huyendo. Se fue de emergencia de Nicaragua y llegó a Panamá y asumió como pastor principal en una de las iglesias más importantes de Panamá.

Hosanna y sus últimos días

En 1994, el pastor Spencer tenía 49 años. Su vida estaba hecha. Tenía una familia: una esposa, tres hijas y era el pastor principal de una iglesia. Pero a través de un mensaje de Dios, asegura su amigo Sequeira, Spencer se dio cuenta que tenía que volver a Nicaragua y al día siguiente puso su renuncia.

Llegó a Nicaragua 15 años después de haberse ido. No tenía conocidos, no sabía en qué estado se encontraba el país, pero tomó la decisión de irse a Nicaragua. Regresó al país y comenzó con un grupo de ocho personas, lo que hoy es Comunidad Hosanna, en una pequeña casa ubicada en Monseñor Lezcano.

Cada vez se reunían más y más personas. Se comenzaron a reunir en el Olof Palme y después decidió comprar la propiedad donde hoy se ubica Hosanna central, en la Avenida Jean Paul Genie. Tenían terreno, pero nada de infraestructura.

En 1997, después a uno de los huracanes que devastó el Atlántico de Estados Unidos, el pastor Spencer halló una carpa enorme que estaba tirada en una playa. Alguien le dijo: “Si la recoges, es tuya”. David Spencer la recogió, la reparó, la llevó a Nicaragua y ahí se reunieron las cientos de personas que acudían cada domingo a escucharlo. Hoy, Hosanna tiene veinte localidades en 19 ciudades de Nicaragua, que cada domingo reúnen a unas veinte mil personas.

Hoy, el pastor Spencer está muriendo a causa de un cáncer terminal de páncreas. Pero se niega a tomar un medicamento que combata la enfermedad que está acabando con su vida. No va a vivir ni un día más ni un día menos de los que Dios quiere, dice a sus amigos.

Está en paz. Solo toma medicina para el dolor y pasa sus días en su casa, con su familia y amigos orando, cantando y alabando, insistiendo, siempre en que quiere ser enterrado en Nicaragua.


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La Prensa Domingo David Spencer Hossana archivo

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