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El turismo en Nicaragua

Nicaragua no ha dejado de ser la diosa verde de la tierra. Iza su bandera en las áreas donde la vida expande sus racimos. Situada dentro de la geografía regional, es una de las predestinadas dentro del redondel de cinco civilizaciones clavadas con firmeza en el corazón de América. Como nicaragüense cada vez que disfruto de la versatilidad de sus bondades gozo las opciones comprobadas, esta vez en el paisaje bucólico de Santa Elisa, la modelo naciente de Boaco, caracterizado por la excepcionalidad de sus dos pisos y de sus pintorescas vecindades en las cuales puede palparse el auge económico de su agricultura en diversos aspectos, con lo cual confirma que es parte de la civilización agraria de Nicaragua.

Desgraciadamente en medio de la suma de las cualidades, el hombre ha sido como ejecutivo turístico un mal administrador de sus bienes. Los saldos productivos no han sido tan positivos en proporción al imán de sus parajes y de otros talantes. No pocos escenarios de su complexión han sido incluidos en el “ranking”. El “botón de muestras” más reciente señalado por la observación internacional ha sido el de una isla perdida en el Caribe llamada “Calala Island”, distinguida por ser una excepción de la creatividad oculta. Está compuesta por un conjunto de lujo de cuatro villas de madera con ubicación en el Caribe Sur de Nicaragua. Ni los nativos sabemos donde queda. El paraje tiene la categoría de ser “uno de los diez mejores en el fin del Mundo”. Lo pudo comprobar en su estancia la princesa Eugenia de Inglaterra.

El turismo con motivo de Semana Santa se vuelve cíclico, tradición que pone prenda en el pecho del peregrino. Semana Santa atrae al visitante, pero los errores del hombre entorpecen los efectos de la rentabilidad, de la lógica. Ahora surge otra muestra, pero con la carátula de la negación: el establecimiento del cobro selectivo a los extranjeros en el puerto de San Jorge. Sin más que puntualizar sobre los adefesios solo basta la diferencia, la discriminación para llegar a la conclusión de todo lo estulto del invento contra los intereses del rubro, uno de los que más requiere Nicaragua dentro de las necesidades de ser favorecida por la inversión que llega desde afuera, obstaculizada en vez de ser alentada.

A esas decisiones se han agregado otras como la populista tomada en San Juan del Sur, considerado como el símbolo representativo como balneario. La aplicación populista derrumbó la imagen modélica. La finalidad equívoca de promover la simpatía por la vía del desorden produjo el quejido de los implícitos en la rama del gozo. Visitantes en la búsqueda del “champuzón” sintieron la disposición libérrima de abrir el balneario a toda clase de concesiones, incluso competitivas, en detrimento de la economía donde se notó el impacto más negativo.

En otra cara de la moneda trágica el fuego se convirtió en el violador del bosque virgen del Indio Maíz cuyo pulmón natural, tesoro turístico, sufrió la transformación de ser infierno después de ser paraíso. Tardía fue la reacción humana en favor de su defensa, de volverlo a la fase bella de su origen. A pesar de todo, el turismo está en auge en Nicaragua, razón por la cual debe ser bien administrado por las manos y el talento del hombre especializado en mantenerlo airoso en el destino creciente.

El autor es periodista.

Opinión Turismo archivo
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