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Hay golpes en la vida tan fuertes… ¡yo sí sé!

Cada mes lo que nos regresan de nuestras cotizaciones, tiene menos poder adquisitivo, pues cada vez la canastita indispensable es más cara

No es tan malo estar jubilada. A veces hay júbilo, por dedicarte más tiempo, por hacer lo que querés, sin rendir cuentas a nadie. Y en la calle o en algunas instituciones hay cierta consideración por las canas, los lentes y el bastón. Y hay quienes todavía enseñan el respeto a “nuestros viejitos y viejitas”. El problemita es el dinero.

Y sigo siendo ingenua, pienso que no hay tanta maldad y que las palabras crean realidad: cristiana, socialista y solidaria. Y que las leyes nos protegen. Se me olvida que también se reforman a la carta.

Hoy (17 de abril), muy de mañana, me asustó el saqueo del 5 por ciento a mi pensión. Me dio tristeza. Tristeza por el hecho en sí. Y porque no respeten ni el dinero de los jubilados, porque es el colmo que los viejos tengamos que pagar la mala administración y los desvíos del “Seguro”.

Cada mes lo que nos regresan de nuestras cotizaciones, tiene menos poder adquisitivo, pues cada vez la canastita indispensable es más cara. ¿Y ahora que nos entreguen menos? Y que suban los precios de productos y servicios para recuperar la “contribución” de los empleadores.

Y es comprensible que nos quiten mayor porcentaje a los jubilados, pues saben que las pensiones son bajas, si fuera el 1 por ciento, la sustracción los socorrería en poco. Y si es para medicinas, ya pagamos de adelantado. Y en muchos casos cotizando el doble. Es grosero, absurdo, inmoral, indecente. Lo que deberían hacer es pagarnos intereses acumulados. ¿Por qué no disminuyen los gastos, por qué no compran menos flores, por qué no reducen las exoneraciones, por qué no pagan las deudas?

Además, el 5 por ciento es demasiado, pues la atención es en carrera, solo para entregar medicamentos; en muchos casos sin diagnosticar cómo andamos, ya que faltan exámenes para valorar. Las medicinas son de las más baratas. Y a veces nos remiten a hospitales públicos y centros de salud. No me quejo de los médicos sino de las políticas institucionales.

¿Por qué tenemos que seguir cotizando? Porque, en general, ya no tenemos fuerzas ni salud para protestar, porque no tenemos otra alterativa que “aceptar”, aunque nadie consienta. Porque no podemos enfrentarnos a las fuerzas que protegen el desorden. Y quizás de nada sirva, porque hay murallas infranqueables que no permiten escuchar, ni funcionarios que quieran escuchar; es como si su lógica y su conciencia los guiaran; no necesitan propuestas, pues saben lo que desean y cómo lo desean, no importa el costo humano. Ni nuestro derecho constitucional a la información, la participación y la justicia. Y a una vida digna.

El problema no es solo que se lleven tu dinero, ya eso es bastante; pero a ello se suma la tristeza por la desconsideración, la grosería; la incertidumbre de lo que está por venir, pues el poder omnipotente puede hacer cualquier cosa. Y la olla de presión social puede estallar como un tumor gigante, eso es preocupante. Y es inmoral e insolidario heredar un hervidero de problemas a las nuevas generaciones.

Quiero una expectativa de vida mayor, pero no para ver lo que ya vi y sentí, pues “hay golpes en la vida, tan fuertes…” ¡Yo sí sé!
La autora es docente jubilada.

Columna del día INSS Nicaragua archivo

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