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Cartas al director
/ Manuel Sandoval

Las trincheras con Somoza, las mismas con Ortega

Prometí que nunca más me iba a sentar a escribir sobre el Gobierno que preside Ortega y su consorte, Rosario Murillo. Pero negarme a hacerlo en las condiciones que nos encontramos es evadir la situación y eso es lo que ellos quieren.

Ayer —me refiero al pasado histórico del país— las universidades sirvieron como trinchera para denunciar los atropellos de la dictadura de Somoza contra el pueblo. La UNAN-León fue escenario donde, hasta hace algunos años atrás, resonaban las voces de Mariano Fiallos Gil, Fernando Gordillo, Manolo Morales, y muchos más que le fastidiaron la vida a Somoza hasta el día del 19 de julio de 1979. Ahora esa Alma Mater de la educación superior en Nicaragua, con sus acciones a favor del Gobierno olvidó los pasos y las voces de esos referentes de la autonomía universitaria.

No indignarme frente a las acciones que se cometen contra los jóvenes estudiantes es negarme a la posibilidad de ser persona, de ser humano, pues me quedaría a ser la piedra de la que habla Rubén Darío en Lo Fatal. Estas agresiones, las mismas que Somoza hizo con ayuda de su Guardia Nacional, las hacen ahora los Ortega-Murillo contra esos jóvenes que no hacen sino uso de su derecho constitucional a la protesta pacífica. Pero los serviles de este Gobierno, la Juventud orteguista, a la vista de la Policía Nacional ya desacreditada, los hirieron, les lanzaron piedras y penetraron con armas a la UCA.

Para desplegar su aparato represor debieron salir de las cavernas estos jóvenes, a la larga sin ningún oficio ni preparación para tener qué comer en el día, para sentirse “útiles” al Gobierno con sus acciones inhumanas y dictatoriales. Por la noche penetraron los muros de mi Alma Mater, la Upoli, y se dice que de la UNA también tienen control. Resulta demasiado curioso que nunca se las han tomado como palestra para estar en un debate político, económico, literario, jurídico o de otra índole. Lo hacen, según ellos, para infundir miedo, pero aquí el miedo ya se terminó.

Las universidades en Nicaragua han servido para decir cuán equivocado está el gobernante de turno. Y traigo a la memoria el hecho histórico del estudiante Roberto González, caído en la lucha por el 6 por ciento, hoy referente de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN). La que a mí no me representa porque yo no puedo defender a un gobierno que ha pisoteado la Constitución y violentado los derechos humanos, al límite de vulnerar en todo el sentido semántico de la expresión el derecho a la vida, que es “inviolable e inherente a la persona humana” como dice la Constitución.

Le pregunto al presidente Ortega y Rosario Murillo: ¿ustedes creen que a los padres de esos jóvenes agredidos no les duelen sus hijos? Yo sé que a ustedes los suyos no les duelen, porque les hacen pasar el ridículo como supuestos artistas, influencers o diseñadores. Se les olvida que los nicaragüenses miramos siempre a la montaña, la que nos convoca con las voces de los caídos, las mismas voces que les martillan a ustedes la conciencia, porque están llenas de llanto, de desesperación, del dolor de una madre o un padre que perdió a su hijo porque usted, Ortega, en su primer gobierno, no fue capaz de ser presidente.

Quiero decir a los gobernantes que los jóvenes les perdimos el miedo, que no nos importa si se toman todas las universidades del país, ni que manden a la juventud que dominan como títeres, ni a la Policía o el Ejército. Los jóvenes ya no le tememos y siempre vamos a regresar a la trinchera porque Ortega y su esposa resultaron peor que Somoza.

No se le debe olvidar y, por si pasa, que hay un himno que dice: Ni se tiñe con sangre de hermano, tu glorioso pendón bicolor. Ortega en estos días volvió a teñir este suelo con sangre, con la sangre de los jóvenes que protestaban en contra del decreto del INSS, al que quieren salvar con sus medidas inhumanas.

Los jóvenes seguiremos en las calles, en las trincheras reclamando justicia, respeto a la ley, recuperando la democracia y diciendo al mundo entero que el gobierno de Ortega no es cristiano ni solidario, que es una dictadura.
El autor es estudiante de Derecho.

Opinión Daniel Ortega INSS Nicaragua archivo
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