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La sangre sobre sus cabezas

La sangre de todos los nicaragüenses que cayeron durante la lucha contra la dictadura somocista, tanto de quienes la combatieron como de los que la defendieron hasta con sus vidas, cayó sobre los Somoza y los salpicó para siempre.

Ahora, de la misma manera la sangre de los muertos durante la represión de las protestas contra la reforma del Seguro Social, de quienes protestan y de los que reprimen —los policías y pandilleros de la Juventud Sandinista—, cae también encima de los nuevos dictadores. Y caerá sobre ellos la sangre de todos los nicaragüenses, del bando democrático y del bando gobiernista, que sigan muriendo en la lucha por la libertad, por la restauración de la democracia, porque Nicaragua vuelva a ser república.

Ojalá que este sueño libertario de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal se pudiera hacer realidad en el presente año de 2018, cuando se cumple el 40 aniversario de su asesinato que fue ejecutado por sicarios de aquella otra dictadura. Pero si no se puede en este año se podrá en el siguiente, y en todo caso más temprano que tarde.

Lo que queremos decir es que Nicaragua inevitablemente será un país libre y democrático, donde el suelo nacional no se vuelva a teñir con la sangre de hermanos. Esta es una esperanza y una convicción que hemos proclamado siempre y ahora se ven reforzadas con el alzamiento a la lucha de la heroica juventud de Nicaragua, particularmente los estudiantes, que fueron, son y serán el fermento del cambio democrático y de la renovación moral que necesita y clama a gritos la sociedad nicaragüense, por la boca de sus auténticos pastores.

Del Gobierno y directamente del matrimonio gubernamental depende que no se siga derramando sangre en las justas protestas contra las reformas del INSS, que no se derrame más sangre de nadie, ni ahora ni después.

Bastaría con que los gobernantes oigan y atiendan el clamor de la Iglesia católica y los llamados de los diversos sectores de la empresa privada y la sociedad civil, inclusive de la comunidad internacional, a que cese la represión, que reconsidere el Gobierno la decisión de imponer esas reformas al INSS, que las derogue y dialogue en busca de un consenso para la salvación del INSS.

Y con vistas al futuro inmediato, bastaría con que el Gobierno acordara con la OEA un compromiso como el de 1987 en Esquipulas, el de Sapoá en 1988 y el de 1989 en Tesoro Beach, de celebrar elecciones libres para que se pueda construir la democracia, asegurar la paz, lograr la reconciliación nacional e impulsar el crecimiento económico y el progreso humano de todos los nicaragüenses.

La familia Ortega Murillo y los nuevos oligarcas que los sostienen en el poder ya se han hecho suficientemente ricos al amparo del poder, no tienen que preocuparse por su futuro feliz y el de sus descendientes. Entonces, ¿por qué no se retiran y dejan que otros gobiernen Nicaragua, como les aconsejó Otto Reich en declaraciones a LA PRENSA en marzo pasado? ¿Por qué no se van a vivir tranquilamente en algún lugar de Nicaragua, de Cuba, de Rusia o donde sea y dejan en paz a los nicaragüenses?

Editorial INSS Nicaragua reformas al INSS archivo
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