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/ Josefina Vannini

¡Hay que estar en alerta roja!

Eran los noventa, había ganado las elecciones doña Violeta Barrios de Chamorro y los que habíamos adversado el régimen de los sandinistas nos entregamos a trabajar a la par del nuevo Gobierno con la ilusión de volver a tener un país.

Tocaba reconstruirlo sobre los cuerpos de miles de jóvenes, ofrecidos como carne de cañón, para luchar en una guerra maquiavélicamente provocada cuando después del triunfo se le entregó el país a los rusos y cubanos. Siempre tuvieron claro que no era su intención botar a Somoza para democratizar Nicaragua. La consigna de internacionalizar la revolución fue el objetivo: “Hoy Nicaragua, mañana El Salvador”. Desde el inicio se vio que las promesas anteriores al 19 de julio habían sido un vil engaño.

A aquella generación de muchachos desaparecidos les corría por las venas la misma sangre nicaragüense que los asesinados en estos días de abril del 2018.

El regreso a Nicaragua fue devastador, el país lucía arrasado. Los rojinegros habían desmantelado el Estado; habían destruido instalaciones, se habían piñateado las propiedades —muchas de estas injustamente confiscadas—, robado vehículos, quemado documentación, habían desabastecido al país y encima de todo dejaron una economía acabada.

Apalearon a Nicaragua con tanta saña hasta dejarla moribunda, sin una sola gota de sangre, como vampiros.

En forma sistemática el EPS se dedicó a masacrar a 300 de los altos mandos de la Resistencia, como consta en los archivos de la Comisión de Derechos Humanos y en otras muchas instituciones.

Por supuesto, la honestidad no fue una de las cualidades que demostraron tener. No cumplieron acuerdos, se dedicaron a chantajear al nuevo Gobierno, a llevar a cabo asonadas destruyendo la propiedad privada, pasaron leyes a costa de la democracia y “gobernaron desde abajo”, como lo habían vaticinado.

Lo hicieron todo con la más absoluta impunidad. Nunca se les enjuició por entregar el país a los cubanos ni se les pidió cuentas del despojo ni se les obligó a devolver lo robado ni a repatriar bienes del Estado. Se beneficiaron con el “borrón y cuenta nueva”.

El reto del gobierno de doña Violeta fue titánico: los sandinistas tenían el poder, las armas y las entrañas que todavía 38 años después conservan.

Hoy, Nicaragua se encuentra nuevamente en una encrucijada a causa de la misma gente, ahora sí existe la posibilidad de construir el país que ansiamos; un Estado democrático donde reine la libertad, el respeto a la vida y el respeto a la propiedad privada.

Estamos en alerta roja. Antes de dar cualquier paso, echar un vistazo para atrás y aprender de las lecciones vividas que nos enseñan a no esperar mucho para tomar acciones, no dejar que sean los otros los que impongan una agenda y no negociar, porque no hay nada que negociar. Ojalá que las organizaciones de la sociedad civil y todos los grupos empresariales estén dispuestos a ubicarse por encima de los intereses particulares y a mantenerse junto con el clamor de los estudiantes y del pueblo.

En el remoto caso que se logre instalar un diálogo será únicamente para tratar la calendarización de la salida de los Ortega y llevar a cabo elecciones generales. No hay ninguna otra opción. Seamos honestos, en estas condiciones, ¿qué otro tema se puede poner sobre una mesa de diálogo? Todo lo que se negocie y se trate estará por debajo de las expectativas de la población y va a ser repudiado. Hay que exigir la destitución inmediata del Consejo Supremo Electoral.

Más adelante, cuando “Nicaragua vuelva a ser República”, como decía Pedro Joaquín Chamorro, cuando la Policía esté en condiciones de hablar libremente, se podrá pedir ayuda internacional, para abrir investigaciones y enjuiciar a los responsables de los horrores vividos. Ninguna comisión de la verdad que se forme hoy será veraz, solo servirá para dar a los criminales el beneficio de cosa juzgada.

Ojo con la desfachatez del partido político que accedió a cambiar el porcentaje de votos necesarios para ganar las elecciones y a cambio de impunidad le sirvió en bandeja de plata a los sandinistas el retorno al poder.

Hay que mantenerse en alerta constante, astutos “como serpientes…” No dejarse amedrentar ni engañar y sobre todo no ceder.
La autora es periodista.

Opinión Josefina Vannini Opinion archivo
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