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/ Javier Argüello Lacayo

Jaque mate, Aminta Granera

La renuncia de la comisionada de la Policía Nacional, Aminta Granera, confirma que es una prisionera política de Daniel Ortega que posiblemente termine asesinada o encarcelada para encubrir los abusos de poder del presidente y engañar al pueblo sobre su responsabilidad directa de la violencia contra los estudiantes.

Granera no es inocente de corrupción, pero no es culpable de la violencia. Confundir esto beneficia el ajedrez maquiavélico que caracteriza a Ortega. Su renuncia es parte de una estrategia macabra de Ortega de ceder ante el diálogo, con alguien que ha sido irrelevante ante las atrocidades actuales de la Policía.

Los sandinistas tienen un largo historial de asesinar a sus adversarios o a sus socios si pueden denunciar su criminalidad o corrupción. Granera es de las personas que más información comprometedora pueden tener del Gobierno. Si matas al enemigo de tu enemigo, tienes más amigos. Los sandinistas fueron los mayores beneficiarios del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, independientemente de quién lo asesinó.

Culpar a Granera es un intento de sacrificar a alguien que el pueblo piensa es la culpable de las atrocidades de la Policía para lograr otra victoria política a través del cinismo. Ahora Ortega intenta mostrarle a la ciudadanía que está cediendo en anticipación del falso diálogo mientras señala a la comunidad internacional su compromiso con “la justicia”, consistente con el cinismo de su gobierno “socialista, cristiano y solidario”.

Granera es el chivo expiatorio perfecto, como cara de la desprestigiada Policía. Granera permanecía en el poder para usarla de escudo político para opacar la criminalidad y confundir al pueblo, especialmente cuando la Policía está involucrada en corrupción y crímenes graves.

Antes de ceder a la corrupción, Granera fue respetada y admirada, gerenciando la Policía con integridad e independencia hasta que Ortega consolidó su control sobre los poderes del Estado y la involucró en su agenda.

La Policía es una de las entidades clave para sostener la dictadura, por lo tanto, requieren de alguien de mucha confianza para controlarla. Granera nunca fue la persona de confianza, por eso no tenía el poder que conlleva su puesto. Granera sirvió dos propósitos. Primero, brindaba más legitimidad y credibilidad al Gobierno controlado por la familia Ortega-Murillo que el nombramiento formal de otro miembro de su familia, especialmente con organismos internacionales. Segundo, le ofreció a quien ensuciar y culpar de sus propias atrocidades.

Ortega dirigió los abusos de poder de la Policía que nunca hubieran sucedido sin su apoyo y tienen todas las características de su modus operandi. De hecho, es muy probable que Granera estaba secuestrada durante las protestas, mientras Ortega esperaba el momento más oportuno para sacrificarla.

La Policía consolidó el odio del pueblo y está desacreditada por su abuso de poder y violencia contra los estudiantes. La popularidad de Granera es tan baja y el odio hacia ella tan elevado, que Ortega podría ser el criminal inocente, una vez más.

Es irrelevante su renuncia para resolver la crisis, porque no tenía poder y no fue autora de la criminalidad policial. El crimen lo ejecutó el comisionado general Francisco Díaz, subdirector y consuegro de los Ortega-Murillo.

Granera tampoco es inocente y se lucró de la corrupción de los Ortega, lo cual no es aceptable y empeora su delicada situación. Está claro que la reputación de Granera ha sufrido enormemente y que el pueblo podrá ser engañado con su renuncia. Es solo relevante para lo que Ortega busca: permanecer en el poder. Si sabemos que Rosario Murillo permitió que su esposo violara a su propia hija, por la simple probabilidad al poder, no dudemos de lo que esta pareja es capaz de hacer para permanecer en el poder.

Lo más probable es que Granera no podía renunciar antes y había sido ofrecida “plata o plomo” sin saber que su decisión nunca la desligaba del peligro del plomo. Ortega tiene a quién culpar por su criminalidad. Los abusos recientes y su renuncia dejan a Granera más vulnerable. La “justicia” cínica de Ortega la está posicionando para que sea la cara de la culpabilidad, lo cual aparentaría dejar a Ortega expuesto a futuras declaraciones de Granera. Ortega no tiene historial de dejar con vida a quienes pueden denunciar su corrupción.

La renuncia de Granera es el primer paso de un capítulo negro y peligroso para el país. Granera fue incorrectamente considerada la cúpula de la Policía por un país que demanda justicia, ante graves crímenes en estos días. Por lo tanto, Granera es percibida como enemiga de los estudiantes que se declaran enemigos de Ortega. Entonces, al destituir o eliminar al enemigo de los enemigos, Ortega seguirá intentando aparentar que cede cuando no cede, mientras busca cómo distraer y confundir para seguir gobernando. Su renuncia no elimina el riesgo u oportunismo de Ortega. Fácilmente podría ser asesinada, usándola una segunda vez. En este caso, Ortega culparía a los estudiantes para demostrar que son delincuentes.

El pueblo está reaccionando a un juego de tablero con emoción. Ortega planifica su próxima movida en un juego de ajedrez político con vidas humanas sin emoción, que le sale natural. Granera es su próxima ficha descartable con un posible doble uso político. Llegó el día de que Ortega sacrifica a Granera para protegerse. Esperemos no escale rápidamente como hizo con Alexis Argüello, cuando este estaba por denunciar los crímenes de Ortega. El jaque mate golpea a la puerta de Granera. A pesar del odio que se merece la Policía, es importante saber quiénes son los responsables por los abusos contra los estudiantes. No es Granera. Los actores del crimen de la Policía son la pareja Ortega-Murillo con su consuegro Francisco Díaz.

El autor fue director ejecutivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) y reside en Washington DC.

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