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Rosario Murillo

La vicepresidente designada por el poder electoral, Rosario Murillo, calificó como “grupos minúsculos” a los universitarios y ciudadanos que protestan por todo el país. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

La generación que hizo cimbrar al régimen

Rebelión contra las reformas al Seguro Social causó una gran fisura. El FSLN perdió el control

Los jóvenes han transformado e inspirado el país en tres semanas, lo que la clase política opositora, acusada de aliarse con Daniel Ortega, no ha podido hacer en los últimos 11 años que el caudillo sandinista tiene gobernando el país.

En las calles, o atrincherados en la sede de su universidad, solos o acompañados de sus amigos, el rostro del cambio podría tener 20 años en promedio, usar una melena larga, bailar reguetón, estudiar Ingeniería o cualquier disciplina de las ciencias agrarias. Los une la bandera azul y blanco. “Nosotros no tenemos intereses políticos. Lo que sí está demostrado es que este gobierno es asesino y genocida. Como estudiantes, solamente pretendemos un país con democracia, donde se respeten los derechos y la dignidad y no creemos que en este momento exista una fuerza política que represente a los nicaragüenses”, dice Hanssel Vásquez, del Movimiento Estudiantil 19 de Abril.

Las protestas antigubernamentales iniciaron el 18 de abril pasado, con los jóvenes como los protagonistas de un reclamo que causó una fisura en la relación del FSLN con la sociedad.
En estos días, los manifestantes han sufrido persecución policial o han sido asesinados tras la represión ordenada por el Gobierno, que ha dejado al menos 42 muertos, confirmados por LA PRENSA, tras las protestas contra la reforma de la Seguridad Social.

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De ser criticados públicamente, por su inacción ante el abuso de poder de Ortega en los últimos años, ahora son mirados con respeto por quienes ayudaron a derrocar a la familia Somoza en 1979.

“Los jóvenes en Nicaragua son hoy por hoy la inspiración para cambiar a la dictadura de Daniel Ortega, recordemos también que fueron los que inspiraron la revolución”, sostiene el exdirigente estudiantil Gonzalo Carrión.


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Carrión fue parte de esa generación que luchó contra Anastasio Somoza Debayle, el último de la dinastía, y también jugó un papel importante como dirigente estudiantil.

Histórico control

En la frágil etapa de transición a la democracia, tras la victoria de Violeta Barrios de Chamorro, en 1990, el FSLN dijo que gobernaría “desde abajo” y una de sus principales vías fue el control de las calles, a través de las asonadas que paralizaron al país entonces y mostraron las turbas del partido como los grandes protagonistas de un estilo de negociación política en la cual el orteguismo presionaba a los gobiernos de turno.

“Yo aún recuerdo aquellas batallas campales en el último año de 2006 en contra del presidente Enrique Bolaños, donde Ortega mantenía liderazgo de la juventud aglutinada en la UNEN (Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua), lo que quiero decir es que los controlaba por cualquier tema, pero ahora la historia es distinta, los jóvenes quieren libertad y justicia”, aseguró Carrión.

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“Él  (Ortega) ha sido un oportunista de primera marca porque uno puede ir a las imágenes donde se puede ver a Ortega en las protestas por el seis por ciento, donde él está con mortero en mano respaldando las protestas de entonces y era en su condición de secretario general del FSLN, (cargo) que nunca ha querido soltar”, explicó.

Cuando existió autonomía

Rafael Henríquez —presidente nacional de la UNEN de 1991 a 1993—, recordó que después de casi dos meses de movilizaciones constantes y de represión policial ordenada por el ministro de Gobernación de esos años, Alfredo Mendieta, “que causó al menos dos personas muertas, no tuvieron el nivel de criminalidad y saña de la represión ordenada contra los estudiantes por la protesta del INSS en este año”, aseguró.

Añadió que ante la intransigencia del Gobierno y los movimientos estudiantiles, el conflicto se resolvió por una iniciativa de ley de interpretación auténtica de la Constitución “que fue preparada por un equipo jurídico encabezado por el doctor Alejandro Serrano Caldera, presidente del CNU, y que fue aprobado por mayoría en la Asamblea Nacional, contando además con una buena cantidad de votos de la bancada gubernamental.

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Henríquez defendió el hecho de que la UNEN de ese entonces tenía un nivel de autonomía bien fuerte.

Sin embargo, reconoce que años después la UNEN fue manipulada para fines político-partidarios. “Posteriormente, la UNEN fue derivando cada vez más a ser una organización de cúpulas, con dirigentes escogidos por su fidelidad partidaria, alejada totalmente de la agenda estudiantil, hasta convertirse en un grupo de choque muy repudiado por el propio estudiantado”, dijo el exdirigente de la UNEN.

La cara oficial

Públicamente la propaganda del régimen mostraba al líder político rodeado de jóvenes de la llamada Juventud Sandinista, en actos multitudinarios, acompañado de su esposa Rosario Murillo, actual vicepresidenta designada por el poder electoral.

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Murillo describió a la JS el 23 de agosto de 2017 como una organización que tiene su origen en Sandino, “como semilla de dignidad y revolución que germinó en la fundación” del FSLN.
Sin embargo, este brazo partidario ha sido señalado, junto con los motorizados, como los que desataron la represión contra los manifestantes de abril, ante la pasividad de la Policía, a la que acusan de cómplice.

La masacre más grande

Carrión aseguró que Ortega ha mantenido su modelo de gobierno con un sector reducido del capital y lo ha sostenido por 12 años; sin embargo, el abogado explica que “en 16 años de los tres gobiernos neoliberales (1990-2016) no mataron a jóvenes ni estudiantes en protesta social, como mató la dinastía Ortega-Murillo en cinco días”, reiteró.

La masacre de abril es considerada por historiadores como Nicolás López Maltez, como “monstruosa”.

En medio del dolor nacional, Gonzalo Carrión sostiene que Ortega jamás imaginó que sería la juventud la que lo pondría en jaque, preocupada por temas ambientales, cuestionando siempre el abuso de poder de las autoridades.

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Para Haydée Castillo lo que ocurrió no fue estructurado, surgió en cuatro días.

“Esta reacción social es un acumulado del pueblo nicaragüense, de una gran cantidad de humillaciones y de laceraciones a su dignidad humana a través del tiempo en que Daniel Ortega gobierna de manera brutal y autoritaria”, asegura Castillo, líder del movimiento social Mujeres de Las Segovias.

Para ella, la población se hastió. “Ellos mismos (gobierno de Ortega) han cavado su propia tumba por su proceder, donde no tiene nada que ver el discurso, la historia, de lo que se enarboló en el sandinismo y el pensamiento liberal de Sandino, con el actuar de este régimen”, sostiene Castillo.

El mensaje que ella dirigió al gobernante durante las protestas fue claro: El pueblo se tomó las calles, porque perdió el miedo.

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“Nosotros queremos que Nicaragua tenga una verdadera democracia, donde los ciudadanos gocemos de los derechos que la Constitución nos da, pero que Daniel Ortega nos ha negado de forma déspota”. Scarleth Espinoza, estudiante autoconvocada.

“Te puedo asegurar que con esta insurrección de los jóvenes contra el régimen, Ortega y la señora (Rosario) Murillo no están durmiendo tranquilos”. Gonzalo Carrión, defensor de derechos humanos.

La soledad del caudillo

Dos días después de la marcha que organizó la Iglesia católica, Daniel Ortega, promovía, el 30 de abril, otra concentración para demostrar músculo con sus partidarios; sin embargo, algunos ciudadanos hicieron notar que, a través de los canales de televisión se manipularon las imágenes para hacer creer que asistieron miles al evento partidario.

En la actividad, Ortega pidió un minuto de silencio por los estudiantes asesinados, producto de la violencia gubernamental contra el sector estudiantil, lo que ha provocado que los estudiantes lo califiquen de “cínico”.

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“No a la muerte, no a la destrucción, no a la violencia, no a la barbarie, sí a la vida, sí al diálogo, sí al trabajo, sí a la paz”, dijo Ortega en su discurso.

El Gobierno dijo a través del diputado oficialista Jacinto Suárez, que Estados Unidos financia una supuesta conspiración, en relación con las protestas de abril.

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