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Carta abierta a Rosario Murillo

Tanto el futuro de Nicaragua como el de ustedes mismos depende precisamente de no engañarse y entender los signos de los tiempos. Porque las decisiones que tomen serán decisivas

Rosario: Te conocí en los años setenta, cuando nuestra generación bullía de actividades conspirativas contra la dictadura de Somoza. Te gustaba el inglés y las sutilezas. Una vez escribiste en un papelito “I am eagerly awaiting my next disappointment” (Espero ansiosamente mi próxima decepción). Parecía provenir de una persona no propensa a las ilusiones.

Posiblemente no te acordés de eso, pero seguramente estarás viviendo varias decepciones. Porque a menos que el poder, los años y otros factores, hayan empañado tu juicio, los acontecimientos de los últimos días deben haber sacudido algunas de tus creencias; como la de que ustedes tenían el respaldo masivo del pueblo y la juventud.

En mi vida he participado en incontables manifestaciones de todos los tipos y tamaños. Pero nunca había visto una como la que protagonizó el pueblo el lunes 30 de abril. Es posible que en sus siete kilómetros de longitud marchasen 250 mil personas; todas voluntarias, todas congregadas por sus propios medios; sin buses, viáticos, presiones o farándula. Y lo que más me llamó la atención es que cerca del 70 por ciento eran jóvenes de todas las clases sociales.

Esta marcha, más el anterior y asombroso alzamiento de barrios enteros, son datos que, si los saben leer, les dirían que han perdido el apoyo de la juventud —incluyendo la universitaria—, que el pueblo nicaragüense es bravo, y que muchos los adversan con el mismo ardor con que vos y yo, y tantos otros, adversábamos a los Somoza. Y por las mismas razones. ¿Te acordás?: por dictadores, por dinásticos, por enriquecerse en el poder, por haber masacrado cuatro estudiantes un 23 de julio.

¿Ves las similitudes?, ¿ignorás que ustedes han concentrado como nadie el poder y que no piensan soltarlo?, ¿ignorás que ustedes y muchos de tus camaradas son riquísimos?, ¿ignorás que las masacres de abril empequeñecen todas las anteriores?

Es sumamente importante que Daniel y vos abran los ojos. Que no tengan la ingenuidad de creer que esas multitudes que ustedes trataron de ensamblar recientemente, a través de caravanas de buses semivacíos, demuestran el amor que el pueblo les tiene. ¿Te has preguntado cuántos de esos estaban allí por conservar sus puestos o recibir un viático? ¿Vos creés que todos los que te aplauden te quieren?

Tanto el futuro de Nicaragua como el de ustedes mismos depende precisamente de no engañarse y entender los signos de los tiempos. Porque las decisiones que tomen serán decisivas. Ya viste como la decisión de lanzar las turbas a garrotear estudiantes desató la rebelión. Ya vistes como la trágica decisión de ordenar o no detener la matanza, galvanizó la oposición y les causó a ustedes un desprestigio y daños políticos incalculables.

Rezadores pagados y frases acarameladas no apaciguarán los ánimos. Yo francamente sentí cólera cuando te oí diciendo que eras cristiana y “militante del amor”. No sé qué habrán sentido los familiares de los 60 muertos. No hablen: cedan. Buenas decisiones son las únicas que pueden salvar la paz y evitar los peores escenarios. Suéltense de la fatal obsesión de permanecer en el poder a cualquier costo. Es cierto que podrían pelearlo y conservarlo por un tiempo, ¿pero esa es la Nicaragua en que vos y tus hijos quieren vivir? ¿Una donde anden súper escoltados, con la ansiedad de que aparezca un Rigoberto?

La vía de la paz todavía está abierta. Pero para eso tienen que dar un giro genuino hacia la democracia que reclaman obispos, empresarios, estudiantes y pueblo en general. Solo así podríamos convivir tranquilos, sin presencia de pistolas y evitar vos que derriben hasta el último árbol de la vida.

El autor es sociólogo.

Columna del día Daniel Ortega Nicaragua Rosario Murillo archivo

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