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El presidente ruso, Vladimir Putin, a su llegada a la sesión de su cuarta investidura, en el Gran Palacio del Kremlin, Moscú, Rusia. LA PRENSA/EFE

A sus 65 años, Vladimir Putin jura para un cuarto mandato presidencial en Rusia

Vladimir Putin, exagente del KGB convertido ahora en uno de los líderes mundiales, lleva 18 años imponiendo su autoridad en Moscú y marginando a la oposición, en medio de tensiones con Occidente sin precedentes desde la Guerra Fría.

Vladimir Putin,  exagente del KGB convertido ahora en uno de los líderes mundiales, fue investido este lunes para un cuarto mandato presidencial que le mantendrá en el poder hasta 2024, tras 18 años al frente de Rusia como jefe de Estado.

“Considero mi deber y el sentido de mi vida hacer todo lo posible por Rusia, por su presente y por su futuro”, declaró después de prestar juramento con la mano sobre la Constitución en una ceremonia solemne en el Gran Palacio del Kremlin, en Moscú.

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Putin, de 65 años, prestó juramento este lunes en presencia de los presidentes de ambas cámaras del parlamento ruso y del tribunal constitucional. El mandatario, que ganó la elección del pasado 18 de marzo con un 76 por ciento de los votos, estará en el poder hasta que cumpla 72 años.

El presidente ruso llegó al poder en el año 2000, una década después de la desaparición de la Unión Soviética (URSS). Sucedió a Boris Yeltsin, que había estado al frente de un país inestable, de economía vacilante, y que había perdido su rol de gran potencial mundial.

Varios periodistas observan al presidente ruso, Vladimir Putin (en pantalla), jurar sobre la Constitución durante su sesión de investidura en el Gran Palacio del Kremlin. LA PRENSA/EFE

Muchos rusos consideran que con Putin el país ha recuperado su grandeza, gracias en parte al “maná” económico que suponen los hidrocarburos. Pero sus detractores lo acusan de conculcar los derechos humanos y las libertades.

En el plano internacional, ha tenido que lidiar con tres presidentes de Estados Unidos y provocó una nueva oposición de Moscú con Occidente, al arrebatarle Crimea a Ucrania y luego lanzar una intervención crucial en Siria en apoyo al régimen de Bashar Al Asad.

“Nadie quería hablarnos, nadie quería escucharnos. ¡Escúchennos ahora!”, lanzó a los occidentales durante su último gran discurso, a principios de marzo.

Paciente y obstinado

Putin intenta restaurar la influencia de Rusia en el mundo, deteriorada tras la caída de la Unión Soviética y los años caóticos bajo el mandato de Yeltsin.

¿Su método? Una lucha paciente y obstinada, al acecho de cualquier síntoma de debilidad del adversario, explicaba en 2013 el mismo Putin.

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Esta técnica le ha resultado exitosa en Siria, donde el apoyo ruso al régimen de Damasco desde 2015 supuso un giro radical en el rumbo de la guerra.

Un año antes, Putin quiso ser el restaurador de la “gran Rusia” al anexionar la península ucraniana de Crimea, tras un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional. Esa operación mejoró su imagen en casa, pero desató la peor crisis desde el fin de la Guerra Fría entre rusos y occidentales.

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Gran aficionado al deporte, el presidente ruso intentó hacer de su país una potencia deportiva, lo que también generó una crisis internacional. Rusia organizó en 2014 los Juegos Olímpicos más caros de la historia en Sochi y, en el verano boreal de 2018 acogerá al mundial de fútbol.

Pero los sueños del Kremlin se vieron ensombrecidos por las acusaciones de dopaje institucionalizado a raíz del informe McLaren en 2016, que Moscú siempre rechazó.

Origen modesto

Nacido el 7 de octubre de 1952 en el seno de una familia obrera en Leningrado (hoy San Petersburgo), nada hacía presagiar que Putin acabaría ocupando la cima del poder. Graduado en Derecho, trabajó en el KGB como agente de inteligencia exterior. Tras el desmembramiento de la URSS, se reinventó como asesor para relaciones exteriores del nuevo alcalde liberal de San Petersburgo y luego comenzó un ascenso fulgurante.

En 1996, fue requerido para trabajar en el Kremlin. En 1998 fue elegido director del FSB -que sustituyó al KGB- y un año después fue nombrado primer ministro por el presidente Boris Yeltsin.

El presidente ruso, Vladimir Putin, aguarda en su despacho antes de atender la sesión de investidura, en el Gran Palacio del Kremlin, Moscú, Rusia. LA PRENSA/EFE

Algunos miembros del círculo de Yeltsin creían que podrían manipularlo fácilmente, pero él ya estaba metido de lleno en restablecer la autoridad del Estado formando un “poder vertical” dependiente únicamente de él.

La guerra de Chechenia, lanzada en octubre de 1999, supuso el gran fundamento de su popularidad en Rusia. Cuando Yeltsin dimitió ese año, Putin ya se había impuesto como el nuevo hombre fuerte del país.

Fuerza

Tras ser elegido en 2000, Putin aceleró su influencia apoyándose en las “estructuras de fuerza” (servicios secretos, policía, ejército) y en sus familiares de San Petersburgo. Expulsó del poder a los “oligarcas” y encarceló a los rebeldes, como el director del grupo petrolero Yukos, Mijaíl Jodorkovski, liberado en 2013.

El Kremlin metió en vereda también a las cadenas de televisión, que pasaron a estar al servicio de Putin. En 2008, al verse limitado a dos mandatos consecutivos por la Constitución, le confió el Kremlin por cuatro años a su primer ministro, Dmitri Medvedev, y se puso al frente del gobierno.

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Cuando, en 2011, anunció su intención de volver a la presidencia para un nuevo mandato, provocó una oleada inédita de protestas.

La movilización se fue apagando tras su reelección en 2012, marcada por la adopción de leyes que la oposición tildó de liberticidas y la creciente represión de toda forma de protesta.

Gustos simples

Extremadamente celoso de su vida privada, a Putin, padre de dos hijas y divorciado desde 2013, le gusta dar la imagen de un hombre de gustos simples.

Sin embargo, suele coquetear con el culto a la personalidad, acaparando la atención de los medios, ya sea con demostraciones de judo, montando a caballo sin camiseta o apagando un incendio al mando de un avión Bombardier.

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