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La torre de Babel

Querida Nicaragua: En medio de esta barbarie de asesinatos contra valientes estudiantes que bien pudieron haber sido enfrentados con mangueras de agua o bombas lacrimógenas, que ya es mucho decir, ha surgido como una tabla de salvación para la pareja gubernamental un diálogo nacional. Aquel que propusieron los señores obispos de la Conferencia Episcopal en 2014 y que fue olímpicamente ignorado por la prepotencia del gobernante, lo pide ahora el Gobierno seguramente con la intención de darle largas a este grave movimiento popular, nombrar una “comisión de la verdad” (como ya la nombró) a la medida del orteguismo, buscar unos cuantos chivos expiatorios y tratar de engañar a la opinión pública nacional e internacional con el simulacro de una investigación que ni ellos mismos se creen.

Pero vamos a suponer que el diálogo propuesto lleva buenas intenciones y que se pretende arreglar los problemas vitales de la nación, como son la institucionalidad, el retorno a la democracia, lo que conlleva necesariamente la separación e independencia de los poderes del Estado, una reingeniería urgente en el Consejo Supremo Electoral, una nueva Asamblea Nacional electa popular y limpiamente con diputados honestos y libres de presiones políticas. De esta manera se podía comenzar a arreglar los asuntos nacionales o sea “desfacer los entuertos” cometidos por este gobierno.

Todo esto que un gobierno patriota tendría la obligación de realizarlo, aquí parece una utopía, un sueño inalcanzable que solo un milagro podría conseguir. Y además, como siempre muchos dirigentes o líderes ya están pelando el venado antes de matarlo como se dice popularmente. Han sobrado los partidos y las organizaciones civiles que reclamen desde ahora su participación, su derecho de estar presentes en ese supuesto diálogo.

Señores: un diálogo no es una asamblea ni una manifestación política. En un diálogo no tienen que participar todos los gremios del país. Un diálogo no es para que todos vayamos a exponer nuestro problema doméstico. Si en el diálogo quieren participar todos eso no será diálogo, será una confusión donde no se llegará a resolver nada, será una confusión de lenguas, algo así como una Torre de Babel. Los problemas de Nicaragua son muchos pero no se pueden plantear todos al mismo tiempo ni hay por qué hacerlo en un diálogo. Las personas escogidas para participar en el supuesto diálogo deben estar convencidas de que el problema de Nicaragua es la ausencia de institucionalidad, la ausencia de democracia, el sometimiento de los poderes del Estado a una sola voluntad dictatorial. Esos son los problemas que hay que discutir y resolver con espíritu patriótico si es que el Gobierno sinceramente quiere traer la paz y la tranquilidad a la nación.

Previamente hay que desactivar a las turbas asesinas, a las fuerzas de choque que disparan balas de plomo y han matado a más de medio centenar de jóvenes. Los estudiantes reclamando democracia no le hacen daño a nadie, no agreden a ningún ciudadano, simplemente están expresando el derecho a expresarse libremente. En todo país civilizado los estudiantes gritan por sus derechos, los obreros hacen huelgas reclamando mejores salarios, los transportistas detienen los vehículos y producen enormes estancamientos de tránsito y los gobiernos tienen la obligación de escuchar sus razones y de dialogar con ellos y llegar a soluciones favorables para todos. En Nicaragua ha llegado ese momento. Hemos dejado atrás una historia que dura ya casi dos siglos en que hemos tenido revueltas, golpes de Estado, levantamientos, fusilamientos, intervenciones extranjeras, guerras civiles y al final de todos estos movimientos siempre se instala en el poder uno de tantos machetones que hemos tenido. Todos prometen democracia pero todos se han quedado apegados al trono sin querer soltarlo. Es una historia triste que no debemos repetir. El próximo gobierno que tengamos tiene que ser democrático y la reelección en nuestro país debe ser catalogada como pecado mortal.

El autor es director general de Radio Corporación.

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