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“Sandinismo y orteguismo”

Como sandinista me pregunto cómo esta fuerza social tan importante en la historia de Nicaragua que llamamos sandinismo llegó a incubar y desarrollar algo tan abyecto y monstruoso como el orteguismo. Muchos me dirán que una cosa es el sandinismo verdadero y otra el orteguismo. Pero el sandinismo verdadero no existe, ni siquiera como una idea única y lo que existe es el sandinismo real, que es la base sobre la que tenemos que hacernos las preguntas.

Como sandinista quisiera creer que el orteguismo y el sandinismo son fenómenos diferentes, pero muy temprano en los ochenta algunas decisiones del sandinismo en el poder ya mostraban todo estos síntomas autoritarios, que obedecían a las “necesidades” de la guerra. Recuerdo —ahora con vergüenza— mi participación en la jornada “Nandaime No Va”, en la que no permitimos en 1980 que una caravana del Movimiento Democrático Nacional (MDN) pasara por la Carretera a Masaya para realizar un acto político en Nandaime. Me pregunto por qué hicimos esto en 1980. De donde vinieron estas ideas de no permitir que Alfonso Robelo, miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, legítimamente disputara el poder al FSLN en unas elecciones libres.

Ahora viendo el brazo enyesado de mi hijo golpeado por turbas sandinistas, me pregunto por qué a pesar que era parte de los compromisos de la lucha contra Somoza, el FSLN no llamó a elecciones en 1980. La razón de esta decisión que nos llevó a una guerra y miles de muertos tienen que ver con las otras ideas que influenciaron el sandinismo real. Así como el Sandino fue influenciado por las ideas de la revolución mexicana, el sandinismo real de Carlos Fonseca (su gran rescatador), también fue impregnado por ideas leninistas, estalinistas y del castrismo cubano. Y muchas de estas ideas son profundamente antidemocráticas.

Es irónico, pero cuando Somoza llamaba a las fuerzas del Frente Sandinista sandino-castro-comunistas, realmente no se equivocaba, tenía bastante razón Somoza (el otro monstruo). Quizás por eso Pedro Joaquín Chamorro nunca fue sandinista, porque pudo oler ese talante antidemocrático del FSLN. Lo que hicimos en Camino de Oriente en 1980 tienen que ver con este pecado original de la izquierda latinoamericana impregnado de ideas profundamente antidemocráticas en el plano político y que Cuba y Venezuela son claros ejemplos.

Por lo tanto, no es tan difícil de explicar que el sandinismo real haya producido un monstruo como Ortega. No es extraño que el tristemente célebre Tomás Borges Martínez haya dejado tan nítidamente claro estas influencias estalinistas y del castrismo cubano en su famosa sentencia: Todo puede pasar, menos que perdamos el poder. Hagamos lo que sea y paguemos cualquier precio, el mayor costo sería perder el poder. Ningún Somoza se atrevió a formular algo así… a expresar con tanta claridad estas ideas tan medievales. Ninguno fue tan torpe políticamente para quedar tan al descubierto.

De manera que no es verdad que una cosa es el sandinismo y otra el orteguismo. Nadie que haya sufrido en los ochenta el autoritarismo del FSLN en el poder podría hacer semejante distinción. Están íntimamente ligados, lamentablemente creo que siempre el sandinismo real cargará con este peso, con esta memoria, con la posibilidad de que el monstruo que vive en sus entrañas resucite cada vez que huele poder. Repetir dos veces los mismos errores históricos de intransigencia e intolerancia es un claro ejemplo de esta realidad.

En el mismo lugar donde empezó esta insurrección de Abril y donde mi hijo, con ansias de democracia, fue salvajemente golpeado por las turbas de Ortega-Murillo con un tubo en la cabeza y le quebraron un dedo, la historia me ha dado una cruel lección en la carne de mi hijo.

El autor es sociólogo y consultor independiente.

Opinión Orteguismo sandinismo archivo
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