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Iglesia misionera

El puesto y lugar de Jesús vivo y resucitado es estar a la derecha del (Mc. 16, 19). Y desde ahora empieza una nueva etapa en la historia de la salvación; por eso Jesús nos dice: “Vayan por el mundo entero y proclamen el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15).

Y es que la Palabra, el mensaje de Jesús, no puede callarse, ni ocultarse, ni guardarse. El Evangelio, la buena noticia de Jesús es para comunicarla. La palabra de Dios no se puede encadenar; es para llevarla por el mundo entero para que todos tengan la posibilidad de salvarse, de construirse hombres nuevos, como le dijo Jesús a Nicodemo (Jn. 3, 3).

Esta es la misión principal de la iglesia: proclamar el Evangelio de Jesús por todos los rincones del mundo sin falsearlo ni mutilarlo. Así lo entendieron los primeros discípulos de Jesús (Mc. 16, 20) y, por ello, hasta se jugaron la vida, como también se la siguen jugando muchos de nuestros cristianos hoy.

Todos, cualquier cristiano está obligado a denunciar el pecado allí donde exista y a proclamar la gracia de Dios que es Evangelio, buena noticia para los hombres. Como decía el papa Francisco: “El cristiano está siempre dispuesto a anunciar el Evangelio, porque no puede guardar para sí mismo el gozo de conocer a Cristo”.

Anunciar la Palabra que orienta, evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. El evangelio no es un tesoro a guardar, sino un pan a repartir.

La evangelización es un mandato de Cristo: “Vayan por el mundo entero y prediquen el Evangelio a todos los hombres” (Mc. 16, 15). “Como mi Padre me envió, así les envío yo a ustedes” (Jn. 20, 21). Por eso, decía muy bien San Pablo a los cristianos de Corinto: “¡Ay de mí, si no evangelizo”! (I Cor. 9, 16). Porque el que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez.

La evangelización ha sido y será el gran desafío de la Iglesia, desde siempre ha buscado el modo, la forma de llevar ese camino de vida con fe, obras sociales apoyando a los pobres y necesitados, formando hombres y mujeres de bien, acompañando a su pueblo en los momentos difíciles de la historia.

También tenemos el reto de evangelizar, teniendo en cuenta las nuevas realidades y redes sociales. Es imprescindible vivir cristianamente. Nadie puede amar ni vivir lo que no conoce. Nadie puede comunicar lo que ni conoce ni vive. Muchos de nuestros cristianos son, como se suele decir: “Creyentes de domingo y ateos del resto de la semana”.

La Iglesia tiene un gran reto que afrontar y ese reto se llama “evangelización”. Hay que evangelizarnos y evangelizarnos bien. La Iglesia tiene que tomar conciencia de que unos de los más urgentes problemas que tiene que solucionar hoy, es el problema de la evangelización.

Tenemos que hacer nuestra la advertencia que le hacían los ángeles a los apóstoles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí parados mirando al cielo?” (Hch. 1, 11).

La Iglesia no puede dormirse, mientras haya un hombre que evangelizar. Como decía San Pablo a los cristianos de Corinto: “Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino obligación que me incumbe. ¡Ay de mí, si no evangelizare!” (1 Cor. 9, 16).

Iglesia que no es misionera, no es la Iglesia de Cristo. Redimir el tiempo que el Señor me ha dado, rescatar a los que sufren del pecado, tiempo de mostrar la senda y el camino bueno. Ahora es tiempo de levantar la mirada, de poner por obra la fe profesada y levantar la esperanza de formar un destino de amor, perdón y paz. Llamados a proclamar el Evangelio de salvación y vida, conduciendo y orando hoy por esta Patria que anhela paz, vida y libertad.

El autor es sacerdote.

Opinión Iglesia misionera Jesús archivo
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