Vasyl Lomachenko lo puede hacer todo. Reflejó ser el mejor boxeador libra por libra de la actualidad, a pesar que le rodeaba la falta de credibilidad de oponentes de nivel, el ucraniano demostró funcionar en todos los montajes. Noqueó en el décimo asalto a Jorge “el Niño” Linares y se convirtió en tricampeón mundial. Lomachenko pasó apuros después de sentirse absoluto en los primeros cinco asaltos, cayó en el sexto y el combate tomó un ribete complicado, el no favorito había despertado, había perdido el miedo a arriesgar y había ganado una confianza abrumadora.
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Y convenció aún más Lomachenko porque supo sobrevivir a ese recto de derecha relampagueante de Linares. Salió de la nada, un rayo que aterrizó y acható la nariz del nuevo campeón. El ucraniano en la lona no tardó ni dos segundos, lo suyo son las alturas, nada de piso. Con el empujoncito de la campana quedó con vida. No obstante, en el inicio del séptimo, a pesar que ese asalto bien se le puede anotar al venezolano, no se vio al pegador buscando a la presa tras debilitarlo en el round anterior.
Linares no presionó como debía, pero ahora las cosas resultaban diferentes. Lomachenko estaba más precavido y Linares más seguro. Se dio cuenta que era el hombre de la pegada, el que estaba establecido en la categoría de las 135 libras y que su oponente era un peligroso invitado, no necesariamente por la pegada, si por las cualidades infinitas de su boxeo técnico.
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Antes del sexto asalto pensar en una revancha no tendría sentido, pero después de ese episodio Linares emparejó las acciones. Sin embargo, Lomachenko tenía más sorpresa dentro de la chistera de su boxeo. Durante toda la pelea no había utilizado golpes a los bajos, su principal objetivo era el rostro abollado de Linares y cortado por sus puños, pero en el décimo, tras un ataque despiadado al rostro del ucraniano, Linares no esperaba el gancho al hígado. Eso fue una puñalada en seco, cayó al piso y no pudo más. Lomachenko pasó apuros, pero ratificó ser el mejor de la actualidad.